John Saxe Fernández / La Jornada
Cuando se desmejora la relación estratégica entre Estados Unidos y Rusia, potencias que cuentan con 90 por ciento del armamento nuclear en los arsenales del mundo, es mejor prestar atención y que la comunidad internacional presione por poner en marcha mecanismos para frenar el deterioro. El tiempo se agota y los riesgos aumentan. Aunque la firma del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas II (START II) alivió tensiones, las fricciones estratégicas se profundizan por la persistencia, con el presidente Obama, de los despliegues anti-balísticos de Estados Unidos en las cercanías de Rusia.
Pero entiéndase bien: la atmósfera se cargó de graves riesgos para la paz mundial desde que el 13 de diciembre de 2001 George Bush anunciara al mundo el unilateral retiro de Estados Unidos del Tratado Anti-Balístico (ABM), un paso calificado de “innecesario e imprudente” tanto por analistas de la Asociación para el Control de Armamentos como por los principales órganos científicos de Estados Unidos y el mundo.
La decisión recibió el aplauso de la industria aeroespacial de Estados Unidos que anticipó una cascada de contratos valorados en billones de dólares. De un plumazo desapareció la prudente restricción de la militarización espacial. Theresa Hitchens y Victoria Samson advirtieron en 2004 desde el Center for Defense Information, que “la actual administración sigue la elusiva y peligrosa política de dominar el espacio, sin un debate serio sobre las ramificaciones para la seguridad y la estabilidad global”. En el contexto estratégico toda movida anti-balística genera contramedidas ofensivas y en tal competencia, lo ofensivo cancela los “beneficios” de la supuesta “defensa”.
Todo sistema anti balístico es inherentemente desestabilizante de la disuasión: es interpretado como un intento por disminuir la capacidad de segunda respuesta aniquilatoria, ante un primer ataque. El despliegue en Europa de partes del Sistema Nacional de Defensa (SNA) de Estados Unidos prosigue, a pesar de todas las advertencias. En julio de 2008 Estados Unidos y la República Checa anunciaron el establecimiento de un sistema de radares, como parte del SNA; Polonia dejó saber que estaba en negociación “tentativa” para desplegar en su territorio interceptores antibalísticos y en septiembre Rumania firmó con Estados Unidos un convenio para desplegar interceptores.
Naturalmente Rusia se siente acosada aunque Estados Unidos diga que el “escudo” es por “la amenaza balística iraní”, rehusando dar, junto con la OTAN, seguridades por escrito de ello y hasta ahora negándose a la participación rusa en el manejo del escudo.
El 23 de noviembre pasado el presidente Medvediev informó que Rusia desplegará nuevos cohetes Iskander en la zona de Kaliningrado, cerca de Polonia y dirigidos a las localizaciones de los cohetes de Estados Unidos en Europa, así como nuevos sistemas de radares en su frontera occidental, “si Washington prosigue con su SNA”, a pesar de que “externó su preocupación a Obama y a la OTAN”.
Como Estados Unidos contempla tener despliegues balísticos terrestres y marítimos en 10 años, Medvediev aseveró que “Todos nuestros especialistas militares están convencidos que el propuesto escudo balístico europeo debilitará la paridad estratégica global y las relaciones que hemos logrado, incluyendo el START II”. La respuesta tiene fundamento estratégico: hace poco se anunció que empezaron a funcionar oficialmente las Fuerzas Aéreo-espaciales, integradas a las Fuerzas Armadas Rusas unificando la defensa aérea y los sistemas de cohetería con una renovación total balística y de radares. “La actualización de las defensas aéreo-espaciales de Rusia”, dice la agencia Ria Novosti, “llega a tiempo, considerando los nuevos retos estratégicos que presenta el despliegue del escudo balístico en Europa, impulsado por Estados Unidos”.
Según la Federación de Científicos de Estados Unidos en 2011 hay más de 20 mil 500 ojivas nucleares, 4 mil 800 en operación y de ellas, Rusia y Estados Unidos tienen 2 mil a ser usadas de inmediato. Es mejor desactivar el aventurerismo de Bush y negociar un ABM mejorado. ¡Y pronto!
Pero entiéndase bien: la atmósfera se cargó de graves riesgos para la paz mundial desde que el 13 de diciembre de 2001 George Bush anunciara al mundo el unilateral retiro de Estados Unidos del Tratado Anti-Balístico (ABM), un paso calificado de “innecesario e imprudente” tanto por analistas de la Asociación para el Control de Armamentos como por los principales órganos científicos de Estados Unidos y el mundo.
La decisión recibió el aplauso de la industria aeroespacial de Estados Unidos que anticipó una cascada de contratos valorados en billones de dólares. De un plumazo desapareció la prudente restricción de la militarización espacial. Theresa Hitchens y Victoria Samson advirtieron en 2004 desde el Center for Defense Information, que “la actual administración sigue la elusiva y peligrosa política de dominar el espacio, sin un debate serio sobre las ramificaciones para la seguridad y la estabilidad global”. En el contexto estratégico toda movida anti-balística genera contramedidas ofensivas y en tal competencia, lo ofensivo cancela los “beneficios” de la supuesta “defensa”.
Todo sistema anti balístico es inherentemente desestabilizante de la disuasión: es interpretado como un intento por disminuir la capacidad de segunda respuesta aniquilatoria, ante un primer ataque. El despliegue en Europa de partes del Sistema Nacional de Defensa (SNA) de Estados Unidos prosigue, a pesar de todas las advertencias. En julio de 2008 Estados Unidos y la República Checa anunciaron el establecimiento de un sistema de radares, como parte del SNA; Polonia dejó saber que estaba en negociación “tentativa” para desplegar en su territorio interceptores antibalísticos y en septiembre Rumania firmó con Estados Unidos un convenio para desplegar interceptores.
Naturalmente Rusia se siente acosada aunque Estados Unidos diga que el “escudo” es por “la amenaza balística iraní”, rehusando dar, junto con la OTAN, seguridades por escrito de ello y hasta ahora negándose a la participación rusa en el manejo del escudo.
El 23 de noviembre pasado el presidente Medvediev informó que Rusia desplegará nuevos cohetes Iskander en la zona de Kaliningrado, cerca de Polonia y dirigidos a las localizaciones de los cohetes de Estados Unidos en Europa, así como nuevos sistemas de radares en su frontera occidental, “si Washington prosigue con su SNA”, a pesar de que “externó su preocupación a Obama y a la OTAN”.
Como Estados Unidos contempla tener despliegues balísticos terrestres y marítimos en 10 años, Medvediev aseveró que “Todos nuestros especialistas militares están convencidos que el propuesto escudo balístico europeo debilitará la paridad estratégica global y las relaciones que hemos logrado, incluyendo el START II”. La respuesta tiene fundamento estratégico: hace poco se anunció que empezaron a funcionar oficialmente las Fuerzas Aéreo-espaciales, integradas a las Fuerzas Armadas Rusas unificando la defensa aérea y los sistemas de cohetería con una renovación total balística y de radares. “La actualización de las defensas aéreo-espaciales de Rusia”, dice la agencia Ria Novosti, “llega a tiempo, considerando los nuevos retos estratégicos que presenta el despliegue del escudo balístico en Europa, impulsado por Estados Unidos”.
Según la Federación de Científicos de Estados Unidos en 2011 hay más de 20 mil 500 ojivas nucleares, 4 mil 800 en operación y de ellas, Rusia y Estados Unidos tienen 2 mil a ser usadas de inmediato. Es mejor desactivar el aventurerismo de Bush y negociar un ABM mejorado. ¡Y pronto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario