Genaro Lozano / El Universal
El interés mediático en torno a WikiLeaks y a su fundador, Julian Assange, sigue estando en boga en los medios de comunicación, y no es para menos. No sólo porque WikiLeaks le dio a los medios un regalo de diciembre, ya que, al menos en México y como saben los editores, la cobertura noticiosa pierde empuje, sino porque además, la equivocada decisión de detener a Assange en Londres, más que debilitarlo, lo ha fortalecido. Assange hoy no es ya un simple mensajero, es un mártir de la transparencia.
Mucho se ha especulado sobre si los cables de WikiLeaks, que nadie ha leído en su totalidad, tendrán repercusiones en la conducción de la política exterior de EU y sobre si afectarán las relaciones bilaterales de este país con sus socios estratégicos, en particular, con la Unión Europea, Paquistán, Arabia Saudita y con México. Sobre México vale la pena apuntar algunas cosas.
El pasado 13 de diciembre se realizó la Reunión Trilateral de Ministros de Relaciones Exteriores de América del Norte en Wakefield, Canadá, con la participación de la secretaria estadounidense Hillary Clinton, la canciller mexicana Patricia Espinosa y el ministro canadiense Lawrence Cannon. Esta reunión se dio a dos semanas de que surgieran los cables de WikiLeaks y de que se diera a conocer la información concerniente a México y a EU contenida en algunos de esos cables. Si bien la diplomacia está acostumbrada a un vals de máscaras, lo cierto es que la agenda trilateral se discutió en esa reunión sin que WikiLeaks demostrara si hubo o no una pérdida de confianza entre los encargados de la diplomacia de América del Norte.
En otras palabras, en la relación entre México y EU, los cables de WikiLeaks parecen no haber tenido efecto alguno. Esto puede deberse a dos razones principales: por un lado, a que nada en los cables dados a conocer hasta el momento sea de tal importancia como para afectar una relación tan importante como la de México con EU o, por el otro, a que los gobiernos ambos países han sido sumamente hábiles para mandar un mensaje conjunto de “aquí no pasa nada”. Lo segundo habla de profesionalismo diplomático y es de celebrarse.
Ahora bien, lo anterior no significa que WikiLeaks no tendrá efecto alguno en la política de México y en la de EU. El impacto inmediato de WikiLeaks, que ya hemos empezado a ver, ha sido en ejercer una caja de resonancia nacional a ambos lados de la frontera, pero en particular del lado mexicano. La información de que para un sector del Departamento de Estado, el gobierno de México no controla parte de su territorio, que de acuerdo con los cables fue incluso corroborada por un subsecretario mexicano, no es realmente información nueva, y mucho menos para la gente que vive en las zonas donde los señores del narcotráfico controlan a las autoridades locales mexicanas.
La información de que el Ejército desconfió de la cooperación con la inteligencia estadounidense al respecto de la ubicación de Beltrán Leyva, y que por ello fue la Marina la que actuó para la detención de este narcotraficante en Cuernavaca, sólo ratifica cómo en efecto la Marina mexicana ha tradicionalmente tenido una vocación mucho más internacionalista que el Ejército mexicano, pero al mismo tiempo revela que hay cooperación de inteligencia binacional respecto al combate al narcotráfico y ello es una buena noticia.
En México, estos cables han causado mucha atención mediática, como también el que revela que el secretario de la Defensa Nacional sugirió invocar el artículo 29 de la Constitución para declarar el estado de excepción para permitir que el Ejército pudiese hacer su labor “sin obstáculos”. Si bien este cable es tal vez el más ruidoso mediáticamente y el que más implicaciones políticas podría tener, lo que nadie ha dicho es que, de acuerdo con el mismo cable, el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont contradijo al secretario de la Defensa y manifestó su negativa a aplicar esta medida. Por demás, la eventual aplicación del 29 constitucional no puede darse por decreto presidencial y necesita la aprobación del Congreso.
Por último, los cables concernientes a México no han tenido mayor eco en EU, ocupado hoy más en demonizar a Assange y preparándose para la transición en el Congreso, que pasará a manos de los republicanos en enero próximo. Por ello, pese a lo excitante que pueda resultar WikiLeaks, hasta ahora su impacto en la relación bilateral ha sido nulo, pero su impacto en la percepción de los ciudadanos mexicanos de la relación bilateral y del eco en los medios de comunicación es otra historia.
Politólogo e internacionalista
El interés mediático en torno a WikiLeaks y a su fundador, Julian Assange, sigue estando en boga en los medios de comunicación, y no es para menos. No sólo porque WikiLeaks le dio a los medios un regalo de diciembre, ya que, al menos en México y como saben los editores, la cobertura noticiosa pierde empuje, sino porque además, la equivocada decisión de detener a Assange en Londres, más que debilitarlo, lo ha fortalecido. Assange hoy no es ya un simple mensajero, es un mártir de la transparencia.
Mucho se ha especulado sobre si los cables de WikiLeaks, que nadie ha leído en su totalidad, tendrán repercusiones en la conducción de la política exterior de EU y sobre si afectarán las relaciones bilaterales de este país con sus socios estratégicos, en particular, con la Unión Europea, Paquistán, Arabia Saudita y con México. Sobre México vale la pena apuntar algunas cosas.
El pasado 13 de diciembre se realizó la Reunión Trilateral de Ministros de Relaciones Exteriores de América del Norte en Wakefield, Canadá, con la participación de la secretaria estadounidense Hillary Clinton, la canciller mexicana Patricia Espinosa y el ministro canadiense Lawrence Cannon. Esta reunión se dio a dos semanas de que surgieran los cables de WikiLeaks y de que se diera a conocer la información concerniente a México y a EU contenida en algunos de esos cables. Si bien la diplomacia está acostumbrada a un vals de máscaras, lo cierto es que la agenda trilateral se discutió en esa reunión sin que WikiLeaks demostrara si hubo o no una pérdida de confianza entre los encargados de la diplomacia de América del Norte.
En otras palabras, en la relación entre México y EU, los cables de WikiLeaks parecen no haber tenido efecto alguno. Esto puede deberse a dos razones principales: por un lado, a que nada en los cables dados a conocer hasta el momento sea de tal importancia como para afectar una relación tan importante como la de México con EU o, por el otro, a que los gobiernos ambos países han sido sumamente hábiles para mandar un mensaje conjunto de “aquí no pasa nada”. Lo segundo habla de profesionalismo diplomático y es de celebrarse.
Ahora bien, lo anterior no significa que WikiLeaks no tendrá efecto alguno en la política de México y en la de EU. El impacto inmediato de WikiLeaks, que ya hemos empezado a ver, ha sido en ejercer una caja de resonancia nacional a ambos lados de la frontera, pero en particular del lado mexicano. La información de que para un sector del Departamento de Estado, el gobierno de México no controla parte de su territorio, que de acuerdo con los cables fue incluso corroborada por un subsecretario mexicano, no es realmente información nueva, y mucho menos para la gente que vive en las zonas donde los señores del narcotráfico controlan a las autoridades locales mexicanas.
La información de que el Ejército desconfió de la cooperación con la inteligencia estadounidense al respecto de la ubicación de Beltrán Leyva, y que por ello fue la Marina la que actuó para la detención de este narcotraficante en Cuernavaca, sólo ratifica cómo en efecto la Marina mexicana ha tradicionalmente tenido una vocación mucho más internacionalista que el Ejército mexicano, pero al mismo tiempo revela que hay cooperación de inteligencia binacional respecto al combate al narcotráfico y ello es una buena noticia.
En México, estos cables han causado mucha atención mediática, como también el que revela que el secretario de la Defensa Nacional sugirió invocar el artículo 29 de la Constitución para declarar el estado de excepción para permitir que el Ejército pudiese hacer su labor “sin obstáculos”. Si bien este cable es tal vez el más ruidoso mediáticamente y el que más implicaciones políticas podría tener, lo que nadie ha dicho es que, de acuerdo con el mismo cable, el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont contradijo al secretario de la Defensa y manifestó su negativa a aplicar esta medida. Por demás, la eventual aplicación del 29 constitucional no puede darse por decreto presidencial y necesita la aprobación del Congreso.
Por último, los cables concernientes a México no han tenido mayor eco en EU, ocupado hoy más en demonizar a Assange y preparándose para la transición en el Congreso, que pasará a manos de los republicanos en enero próximo. Por ello, pese a lo excitante que pueda resultar WikiLeaks, hasta ahora su impacto en la relación bilateral ha sido nulo, pero su impacto en la percepción de los ciudadanos mexicanos de la relación bilateral y del eco en los medios de comunicación es otra historia.
Politólogo e internacionalista
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