José Blanco / La Jornada
El pasado 5 de diciembre Merkel y Sarkozy, después de muchos encuentros, amarraron unos acuerdos cuyos contenidos provenían muy principalmente de la propuesta alemana. Los publicitaron y enviaron a los 27 miembros de la Unión Europea (UE).
Siguiendo la agenda prevista, el viernes 9 convocaron a los 27 socios de la UE para, de una vez, trazar un camino definitivo a la grave situación europea. Flaubert llamó "la rabia de querer concluir", a la pulsión de los europeos por querer acabar de un plumazo, en este caso con la crisis. Entre el 5 y el 9 los dirigentes europeos opinaron diversamente, pero por encima de todos estaba la oposición a ultranza de Reino Unido. Cameron amenazó con vetar la propuesta.
Se sabe: Reino Unido padece un blandengue europeísmo: la mayor parte de su corazón y de su cerebro se inclinan frente a Washington.
Esa rabia por terminar el viernes durante toda la noche, se logró muy a pesar de los enviados de Obama –que quería un acuerdo más radical, sobre todo en lo que hace al papel del Banco Central Europeo (BCE)– y de Inglaterra que terminó por ser abandonada por el resto de la UE.
En realidad el desplante del eje Berlín-París se hizo posible gracias a que China salió al rescate durante las horas de la enésima reunión "histórica" de los miembros de la zona euro. Su intención anunciada es crear un organismo para invertir hasta 300 mil millones de dólares. El objetivo, mejorar la rentabilidad de sus reservas de divisas extranjeras, las mayores del mundo. El organismo, al parecer, operará dos fondos, uno destinado a buscar oportunidades de inversión altamente rentables en Estados Unidos y otro en Europa, según Reuters.
El primer resultado de los nuevos tratados es que la unión ha empezado a desunirse. El desprendimiento de Inglaterra está consumado; y no es poca cosa la salida de la UE de la segunda mayor economía europea. Pero además, Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania y Suecia consultarán a sus respectivos parlamentos; se trata de los miembros de la UE fuera de la zona euro. Quizá estamos frente a otra desunión.
La nueva UE comprende una "verdadera" unión económica, una política presupuestaria común, una política común de (brutal) austeridad del gasto, una política fiscal común, una política común de supervisión financiera (que aplicará rudas sanciones a los descarriados) y una política común de regulación del marco laboral. No habrá más rescates como el emprendido para Grecia. Todo obligatorio. Falta saber si los 17 euromiembros someterán a sus sociedades a la tortura.
En la reunión un miembro acudió a la sinceridad: "No sabemos ni siquiera qué es lo que no sabemos". Clarísimo. Un pacto que obliga a todos a una mayor austeridad en un momento de recesión es exactamente lo contrario de lo que Europa necesita. Todos los países deben, ahora sí, mantener por ley, el déficit fiscal en 3 por ciento del gasto público, y la deuda pública no puede rebasar 60 por ciento del PIB. Si no ocurre habrá sanciones.
Sin formas de gestión de la crisis, como las transferencias fiscales de los más ricos a los miembros de menores ingresos y un banco central dispuesto a ser un prestamista de última instancia, las crisis financieras seguirán saltando las fronteras y condenando la zona euro en su conjunto a la recesión. Pero Angela recitó el dogma: el BCE está para impedir la inflación. ¿Inflación con las altas tasas de desempleo que vive la UE? Locura.
La verdad de fondo es que Merkozy no se impuso; imperó –nunca se ha ido–, el Consenso de Washington.
Países en la actualidad bajo el ataque "del mercado", como Italia y España, tienen un déficit manejable. La austeridad sólo hará que sus problemas empeoren. Sufrirán de los altos costos de endeudamiento –que de ello se encargarán las agencias calificadoras–, y los bancos se debilitarán más aún, será enormemente difícil el crecimiento económico y, por tanto, pagar sus deudas.
La eurozona tiene que pagar más de 1.1 billones de euros (en castellano), de deuda a largo y corto plazo en 2012, con cerca de 519 mil millones de euros, de la deuda italiana, francesa y alemana con vencimiento en el primer semestre, de acuerdo con Bloomberg News. ¿En qué circos continuarán frente a la insolvencia?
Stiglitz escribe: "Los mercados financieros son un capataz severo y caprichoso. Al día siguiente que España anunció su paquete de austeridad, se bajó la calificación a sus bonos. El problema no fue una falta de confianza de que el gobierno español cumpliera sus promesas, sino demasiada confianza en que sí lo haría, y que esto redujera el crecimiento y aumentara el desempleo de su nivel ya intolerable de 20 por ciento. En resumen, tras haber empujado al mundo en su actual descalabro financiero, los mercados financieros ahora dicen a países como Grecia y España: malditos sean si no recortan el gasto, pero malditos sean si lo hacen".
Flaubert dijo: "La rabia de querer concluir es una de las manías más funestas y más estériles...". Veremos el impacto de la iniciativa china.
