Alberto Aziz Nassif / El Universal
Mientras Julian Assange, cabeza de WikiLeaks, se encuentra en prisión en Londres por haber publicado información “confidencial” de la diplomacia de EU, Liu Xiaobo (nacido en 1955) permanece en una cárcel china por demandar democracia para su país. En un caso, se debate la transparencia y la potencialidad del internet para develar información, lo cual toca de lleno los límites y restricciones a las libertades de expresión; en el otro, se da una lucha pacífica para cambiar un régimen dictatorial. El Nobel encarcelado cometió la falta de demandar condiciones mínimas para establecer una democracia en China. La nueva potencia económica hizo todo lo que pudo para que el activista no pudiera ir a recibir su merecido Premio Nobel de la Paz 2010.
Desde que se anunció el premio para Liu Xiaobo, el gobierno chino puso en marcha una estrategia contraproducente. A medida que quiso silenciar a sus presos políticos, más fuerte se escuchó la disidencia. Con la descalificación al Nobel, el gobierno chino perdió legitimidad, sobre todo internacional. Con el ocultamiento y la censura de las páginas de internet y de las transmisiones de televisión (NRK, BBC, CNN), el caso se volvió nota internacional; a medida que se endureció la represión en contra del premio Nobel, se hizo un arresto domiciliario a su esposa, Lia Xia, se impidió que cualquier familiar asistiera a recibir el Premio, y más se legitimó la causa y la lucha de Liu. Una silla vacía, una enorme foto y un gran reconocimiento fueron los registros de esta ausencia que se hizo presente el pasado 10 diciembre en el ayuntamiento de la ciudad de Oslo, Noruega.
La historia inmediata se remonta a la Navidad pasada, cuando un tribunal de Pekín condenó a Liu a 11 años de prisión por haber impulsado y firmado la famosa Carta 08, que es un manifiesto que pide reformas democráticas para China. El gobierno lo consideró como un texto que incita a “la subversión del poder del Estado”. Esta carta ha sido firmada por más de 10 mil personas, de acuerdo con China Human Rights Defenders (El País, 25/12/2009). Las demandas son elementales, se pide un sistema multipartidista, justicia independiente, separación de poderes, respeto a los derechos humanos, elecciones democráticas, libertades de asociación, reunión, expresión y religiosa; se pide una reforma fiscal, una república federal, seguridad social y respeto al medio ambiente. Es decir, nada que no forme parte de un proyecto mínimo de modernización democrática para un país.
Junto con China, otros 18 países decidieron no asistir a la ceremonia de entrega de los Premios Nobel, lo que aporta un mapa de las zonas de mayor influencia del país que hoy se ubica como la segunda economía mundial. Ya sea por conveniencia, interés, presión o coincidencia ideológica, también anunciaron su ausencia Rusia, Cuba, Venezuela, Colombia, Marruecos, Egipto, Túnez, Sudán, Serbia, Filipinas, Irak, Irán, Vietnam, Paquistán, Afganistán, Kazajistán, Arabia Saudita y Ucrania (El País, 07/12/ 2010).
A diferencia de otros activistas que han recibido este reconocimiento, el caso de Liu se complica no sólo por la virulenta reacción del gobierno chino, sino por tratarse de la segunda economía mundial. La silla vacía en Oslo pone a prueba las relaciones del mundo con China, porque se puede seguir con actitudes pragmáticas o incluso cínicas y taparse los ojos sobre lo que pasa en China, pero a fin de cuentas no se puede negar que hoy es un régimen de partido único, con libertades muy limitadas y sin respeto a los derechos humanos; un país que ejerce el poder de forma autoritaria sobre 1,300 millones de habitantes.
No es la primera vez que no asiste un Nobel de la Paz a recibir el premio, también estuvieron ausentes: en 1975, el ruso Andrei Sajarov; en 1983, el polaco Lech Walesa, y en 1991, la birmana Aung San Suu Kyi, según lo recordó el presidente del Comité Noruego del Nobel de la Paz, Thorbjorn Jagland. En tiempos de globalización, la lucha de personas como Liu Xiaobo por la democratización de China será tal vez una de las batallas más importantes de este complicado Siglo XXI.
Ante la silla vacía que dejó Liu, fue la legendaria actriz Liv Ullmann la que leyó un texto del disidente chino en donde éste afirmó no tener “enemigos” ni sentir “odio” hacia el régimen chino, y proclamó que el progreso político en este país asiático “no parará” y llegará “una futura China libre (…) Espero ser la última víctima de las literalmente infinitas inquisiciones de China y que, de ahora en adelante, nadie sea incriminado por expresarse” (El País, 10/12/2010). ¡Felicidades al Nobel de la Paz 2010…!
