martes, 14 de diciembre de 2010

WIKILEAKS Y CORRUPCIÓN FINANCIERA

Irma Eréndira Sandoval / El Universal
La banca estadounidense ya tiene sus barbas a remojo después del sismo político y diplomático producido por el cablegate de WikiLeaks en días pasados, sobre todo a partir del caballeroso anuncio de Julian Assange que adelanta el siguiente golpe: la corrupción financiera global. Sin embargo, en México los barones del dinero, como dignos representantes del parroquialismo neoliberal y la vernácula corrupción, continúan actuando a sus anchas y siguen creyendo que su impunidad y desparpajo serán eternos.
Carlos Salinas de Gortari entregó el control de la banca a una pandilla de “casabolseros” que, de forma irresponsable, lucró y especuló con el dinero de todos los mexicanos. ¿Tenían los señores experiencia bancaria? No. ¿Contaban con gran prestigio y probidad? Tampoco. ¿Tenían suficiente dinero para la gran compra? Menos. Lo único que realmente tenían estos “empresarios” de nuevo cuño que se colaron al sistema financiero con el falso boleto de los “negocios bursátiles”, era una clara cercanía personal y política al que les repartió el pastel: su amigo Salinas de Gortari. A cambio, los “casabolseros”, sin dudarlo, ofrecieron su “lealtad eterna” al presidente, al estilo de las viejas camorras sicilianas.
Muchos de estos hoy ex banqueros han estado implicados en operaciones fraudulentas de diverso signo: Jorge Lankenau, Ángel Isidoro Rodríguez El Divino, Carlos Cabal Peniche, Roberto Hernández, Alfredo Harp Helú, Alberto Bailleres, José Madariaga Lomelín, Jorge Martínez Güitrón, Eugenio Garza Lagüera y Adrián Sada González, estos dos últimos vinculados a las operaciones de lavado de dinero del hermano incómodo, entre otros nuevos millonarios salinistas.
Pero la avaricia y voracidad por el dinero fácil por parte de estos “empresarios” no puede explicarlo todo en la trágica historia de la banca mexicana, que ha terminado extranjerizada y divorciada del crecimiento y desarrollo nacional. Gran parte de la responsabilidad recae precisamente en los gobernantes de ayer y hoy que permitieron que en la banca se institucionalizara un vasto y continuo despojo al erario a través de corruptas prácticas rentistas. Estos actores políticos siguen vivos y en acción: además del propio Carlos Salinas, tenemos a Ernesto Zedillo, Guillermo Ortiz y José Ángel Gurría, por mencionar sólo a algunos de quienes hoy gozan de mayor impunidad y regalías.
Guillermo Ortiz presidió el Comité de Desincorporación Bancaria desde donde, entre junio de 1991 y julio de 1992, condujo un proceso de privatización turbio y politizado al extremo que generó ingresos por más de 12 mil millones de dólares que a la fecha siguen sin ser transparentados, y en el cual, como él mismo lo ha reconocido, “participaron algunos pillos”, muchos de los cuales, por cierto, también eran sus amigos. Ángel Isidoro, alias El Divino , ha relatado que frecuentemente llevaba y traía en su avión personal al ex gobernador del banco central en viajes a Nueva York y a Vail, Colorado, adonde a Ortiz le gustaba ir a esquiar. Por los favores realizados desde los más altos mandos financieros, Ortiz ha sido hoy premiado con el cargo de presidente del Consejo de Administración de Banorte, uno de los bancos que más se beneficiaron del opaco manejo del rescate bancario del Fobaproa.
Por su parte, Zedillo, como artífice principal de este multimillonario atraco a la nación, vive exiliado en Yale, su alma mater neoliberal. Junto con Salinas, Ortiz, Gurría y otros conspicuos y torpes “tecnócratas”, el ex presidente dejó sumido al país en el desastre económico, con una banca extranjerizada que tiene al país sin soberanía en su sistema de pagos y de crédito, y con una ominosa deuda pública de origen anticonstitucional que hoy alcanza ya el 20% del Producto Interno Bruto. Sin embargo, a pesar de todas sus torpezas macroeconómicas y políticas, o quizás precisamente por ellas, Zedillo hoy forma parte de los consejos de administración de Citigroup, Procter & Gamble, Alcoa, Union Pacific, Global Development Network, Coca-Cola Company y, más recientemente, PRISA, que con agrado pagan hoy puntuales a quien ayer tan bien les sirviera desde la Presidencia de México.
La más reciente divulgación de los cables diplomáticos, cuya lectura ha sido decretada prohibida por el gobierno de Estados Unidos a todos sus burócratas y contratistas, no es el “11 de septiembre de la diplomacia internacional”. Tal comparación cae en el juego de los grupos políticos de ultraderecha que han afirmado que el fundador de WikiLeaks es solamente un “terrorista” más. Pero Julian Assange es más un idealista que busca contribuir al movimiento internacional a favor de la rendición de cuentas, que en esta hora, como nunca, incluye no solamente a los gobiernos, sino también al poder financiero.
Laboratorio de Documentación y Análisis de la Corrupción y Transparencia de la UNAM


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