José Carreño Carlón / El Universal
Vuelve a la agenda pública un tema tabú, con la pancarta de Apatzingán que el lunes publicitaron algunos medios con la frase de que “La Familia Michoacana somos más que un Estado”, en alusión a esa banda criminal, y con la pregunta de si México está camino de convertirse en un Estado fallido que hace la promoción del paquete de investigaciones sobre nuestro país elaborado por Stratfor —el think tank estadounidense de estudios de inteligencia global.
Atendible por la agudeza frecuente de sus análisis, aunque con una proclividad al estereotipo que lo ha conducido a imprecisiones históricas relevantes, Stratfor llama esta vez a sus potenciales suscriptores a olvidarse de las playas y de las zonas arqueológicas mexicanas, ante el balance que hace del país en el año que termina el más sangriento de esta historia. Habrá que analizar estos materiales con la serenidad y la atención que merecen y sin los prejuicios en un sentido o en otro que frecuentemente despiertan.
Mientras tanto, conviene preguntarse si los expertos en Estados fallidos de la academia y del Departamento de Estado de EU no terminarán más bien graduados en la empresa de provocar o acelerar —deliberada o involuntariamente— el tránsito a esa condición de fallidos de los Estados estudiados bajo esa hipótesis de investigación.
Y es que suele ocurrir que, una vez trasvasada una hipótesis académica a las esferas del poder y a los análisis de inteligencia, esa hipótesis termina transformándose en una profecía que, a su vez —incorporada a las estrategias de un super poder, como el que todavía detenta Estados Unidos— termina convertida en profecía en proceso de autocumplimiento o autorrealización.
Calma y tempestad
Ahora que llega la calma, tras la tempestad mediática de las filtraciones de WikiLeaks, o sea, ahora que se agota el ciclo noticioso de la divulgación de los mensajes enviados por las embajadas estadounidenses y la atención se reduce a la suerte procesal del fundador de aquella organización, vale la pena analizar esos mensajes desde la óptica de estas hipótesis de Washington sobre Estados fallidos.
Porque nada sería más intrascendente que seguir con el tratamiento elemental de las columnas periodísticas sobre lo que dijeron unos de otros y si se volverán a mirar a los ojos los informantes y quienes fueron objeto de sus informes, o si se alejarán sin decirse adiós, como lo sugieren algunos espacios mediáticos más cercanos al bolero ranchero o a las telenovelas que al análisis de la información. Incluso la operación para salvar cara del telefonema entre Obama y Calderón para supuestamente aclarar paradas resulta estratégicamente irrelevante, lo mismo que el dicho de ayer de AMLO de que los mensajes estadounidenses reflejan cómo se vulnera la soberanía nacional.
El cuestionario es el mensaje
A este respecto, tiendo a coincidir con quienes sostienen que este “Cablegate” deja ver a un cuerpo diplomático estadounidense que cumple con su obligación de informar de lo que ocurre en los países en que está adscrito, más allá de la incomodidad que genera ver publicados informes de trabajo que no están pensados para hacerse públicos ni tienen por qué ser comedidos con sus contrapartes.
Diseñados para ejercicios de inteligencia y elaboración de políticas y estrategias de Washington, pero exhibidos ahora públicamente, la principal revelación de estos trabajos, si se tratara de elaborar respuestas estratégicas desde México, sería lo no publicado: el cuestionario de los agentes estadounidenses en nuestro país, al que responden solícitas las contrapartes mexicanas. Porque todo parece orientado a documentar la hipótesis del Estado fallido: las zonas fuera de control del Estado nacional, los desarreglos institucionales y la consecuente descoordinación de las fuerzas de seguridad y la inoperancia del Estado de derecho con la impunidad en que queda casi el 100% de los delitos. El cuestionario es el mensaje de esta profecía en proceso de autorrealización.
Académico
Vuelve a la agenda pública un tema tabú, con la pancarta de Apatzingán que el lunes publicitaron algunos medios con la frase de que “La Familia Michoacana somos más que un Estado”, en alusión a esa banda criminal, y con la pregunta de si México está camino de convertirse en un Estado fallido que hace la promoción del paquete de investigaciones sobre nuestro país elaborado por Stratfor —el think tank estadounidense de estudios de inteligencia global.
Atendible por la agudeza frecuente de sus análisis, aunque con una proclividad al estereotipo que lo ha conducido a imprecisiones históricas relevantes, Stratfor llama esta vez a sus potenciales suscriptores a olvidarse de las playas y de las zonas arqueológicas mexicanas, ante el balance que hace del país en el año que termina el más sangriento de esta historia. Habrá que analizar estos materiales con la serenidad y la atención que merecen y sin los prejuicios en un sentido o en otro que frecuentemente despiertan.
Mientras tanto, conviene preguntarse si los expertos en Estados fallidos de la academia y del Departamento de Estado de EU no terminarán más bien graduados en la empresa de provocar o acelerar —deliberada o involuntariamente— el tránsito a esa condición de fallidos de los Estados estudiados bajo esa hipótesis de investigación.
Y es que suele ocurrir que, una vez trasvasada una hipótesis académica a las esferas del poder y a los análisis de inteligencia, esa hipótesis termina transformándose en una profecía que, a su vez —incorporada a las estrategias de un super poder, como el que todavía detenta Estados Unidos— termina convertida en profecía en proceso de autocumplimiento o autorrealización.
Calma y tempestad
Ahora que llega la calma, tras la tempestad mediática de las filtraciones de WikiLeaks, o sea, ahora que se agota el ciclo noticioso de la divulgación de los mensajes enviados por las embajadas estadounidenses y la atención se reduce a la suerte procesal del fundador de aquella organización, vale la pena analizar esos mensajes desde la óptica de estas hipótesis de Washington sobre Estados fallidos.
Porque nada sería más intrascendente que seguir con el tratamiento elemental de las columnas periodísticas sobre lo que dijeron unos de otros y si se volverán a mirar a los ojos los informantes y quienes fueron objeto de sus informes, o si se alejarán sin decirse adiós, como lo sugieren algunos espacios mediáticos más cercanos al bolero ranchero o a las telenovelas que al análisis de la información. Incluso la operación para salvar cara del telefonema entre Obama y Calderón para supuestamente aclarar paradas resulta estratégicamente irrelevante, lo mismo que el dicho de ayer de AMLO de que los mensajes estadounidenses reflejan cómo se vulnera la soberanía nacional.
El cuestionario es el mensaje
A este respecto, tiendo a coincidir con quienes sostienen que este “Cablegate” deja ver a un cuerpo diplomático estadounidense que cumple con su obligación de informar de lo que ocurre en los países en que está adscrito, más allá de la incomodidad que genera ver publicados informes de trabajo que no están pensados para hacerse públicos ni tienen por qué ser comedidos con sus contrapartes.
Diseñados para ejercicios de inteligencia y elaboración de políticas y estrategias de Washington, pero exhibidos ahora públicamente, la principal revelación de estos trabajos, si se tratara de elaborar respuestas estratégicas desde México, sería lo no publicado: el cuestionario de los agentes estadounidenses en nuestro país, al que responden solícitas las contrapartes mexicanas. Porque todo parece orientado a documentar la hipótesis del Estado fallido: las zonas fuera de control del Estado nacional, los desarreglos institucionales y la consecuente descoordinación de las fuerzas de seguridad y la inoperancia del Estado de derecho con la impunidad en que queda casi el 100% de los delitos. El cuestionario es el mensaje de esta profecía en proceso de autorrealización.
Académico
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