Investigador del CIESAS
Mientras Julian Assange, cabeza de WikiLeaks, se encuentra en prisión en Londres por haber publicado información “confidencial” de la diplomacia de EU, Liu Xiaobo (nacido en 1955) permanece en una cárcel china por demandar democracia para su país. En un caso, se debate la transparencia y la potencialidad del internet para develar información, lo cual toca de lleno los límites y restricciones a las libertades de expresión; en el otro, se da una lucha pacífica para cambiar un régimen dictatorial. El Nobel encarcelado cometió la falta de demandar condiciones mínimas para establecer una democracia en China. La nueva potencia económica hizo todo lo que pudo para que el activista no pudiera ir a recibir su merecido Premio Nobel de la Paz 2010.
Desde que se anunció el premio para Liu Xiaobo, el gobierno chino puso en marcha una estrategia contraproducente. A medida que quiso silenciar a sus presos políticos, más fuerte se escuchó la disidencia. Con la descalificación al Nobel, el gobierno chino perdió legitimidad, sobre todo internacional. Con el ocultamiento y la censura de las páginas de internet y de las transmisiones de televisión (NRK, BBC, CNN), el caso se volvió nota internacional; a medida que se endureció la represión en contra del premio Nobel, se hizo un arresto domiciliario a su esposa, Lia Xia, se impidió que cualquier familiar asistiera a recibir el Premio, y más se legitimó la causa y la lucha de Liu. Una silla vacía, una enorme foto y un gran reconocimiento fueron los registros de esta ausencia que se hizo presente el pasado 10 diciembre en el ayuntamiento de la ciudad de Oslo, Noruega.
La historia inmediata se remonta a la Navidad pasada, cuando un tribunal de Pekín condenó a Liu a 11 años de prisión por haber impulsado y firmado la famosa Carta 08, que es un manifiesto que pide reformas democráticas para China. El gobierno lo consideró como un texto que incita a “la subversión del poder del Estado”. Esta carta ha sido firmada por más de 10 mil personas, de acuerdo con China Human Rights Defenders (El País, 25/12/2009). Las demandas son elementales, se pide un sistema multipartidista, justicia independiente, separación de poderes, respeto a los derechos humanos, elecciones democráticas, libertades de asociación, reunión, expresión y religiosa; se pide una reforma fiscal, una república federal, seguridad social y respeto al medio ambiente. Es decir, nada que no forme parte de un proyecto mínimo de modernización democrática para un país.
Junto con China, otros 18 países decidieron no asistir a la ceremonia de entrega de los Premios Nobel, lo que aporta un mapa de las zonas de mayor influencia del país que hoy se ubica como la segunda economía mundial. Ya sea por conveniencia, interés, presión o coincidencia ideológica, también anunciaron su ausencia Rusia, Cuba, Venezuela, Colombia, Marruecos, Egipto, Túnez, Sudán, Serbia, Filipinas, Irak, Irán, Vietnam, Paquistán, Afganistán, Kazajistán, Arabia Saudita y Ucrania (El País, 07/12/ 2010).
A diferencia de otros activistas que han recibido este reconocimiento, el caso de Liu se complica no sólo por la virulenta reacción del gobierno chino, sino por tratarse de la segunda economía mundial. La silla vacía en Oslo pone a prueba las relaciones del mundo con China, porque se puede seguir con actitudes pragmáticas o incluso cínicas y taparse los ojos sobre lo que pasa en China, pero a fin de cuentas no se puede negar que hoy es un régimen de partido único, con libertades muy limitadas y sin respeto a los derechos humanos; un país que ejerce el poder de forma autoritaria sobre 1,300 millones de habitantes.
No es la primera vez que no asiste un Nobel de la Paz a recibir el premio, también estuvieron ausentes: en 1975, el ruso Andrei Sajarov; en 1983, el polaco Lech Walesa, y en 1991, la birmana Aung San Suu Kyi, según lo recordó el presidente del Comité Noruego del Nobel de la Paz, Thorbjorn Jagland. En tiempos de globalización, la lucha de personas como Liu Xiaobo por la democratización de China será tal vez una de las batallas más importantes de este complicado Siglo XXI.
Ante la silla vacía que dejó Liu, fue la legendaria actriz Liv Ullmann la que leyó un texto del disidente chino en donde éste afirmó no tener “enemigos” ni sentir “odio” hacia el régimen chino, y proclamó que el progreso político en este país asiático “no parará” y llegará “una futura China libre (…) Espero ser la última víctima de las literalmente infinitas inquisiciones de China y que, de ahora en adelante, nadie sea incriminado por expresarse” (El País, 10/12/2010). ¡Felicidades al Nobel de la Paz 2010…!
Investigador del CIESAS
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