Jorge A. Chávez Presa / El Universal
Si hay algo que ha faltado en México es justicia en todos sus ámbitos, y el sector financiero no se escapa de esta debilidad. El pequeño y mediano ahorrador no ha tenido acceso directo a rendimientos positivos y libres de riesgo. Sus opciones han sido muy limitadas empezando por el acceso a un instrumento que le dé seguridad, rendimiento y liquidez.
Afortunadamente, esto va a cambiar. En lo que resulta un hito en la historia del sistema financiero mexicano, el pasado viernes 26 de noviembre, el presidente Felipe Calderón inauguró el programa “cetesdirecto”, el cual abre la puerta al ciudadano de a pie para adquirir instrumentos de la amplia gama de bonos de deuda pública que emite el gobierno federal.
A través de este programa, se asegura que todos los mexicanos puedan participar, y con ello, iniciarse en el hábito del ahorro. Con ello, México logra ofrecer por primera vez algo que otros países como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, España, Japón y Brasil ofrecen a su población. A mí me quedó muy marcado que, desde hace décadas, antes de la aparición de internet, el Tesoro del gobierno de los Estados Unidos anunciaba en periódicos y revistas sus bonos, para ser adquiridos por correo y hasta ordenarlos por teléfono.
El monto mínimo que se estableció en México para acceder a este instrumento de ahorro financiero, que son los valores gubernamentales, es de 100 pesos, lo cual contrasta favorablemente con la cantidad fijada en Estados Unidos, que es de 100 dólares. Hasta antes de esta disposición, sólo intermediarios financieros como bancos, aseguradoras y casas de bolsa, eran los que podían adquirir estos instrumentos de ahorro. Después, bancos y casas de bolsa los ofrecían al público ahorrador a través de sociedades de inversión, o abriendo en el caso de las casas de bolsa, un contrato. En cualquiera de las modalidades, siempre hay una comisión directa o indirecta.
La innovación financiera consiste en que ahora cualquier ciudadano podrá comprar Certificados de la Tesorería (Cetes), que van a un plazo desde 28 días hasta 364 días; los Bondes, que van de dos hasta cinco años; los Udibonos, que aseguran una tasa por encima de la inflación, que cubren los plazos de tres a 30 años; así como los bonos a tasa fija que tienen plazos de tres a 30 años. Todos estos instrumentos se podrán, a partir de ahora, adquirir directamente. Además de facilitar el acceso al ahorro formal, que representa uno de los flancos más criticables de nuestro sistema financiero, no se pagará comisión por adquirir el valor gubernamental.
Al permitir el acceso a rendimientos reales al pequeño ahorrador que no busca correr riesgos, se está también innovando en materia financiera. Esto significa que el interés que recibirán los pequeños y medianos ahorradores, supera lo que la inflación se “come” del poder adquisitivo del dinero, ya sea manteniéndolo debajo del colchón o en el banco en una cuenta de ahorros o en la chequera. La historia que muestra el rendimiento de las cuentas de ahorro es francamente patética. Desafortunadamente, el rendimiento, después de descontar el incremento en los precios de los bienes y servicios, que han pagado las cuentas de ahorro ha sido negativo, o puesto en otros términos: el banco ha cobrado muy cara la custodia del dinero que los pequeños y medianos ahorradores han puesto en este tipo de cuentas.
Una asignatura pendiente de la sociedad mexicana con la economía, es el de incrementar su capacidad de ahorro, especialmente por la vía financiera, para que pueda haber una intermediación entre quienes generan excedentes y quienes tienen proyectos rentables de inversión. Es un hecho, ahorramos muy poco, tanto para lo que necesita el país para invertir, como al hacer la comparación con las economías asiáticas. En la década de los setenta y los ochenta, las devaluaciones y la inflación mataron el incentivo a ahorrar. Sin embargo, lo que la mayor parte del tiempo dio un rendimiento por encima de la inflación, fueron los instrumentos de deuda del gobierno federal. Grandes fortunas se hicieron invirtiendo en Cetes, y esta opción estuvo abierta sólo para personas de altos ingresos.
Por ello, “cetesdirecto” no solamente es una innovación en México, sino una medida concreta de inclusión financiera, o mejor dicho, de justicia financiera.
