SERGIO SARMIENTO / REFORMA
JAQUE MATE
"La independencia económica es el cimiento de la única clase de independencia que tiene valor."
Henry Louis Mencken
No está claro que el movimiento que culminó en el Grito de Dolores del 16 de septiembre de 1810 buscaba la independencia. La conspiración de Querétaro sólo pretendía preservar la corona de la Nueva España para Fernando VII, el legítimo heredero del trono español usurpado por el francés José Bonaparte. El padre Miguel Hidalgo no pidió la independencia esa madrugada en Dolores, aunque sí lanzó al parecer una consigna contra el mal gobierno virreinal. Pero si la rebelión no buscaba la independencia, por lo menos no en un principio, sí pretendía un mejor nivel de vida para los mexicanos.
La independencia llegó 11 años después, el 28 de septiembre de 1821, cuando se firmó el acta que la formalizaba y creaba una junta de gobierno presidida por Agustín de Iturbide. A 201 años del inicio de la rebelión, sin embargo, nos hemos quedado rezagados en lo económico frente a otros países.
Hoy México es más próspero que al final del virreinato. En 1820, en vísperas de la independencia, el producto interno bruto per cápita alcanzaba los 759 dólares (Angus Maddison, The World Economy; OECD, 2006; dólares internacionales con poder de compra de 1990). En 2010 el PIB per cápita de México alcanzaba los 9,566 dólares corrientes, según el FMI.
Sin embargo, muchos países del mundo, entre ellos la antigua metrópoli colonial, España, y nuestro vecino, Estados Unidos, han progresado mucho más. En 1820 el novohispano promedio era 29 por ciento más pobre que el español. Para 2010 los mexicanos ya éramos 69 por ciento más pobres que los españoles. Frente a los Estados Unidos, hemos pasado de ser 40 por ciento más pobres en 1820 a 80 por ciento en 2010 (cálculos propios con cifras de Angus Maddison para 1820 y del FMI para 2010).
La independencia es valiosa en sí misma. Todos los humanos tenemos derecho a participar en las decisiones que competen a nuestra comunidad. La verdadera soberanía, sin embargo, sólo puede construirse sobre la libertad económica. Los gobiernos del México independiente nos han fallado porque no han sabido utilizar la libertad ganada tras la guerra de 1810-1821 para tomar las decisiones económicas que nos habrían permitido progresar cuando menos tanto como nuestros antiguos amos coloniales o nuestros vecinos.
Lo peor es que muchas de las decisiones que han rezagado a nuestro país las han tomado políticos con el argumento de que están fortaleciendo nuestra soberanía. El cierre de la industria petrolera a la inversión privada, sin embargo, sólo ha servido para disminuir la productividad de la explotación del recurso natural más valioso que tenemos. El monopolio de electricidad ha disminuido la competitividad de nuestras empresas. La falta de una reforma fiscal ha hecho que empleemos los ingresos de un recurso natural no renovable, el petróleo, para subsidiar un gasto corriente gubernamental altamente ineficaz. La legislación laboral, en lugar de favorecer a los trabajadores, ha enriquecido a los líderes sindicales y ha obstaculizado la creación de empleos.
Es maravilloso que México pueda festejar en libertad el inicio de la guerra de independencia hace 201 años. Pero es triste que lo hagamos siendo más pobres de lo que éramos entonces frente a la potencia colonial o frente a los vecinos que han tenido las mismas oportunidades de desarrollo que nosotros.
Algo hemos hecho mal. Mientras no lo reconozcamos, y nuestros políticos sigan pretendiendo que las políticas que nos han empobrecido son motivo de orgullo, seguiremos quedándonos atrás del resto del mundo.
Es increíble que los ciudadanos aceptemos que se suspendan o reprogramen 216 vuelos del aeropuerto internacional de la ciudad de México para la realización de un desfile. Bien escribía Octavio Paz: "Nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares."
JAQUE MATE
"La independencia económica es el cimiento de la única clase de independencia que tiene valor."
Henry Louis Mencken
No está claro que el movimiento que culminó en el Grito de Dolores del 16 de septiembre de 1810 buscaba la independencia. La conspiración de Querétaro sólo pretendía preservar la corona de la Nueva España para Fernando VII, el legítimo heredero del trono español usurpado por el francés José Bonaparte. El padre Miguel Hidalgo no pidió la independencia esa madrugada en Dolores, aunque sí lanzó al parecer una consigna contra el mal gobierno virreinal. Pero si la rebelión no buscaba la independencia, por lo menos no en un principio, sí pretendía un mejor nivel de vida para los mexicanos.
La independencia llegó 11 años después, el 28 de septiembre de 1821, cuando se firmó el acta que la formalizaba y creaba una junta de gobierno presidida por Agustín de Iturbide. A 201 años del inicio de la rebelión, sin embargo, nos hemos quedado rezagados en lo económico frente a otros países.
Hoy México es más próspero que al final del virreinato. En 1820, en vísperas de la independencia, el producto interno bruto per cápita alcanzaba los 759 dólares (Angus Maddison, The World Economy; OECD, 2006; dólares internacionales con poder de compra de 1990). En 2010 el PIB per cápita de México alcanzaba los 9,566 dólares corrientes, según el FMI.
Sin embargo, muchos países del mundo, entre ellos la antigua metrópoli colonial, España, y nuestro vecino, Estados Unidos, han progresado mucho más. En 1820 el novohispano promedio era 29 por ciento más pobre que el español. Para 2010 los mexicanos ya éramos 69 por ciento más pobres que los españoles. Frente a los Estados Unidos, hemos pasado de ser 40 por ciento más pobres en 1820 a 80 por ciento en 2010 (cálculos propios con cifras de Angus Maddison para 1820 y del FMI para 2010).
La independencia es valiosa en sí misma. Todos los humanos tenemos derecho a participar en las decisiones que competen a nuestra comunidad. La verdadera soberanía, sin embargo, sólo puede construirse sobre la libertad económica. Los gobiernos del México independiente nos han fallado porque no han sabido utilizar la libertad ganada tras la guerra de 1810-1821 para tomar las decisiones económicas que nos habrían permitido progresar cuando menos tanto como nuestros antiguos amos coloniales o nuestros vecinos.
Lo peor es que muchas de las decisiones que han rezagado a nuestro país las han tomado políticos con el argumento de que están fortaleciendo nuestra soberanía. El cierre de la industria petrolera a la inversión privada, sin embargo, sólo ha servido para disminuir la productividad de la explotación del recurso natural más valioso que tenemos. El monopolio de electricidad ha disminuido la competitividad de nuestras empresas. La falta de una reforma fiscal ha hecho que empleemos los ingresos de un recurso natural no renovable, el petróleo, para subsidiar un gasto corriente gubernamental altamente ineficaz. La legislación laboral, en lugar de favorecer a los trabajadores, ha enriquecido a los líderes sindicales y ha obstaculizado la creación de empleos.
Es maravilloso que México pueda festejar en libertad el inicio de la guerra de independencia hace 201 años. Pero es triste que lo hagamos siendo más pobres de lo que éramos entonces frente a la potencia colonial o frente a los vecinos que han tenido las mismas oportunidades de desarrollo que nosotros.
Algo hemos hecho mal. Mientras no lo reconozcamos, y nuestros políticos sigan pretendiendo que las políticas que nos han empobrecido son motivo de orgullo, seguiremos quedándonos atrás del resto del mundo.
Es increíble que los ciudadanos aceptemos que se suspendan o reprogramen 216 vuelos del aeropuerto internacional de la ciudad de México para la realización de un desfile. Bien escribía Octavio Paz: "Nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares."
No hay comentarios:
Publicar un comentario