SERGIO SARMIENTO / REFORMA
JAQUE MATE
"Ninguna clase está capacitada para gobernar."
Lord Acton
En los años cuarenta México hizo su transición de la era de los presidentes militares a los civiles. Manuel Ávila Camacho fue el último militar en la presidencia y lo sucedió en 1946 Miguel Alemán Valdés, hijo de general, pero abogado y civil.
Durante décadas, de hecho, todos los presidentes fueron no sólo civiles sino abogados de la Universidad Nacional Autónoma de México. Esta casa de estudios tenía un monopolio no sólo sobre la Presidencia de la República sino sobre muchos de los cargos públicos más importantes. Para tener éxito en la política había que ser abogado de la UNAM.
Por tradición sólo unos cargos se reservaban a otras profesiones. Los militares tenían -y tienen-- la Secretaría de la Defensa. Usualmente un ingeniero se hacía cargo de la Secretaría de Obras Públicas, después llamada Secretaría de Comunicaciones y Transportes. La Secretaría de Salud se reservaba a un médico. Y si bien en la Secretaría de Hacienda había economistas que hacían el trabajo técnico, era común que la titularidad se encargara también a un abogado de la UNAM, como Antonio Ortiz Mena o José López Portillo.
Miguel de la Madrid fue el último abogado de la UNAM en ocupar la presidencia. Carlos Salinas era economista, pero también se graduó de esa universidad pública. Ernesto Zedillo salió del Politécnico, mientras que Vicente Fox consiguió una tardía licenciatura en mercadotecnia de la Universidad Iberoamericana. Felipe Calderón es abogado, pero no de la UNAM sino de la Escuela Libre de Derecho.
El monopolio de los abogados de la UNAM sobre los cargos políticos no sólo se ha desvanecido sino que ahora es difícil encontrar a alguno en las principales responsabilidades. La mayor parte de los altos funcionarios parecen surgir hoy de las filas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y en particular de su escuela de economía. Si en un principio pareció que Pedro Aspe y Francisco Gil Díaz, ambos secretarios de Hacienda, eran una excepción, hoy la excepción se ha convertido en regla.
José Antonio Meade, el nuevo secretario de Hacienda, es efectivamente economista del ITAM con doctorado en Yale (aunque cuenta además con una licenciatura en derecho de la UNAM). Dionisio Pérez-Jácome, secretario de Comunicaciones y Transportes, es economista del ITAM. Ernesto Cordero, recién salido de la SHCP, es actuario con maestría en economía del ITAM. Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, es economista del ITAM. Salomón Chertorivski, el nuevo secretario de Salud, también lo es.
La presencia de economistas del ITAM en el seno del actual gobierno es abrumadora. No hay un monopolio como el que virtualmente tuvieron antes los abogados de la UNAM. El secretario de Gobernación, por ejemplo, Francisco Blake, es abogado por la Universidad Autónoma de Baja California y el secretario de Economía, Bruno Ferrari, es licenciado en derecho canónico de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. La procuradora Marisela Morales, a su vez, es abogada por la UNAM. Pero la presencia de los itamitas en el gobierno deja atrás a todos los demás grupos.
Estamos viendo, en parte, una tendencia global. Los economistas ocupan cada vez mayores posiciones políticas en el mundo. El ITAM se ha especializado, por otra parte, en la preparación de economistas especializados en políticas públicas, mientras que el Tec de Monterrey tiende a preparar empresarios. La Facultad de Economía de la UNAM ha quedado rezagada por su nunca abandonado amor al marxismo.
Al final, sin embargo, nos conviene que los gobiernos sean un reflejo de la sociedad. No era sano el predominio en el pasado de los abogados de la UNAM, pero tampoco lo es hoy el de los economistas del ITAM.
COSTO DEL 11.9
Osama bin Laden no logró destruir la unidad de los estadounidenses con los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2011. Por el contrario, la fortaleció. En cambio volvió más fundamentalistas a los estadounidenses y provocó un dispendio de quizá 5 billones de dólares en guerras, como las de Irak y Afganistán, que nadie puede ganar.
