Javier Santiso / El Universal
América Latina está sorprendiendo positivamente en el ámbito económico. Pero resulta todavía más llamativo cómo la región ha conseguido sortear los temporales en el pasado en un entorno político específico: al contrario de los milagros asiáticos, los que se han desarrollado en América Latina lo fueron todos vía régimines democráticos. Varios informes, publicados todos en diciembre del 2010, uno de Latinobarómetro, otro de la CEPAL y el último de la OCDE, nos lo recuerda: América Latina está viviendo su auge económico y social en un contexto político de alta democracia.
La última encuesta Latinobarómetro así nos lo dice. Ésta se lleva a cabo desde 1995, es decir, unos 15 años. El apoyo a la democracia en los 18 países encuestados a finales del 2010 ha vuelto a crecer. En todos los países la satisfacción con la democracia es superior a la registrada en la primera encuesta y también a la realizada a principios de la década de los 2000. En Uruguay ésta alzanza un récord regional (80%) por delante de Costa Rica y Chile. En Brasil, esta satisfacción también registró incrementos con respecto a los años anteriores, situándose ahora por encima del umbral del 50%. México es el país de la región donde esta satisfacción con la democracia es la más baja, en parte por el desempeño del gobierno con el tema de la (in)seguridad.
En materia de apoyo a la democracia, Venezuela (84%), Uruguay (75%) y Costa Rica (72%) son los tres países con los índices de apoyo más altos. El hecho de que Venezuela encabeza este índice sólo subraya el ansia de democracia en la región cuando ésta se tambalea. En Perú, donde la economía estuvo creciendo en promedio a más de 6% anual desde 2002, el apoyo a la democracia no ha dejado de crecer de manera importante, pasando de 40% a más de 61% a lo largo de la década. Paraleamente al desempeño económico, también los repuntes de los indicadores sociales ayudaron este auge democrático: como lo señala la CEPAL en su último informe, publicado también en diciembre del 2010, la proporción de los latinoamericanos que viven bajo el umbral de pobreza apenas se incrementó en 2009 con el impacto de la crisis para volver a bajar en 2010, situándose en un 32%. En paralelo, el último informe de la OCDE sobre América latina (OECD Latin American Economic Outlook 2011), publicado por el Centro de Desarrollo de la OCDE, nos recuerda también cuánto y cómo las clases medias se han expandido en la región a lo largo de la deácada pasada.
Dicho de otra manera, América Latina es hoy en día la región del mundo emergente que ostenta mayor apuesta por la democracia, algo que la diferencia de África, Medio Oriente o Asia. Este bono democrático se extiende al ámbito económico. Las relaciones de causalidad entre democracia y economía han dado lugar a un sinfín de estudios y análisis inconcluyentes. Lo que queremos, sin embargo, resaltar aquí es que en paralelo al anclaje democrático se está dando en la región un anclaje macroeconómico. Ningún gobernante o aspirante, ningún ciudadano, cuestiona hoy en día las políticas monetarias o fiscales: el disparo de la inflación o del déficit han dejado de ser populares. Un total de 58% está ahora convencido de que la economía de mercado es ahora el mejor sistema para conseguir desarrollo cuando eran apenas 47% el año anterior. Estamos presenciando, por lo tanto, un auge de la democracia y la economía de mercado en la región, cuando ambas están en entredicho en muchas otras regiones emergentes del planeta.
América Latina está aquí convergiendo con las democracias y economías de mercado de los países OCDE. En éstas se ha dado una maduración democrática que vemos, por ejemplo, en la manera cómo los ciudadanos sancionan en los procesos electorales a sus gobernantes. Un estudio reciente publicado por la Universidad de Harvard nos enseña así que, durante los últimos 33 años, en 19 países OCDE incluidos en la muestra sólo en 20% de los que recortaron gastos los gobiernos se han visto sancionados electoralmente por ello, mientras 56% que eligen elevarlos se ven luego despedidos. Dicho de otra manera, recortar gasto público y elevar impuestos no equivale a un suicidio político en las democracias avanzadas (ver Alberto Alesina, Dorian Carloni, y Giampaolo Lecce, The electoral consequences of large fiscal deficits, Harvard University, Departamento de Economía, octubre 2010, ver www.economics.harvard.edu/faculty/alesina).
Esta convergencia entre América latina y los países OCDE, muchos de ellos europeos, invita también a (re)considerar la apuesta por el desarrollo en esta región del mundo. La última Cumbre Iberoamericana nos recuerda cuánto España ha sido y es central a la hora de buscar estrechar vínculos entre Europa y América Latina. Ambas regiones comparten mucho, entre otras cosas la apuesta por la democracia, algo que invita más que nunca a (re)considerar fortalecer las relaciones y en particular a no dejar que América Latina desaparezca del radar del apoyo al desarrollo de Europa, muchas veces obsesionada por África (el continente pobre) o Asia (el continente rico). América Latina tiene la desgracia de estar entre dos aguas, ni suficientemente pobre, no suficientemente rica. Sin embargo, la región mostró una apuesta constante por la democracia que es digna de atención. Esperemos que así lo sea en el futuro y en esta nueva década que se abre ahora.
Director del ESADE Centre for Global Economy
and Geopolitics (ESADEgeo)
América Latina está sorprendiendo positivamente en el ámbito económico. Pero resulta todavía más llamativo cómo la región ha conseguido sortear los temporales en el pasado en un entorno político específico: al contrario de los milagros asiáticos, los que se han desarrollado en América Latina lo fueron todos vía régimines democráticos. Varios informes, publicados todos en diciembre del 2010, uno de Latinobarómetro, otro de la CEPAL y el último de la OCDE, nos lo recuerda: América Latina está viviendo su auge económico y social en un contexto político de alta democracia.
La última encuesta Latinobarómetro así nos lo dice. Ésta se lleva a cabo desde 1995, es decir, unos 15 años. El apoyo a la democracia en los 18 países encuestados a finales del 2010 ha vuelto a crecer. En todos los países la satisfacción con la democracia es superior a la registrada en la primera encuesta y también a la realizada a principios de la década de los 2000. En Uruguay ésta alzanza un récord regional (80%) por delante de Costa Rica y Chile. En Brasil, esta satisfacción también registró incrementos con respecto a los años anteriores, situándose ahora por encima del umbral del 50%. México es el país de la región donde esta satisfacción con la democracia es la más baja, en parte por el desempeño del gobierno con el tema de la (in)seguridad.
En materia de apoyo a la democracia, Venezuela (84%), Uruguay (75%) y Costa Rica (72%) son los tres países con los índices de apoyo más altos. El hecho de que Venezuela encabeza este índice sólo subraya el ansia de democracia en la región cuando ésta se tambalea. En Perú, donde la economía estuvo creciendo en promedio a más de 6% anual desde 2002, el apoyo a la democracia no ha dejado de crecer de manera importante, pasando de 40% a más de 61% a lo largo de la década. Paraleamente al desempeño económico, también los repuntes de los indicadores sociales ayudaron este auge democrático: como lo señala la CEPAL en su último informe, publicado también en diciembre del 2010, la proporción de los latinoamericanos que viven bajo el umbral de pobreza apenas se incrementó en 2009 con el impacto de la crisis para volver a bajar en 2010, situándose en un 32%. En paralelo, el último informe de la OCDE sobre América latina (OECD Latin American Economic Outlook 2011), publicado por el Centro de Desarrollo de la OCDE, nos recuerda también cuánto y cómo las clases medias se han expandido en la región a lo largo de la deácada pasada.
Dicho de otra manera, América Latina es hoy en día la región del mundo emergente que ostenta mayor apuesta por la democracia, algo que la diferencia de África, Medio Oriente o Asia. Este bono democrático se extiende al ámbito económico. Las relaciones de causalidad entre democracia y economía han dado lugar a un sinfín de estudios y análisis inconcluyentes. Lo que queremos, sin embargo, resaltar aquí es que en paralelo al anclaje democrático se está dando en la región un anclaje macroeconómico. Ningún gobernante o aspirante, ningún ciudadano, cuestiona hoy en día las políticas monetarias o fiscales: el disparo de la inflación o del déficit han dejado de ser populares. Un total de 58% está ahora convencido de que la economía de mercado es ahora el mejor sistema para conseguir desarrollo cuando eran apenas 47% el año anterior. Estamos presenciando, por lo tanto, un auge de la democracia y la economía de mercado en la región, cuando ambas están en entredicho en muchas otras regiones emergentes del planeta.
América Latina está aquí convergiendo con las democracias y economías de mercado de los países OCDE. En éstas se ha dado una maduración democrática que vemos, por ejemplo, en la manera cómo los ciudadanos sancionan en los procesos electorales a sus gobernantes. Un estudio reciente publicado por la Universidad de Harvard nos enseña así que, durante los últimos 33 años, en 19 países OCDE incluidos en la muestra sólo en 20% de los que recortaron gastos los gobiernos se han visto sancionados electoralmente por ello, mientras 56% que eligen elevarlos se ven luego despedidos. Dicho de otra manera, recortar gasto público y elevar impuestos no equivale a un suicidio político en las democracias avanzadas (ver Alberto Alesina, Dorian Carloni, y Giampaolo Lecce, The electoral consequences of large fiscal deficits, Harvard University, Departamento de Economía, octubre 2010, ver www.economics.harvard.edu/faculty/alesina).
Esta convergencia entre América latina y los países OCDE, muchos de ellos europeos, invita también a (re)considerar la apuesta por el desarrollo en esta región del mundo. La última Cumbre Iberoamericana nos recuerda cuánto España ha sido y es central a la hora de buscar estrechar vínculos entre Europa y América Latina. Ambas regiones comparten mucho, entre otras cosas la apuesta por la democracia, algo que invita más que nunca a (re)considerar fortalecer las relaciones y en particular a no dejar que América Latina desaparezca del radar del apoyo al desarrollo de Europa, muchas veces obsesionada por África (el continente pobre) o Asia (el continente rico). América Latina tiene la desgracia de estar entre dos aguas, ni suficientemente pobre, no suficientemente rica. Sin embargo, la región mostró una apuesta constante por la democracia que es digna de atención. Esperemos que así lo sea en el futuro y en esta nueva década que se abre ahora.
Director del ESADE Centre for Global Economy
and Geopolitics (ESADEgeo)
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