El pasado 5 de diciembre Merkel y Sarkozy, después de muchos encuentros, amarraron unos acuerdos cuyos contenidos provenían muy principalmente de la propuesta alemana. Los publicitaron y enviaron a los 27 miembros de la Unión Europea (UE).
Siguiendo la agenda prevista, el viernes 9 convocaron a los 27 socios de la UE para, de una vez, trazar un camino definitivo a la grave situación europea. Flaubert llamó "la rabia de querer concluir", a la pulsión de los europeos por querer acabar de un plumazo, en este caso con la crisis. Entre el 5 y el 9 los dirigentes europeos opinaron diversamente, pero por encima de todos estaba la oposición a ultranza de Reino Unido. Cameron amenazó con vetar la propuesta.
Se sabe: Reino Unido padece un blandengue europeísmo: la mayor parte de su corazón y de su cerebro se inclinan frente a Washington.
Esa rabia por terminar el viernes durante toda la noche, se logró muy a pesar de los enviados de Obama –que quería un acuerdo más radical, sobre todo en lo que hace al papel del Banco Central Europeo (BCE)– y de Inglaterra que terminó por ser abandonada por el resto de la UE.
En realidad el desplante del eje Berlín-París se hizo posible gracias a que China salió al rescate durante las horas de la enésima reunión "histórica" de los miembros de la zona euro. Su intención anunciada es crear un organismo para invertir hasta 300 mil millones de dólares. El objetivo, mejorar la rentabilidad de sus reservas de divisas extranjeras, las mayores del mundo. El organismo, al parecer, operará dos fondos, uno destinado a buscar oportunidades de inversión altamente rentables en Estados Unidos y otro en Europa, según Reuters.
El primer resultado de los nuevos tratados es que la unión ha empezado a desunirse. El desprendimiento de Inglaterra está consumado; y no es poca cosa la salida de la UE de la segunda mayor economía europea. Pero además, Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania y Suecia consultarán a sus respectivos parlamentos; se trata de los miembros de la UE fuera de la zona euro. Quizá estamos frente a otra desunión.
La nueva UE comprende una "verdadera" unión económica, una política presupuestaria común, una política común de (brutal) austeridad del gasto, una política fiscal común, una política común de supervisión financiera (que aplicará rudas sanciones a los descarriados) y una política común de regulación del marco laboral. No habrá más rescates como el emprendido para Grecia. Todo obligatorio. Falta saber si los 17 euromiembros someterán a sus sociedades a la tortura.
En la reunión un miembro acudió a la sinceridad: "No sabemos ni siquiera qué es lo que no sabemos". Clarísimo. Un pacto que obliga a todos a una mayor austeridad en un momento de recesión es exactamente lo contrario de lo que Europa necesita. Todos los países deben, ahora sí, mantener por ley, el déficit fiscal en 3 por ciento del gasto público, y la deuda pública no puede rebasar 60 por ciento del PIB. Si no ocurre habrá sanciones.
Sin formas de gestión de la crisis, como las transferencias fiscales de los más ricos a los miembros de menores ingresos y un banco central dispuesto a ser un prestamista de última instancia, las crisis financieras seguirán saltando las fronteras y condenando la zona euro en su conjunto a la recesión. Pero Angela recitó el dogma: el BCE está para impedir la inflación. ¿Inflación con las altas tasas de desempleo que vive la UE? Locura.
La verdad de fondo es que Merkozy no se impuso; imperó –nunca se ha ido–, el Consenso de Washington.
Países en la actualidad bajo el ataque "del mercado", como Italia y España, tienen un déficit manejable. La austeridad sólo hará que sus problemas empeoren. Sufrirán de los altos costos de endeudamiento –que de ello se encargarán las agencias calificadoras–, y los bancos se debilitarán más aún, será enormemente difícil el crecimiento económico y, por tanto, pagar sus deudas.
La eurozona tiene que pagar más de 1.1 billones de euros (en castellano), de deuda a largo y corto plazo en 2012, con cerca de 519 mil millones de euros, de la deuda italiana, francesa y alemana con vencimiento en el primer semestre, de acuerdo con Bloomberg News. ¿En qué circos continuarán frente a la insolvencia?
Stiglitz escribe: "Los mercados financieros son un capataz severo y caprichoso. Al día siguiente que España anunció su paquete de austeridad, se bajó la calificación a sus bonos. El problema no fue una falta de confianza de que el gobierno español cumpliera sus promesas, sino demasiada confianza en que sí lo haría, y que esto redujera el crecimiento y aumentara el desempleo de su nivel ya intolerable de 20 por ciento. En resumen, tras haber empujado al mundo en su actual descalabro financiero, los mercados financieros ahora dicen a países como Grecia y España: malditos sean si no recortan el gasto, pero malditos sean si lo hacen".
Flaubert dijo: "La rabia de querer concluir es una de las manías más funestas y más estériles...". Veremos el impacto de la iniciativa china.
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