Economista
Si hay algo que ha faltado en México es justicia en todos sus ámbitos, y el sector financiero no se escapa de esta debilidad. El pequeño y mediano ahorrador no ha tenido acceso directo a rendimientos positivos y libres de riesgo. Sus opciones han sido muy limitadas empezando por el acceso a un instrumento que le dé seguridad, rendimiento y liquidez.
Afortunadamente, esto va a cambiar. En lo que resulta un hito en la historia del sistema financiero mexicano, el pasado viernes 26 de noviembre, el presidente Felipe Calderón inauguró el programa “cetesdirecto”, el cual abre la puerta al ciudadano de a pie para adquirir instrumentos de la amplia gama de bonos de deuda pública que emite el gobierno federal.
A través de este programa, se asegura que todos los mexicanos puedan participar, y con ello, iniciarse en el hábito del ahorro. Con ello, México logra ofrecer por primera vez algo que otros países como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, España, Japón y Brasil ofrecen a su población. A mí me quedó muy marcado que, desde hace décadas, antes de la aparición de internet, el Tesoro del gobierno de los Estados Unidos anunciaba en periódicos y revistas sus bonos, para ser adquiridos por correo y hasta ordenarlos por teléfono.
El monto mínimo que se estableció en México para acceder a este instrumento de ahorro financiero, que son los valores gubernamentales, es de 100 pesos, lo cual contrasta favorablemente con la cantidad fijada en Estados Unidos, que es de 100 dólares. Hasta antes de esta disposición, sólo intermediarios financieros como bancos, aseguradoras y casas de bolsa, eran los que podían adquirir estos instrumentos de ahorro. Después, bancos y casas de bolsa los ofrecían al público ahorrador a través de sociedades de inversión, o abriendo en el caso de las casas de bolsa, un contrato. En cualquiera de las modalidades, siempre hay una comisión directa o indirecta.
La innovación financiera consiste en que ahora cualquier ciudadano podrá comprar Certificados de la Tesorería (Cetes), que van a un plazo desde 28 días hasta 364 días; los Bondes, que van de dos hasta cinco años; los Udibonos, que aseguran una tasa por encima de la inflación, que cubren los plazos de tres a 30 años; así como los bonos a tasa fija que tienen plazos de tres a 30 años. Todos estos instrumentos se podrán, a partir de ahora, adquirir directamente. Además de facilitar el acceso al ahorro formal, que representa uno de los flancos más criticables de nuestro sistema financiero, no se pagará comisión por adquirir el valor gubernamental.
Al permitir el acceso a rendimientos reales al pequeño ahorrador que no busca correr riesgos, se está también innovando en materia financiera. Esto significa que el interés que recibirán los pequeños y medianos ahorradores, supera lo que la inflación se “come” del poder adquisitivo del dinero, ya sea manteniéndolo debajo del colchón o en el banco en una cuenta de ahorros o en la chequera. La historia que muestra el rendimiento de las cuentas de ahorro es francamente patética. Desafortunadamente, el rendimiento, después de descontar el incremento en los precios de los bienes y servicios, que han pagado las cuentas de ahorro ha sido negativo, o puesto en otros términos: el banco ha cobrado muy cara la custodia del dinero que los pequeños y medianos ahorradores han puesto en este tipo de cuentas.
Una asignatura pendiente de la sociedad mexicana con la economía, es el de incrementar su capacidad de ahorro, especialmente por la vía financiera, para que pueda haber una intermediación entre quienes generan excedentes y quienes tienen proyectos rentables de inversión. Es un hecho, ahorramos muy poco, tanto para lo que necesita el país para invertir, como al hacer la comparación con las economías asiáticas. En la década de los setenta y los ochenta, las devaluaciones y la inflación mataron el incentivo a ahorrar. Sin embargo, lo que la mayor parte del tiempo dio un rendimiento por encima de la inflación, fueron los instrumentos de deuda del gobierno federal. Grandes fortunas se hicieron invirtiendo en Cetes, y esta opción estuvo abierta sólo para personas de altos ingresos.
Por ello, “cetesdirecto” no solamente es una innovación en México, sino una medida concreta de inclusión financiera, o mejor dicho, de justicia financiera.
Economista
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