JAQUE MATE
"Ninguna clase está capacitada para gobernar."
Lord Acton
En los años cuarenta México hizo su transición de la era de los presidentes militares a los civiles. Manuel Ávila Camacho fue el último militar en la presidencia y lo sucedió en 1946 Miguel Alemán Valdés, hijo de general, pero abogado y civil.
Durante décadas, de hecho, todos los presidentes fueron no sólo civiles sino abogados de la Universidad Nacional Autónoma de México. Esta casa de estudios tenía un monopolio no sólo sobre la Presidencia de la República sino sobre muchos de los cargos públicos más importantes. Para tener éxito en la política había que ser abogado de la UNAM.
Por tradición sólo unos cargos se reservaban a otras profesiones. Los militares tenían -y tienen-- la Secretaría de la Defensa. Usualmente un ingeniero se hacía cargo de la Secretaría de Obras Públicas, después llamada Secretaría de Comunicaciones y Transportes. La Secretaría de Salud se reservaba a un médico. Y si bien en la Secretaría de Hacienda había economistas que hacían el trabajo técnico, era común que la titularidad se encargara también a un abogado de la UNAM, como Antonio Ortiz Mena o José López Portillo.
Miguel de la Madrid fue el último abogado de la UNAM en ocupar la presidencia. Carlos Salinas era economista, pero también se graduó de esa universidad pública. Ernesto Zedillo salió del Politécnico, mientras que Vicente Fox consiguió una tardía licenciatura en mercadotecnia de la Universidad Iberoamericana. Felipe Calderón es abogado, pero no de la UNAM sino de la Escuela Libre de Derecho.
El monopolio de los abogados de la UNAM sobre los cargos políticos no sólo se ha desvanecido sino que ahora es difícil encontrar a alguno en las principales responsabilidades. La mayor parte de los altos funcionarios parecen surgir hoy de las filas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y en particular de su escuela de economía. Si en un principio pareció que Pedro Aspe y Francisco Gil Díaz, ambos secretarios de Hacienda, eran una excepción, hoy la excepción se ha convertido en regla.
José Antonio Meade, el nuevo secretario de Hacienda, es efectivamente economista del ITAM con doctorado en Yale (aunque cuenta además con una licenciatura en derecho de la UNAM). Dionisio Pérez-Jácome, secretario de Comunicaciones y Transportes, es economista del ITAM. Ernesto Cordero, recién salido de la SHCP, es actuario con maestría en economía del ITAM. Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, es economista del ITAM. Salomón Chertorivski, el nuevo secretario de Salud, también lo es.
La presencia de economistas del ITAM en el seno del actual gobierno es abrumadora. No hay un monopolio como el que virtualmente tuvieron antes los abogados de la UNAM. El secretario de Gobernación, por ejemplo, Francisco Blake, es abogado por la Universidad Autónoma de Baja California y el secretario de Economía, Bruno Ferrari, es licenciado en derecho canónico de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. La procuradora Marisela Morales, a su vez, es abogada por la UNAM. Pero la presencia de los itamitas en el gobierno deja atrás a todos los demás grupos.
Estamos viendo, en parte, una tendencia global. Los economistas ocupan cada vez mayores posiciones políticas en el mundo. El ITAM se ha especializado, por otra parte, en la preparación de economistas especializados en políticas públicas, mientras que el Tec de Monterrey tiende a preparar empresarios. La Facultad de Economía de la UNAM ha quedado rezagada por su nunca abandonado amor al marxismo.
Al final, sin embargo, nos conviene que los gobiernos sean un reflejo de la sociedad. No era sano el predominio en el pasado de los abogados de la UNAM, pero tampoco lo es hoy el de los economistas del ITAM.
COSTO DEL 11.9
Osama bin Laden no logró destruir la unidad de los estadounidenses con los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2011. Por el contrario, la fortaleció. En cambio volvió más fundamentalistas a los estadounidenses y provocó un dispendio de quizá 5 billones de dólares en guerras, como las de Irak y Afganistán, que nadie puede ganar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario