El Informe de Gobierno tiene por origen la característica de plasmar una fotografía del estado de la Nación. Sí, pero al mismo tiempo la obligación de generar un discurso con miras al futuro, una guía para aquellos pendientes y tareas que deben atenderse en aras del bienestar de la sociedad y del país en su conjunto.
En este marco, el reporte sobre la situación de México que se realiza año con año el 1 de septiembre –como desde 1917 se ha celebrado– no cumple cabalmente con ninguna de ambas obligaciones.
Por un lado, la radiografía que se ha acostumbrado y presentado del país está hecha con la visión oficial, con los datos y estadísticas más atractivas –más no pertinentes y claras– que el gobierno selecciona para alabarse de sus éxitos. Por el otro, la capacidad de trazar un discurso de propuestas se ha desdibujado desde hace muchos sexenios, manteniendo como tradición un mero ejercicio retrospectivo, antes que privilegiar la reflexión y el análisis sobre lo que falta por hacer para mejorar al país.
Claro ejemplo de ello será la seguridad, asunto que retoma un rol central ante actos de violencia como los ocurridos la semana pasada en Monterrey, donde el crimen organizado cobró la vida de 61 personas al incendiar un establecimiento. La sociedad exigirá al gobierno federal que dejé a un lado los números y actitudes triunfalistas, pues lo que hoy quiere escuchar, entre lo más relevante, son propuestas y compromisos a medir por cumplimiento, para acabar con tragedias de esa naturaleza y con la violencia que se recrudeció en el actual sexenio.
Hoy el mexicano no es el mismo de hace tres décadas en las que el mensaje oficial era la verdad, no absoluta pero sí impuesta e inapelable. Actualmente la sociedad ha madurado y exige, a gritos o en silencios, que los mensajes del gobierno busquen rendir cuentas, no promoverse políticamente; generar diálogos, no polarizaciones; y reflejar la realidad, no falsas percepciones… mensajes que ayuden a construir y trabajar en las áreas que el país lo necesite para ser mejor.
A ningún mexicano satisfacen los amplios informes escritos o mensajes en cadena nacional que no permiten la interpelación, ni siquiera la retroalimentación, pues las palabras que ahí se reflejan obedecen a la óptica oficial y sólo muestran lo que el Estado quiere que sea expuesto, aún cuando la realidad supera cualquier dato o estadística presentada por el Presidente.
Es necesario, coinciden expertos, académicos y políticos, revisar el formato del Informe de Gobierno en busca de una esencia más propositiva y más centrada para esta actividad, pues en sus raíces más profundas el informe fue generado para proponer y abrir el debate hacia los pendientes o tareas que quedaron incompletas durante el año.
“Sería positivo que en informe hubiera debate e interacción, en un marco de respeto. El país se merece evolucionar a un tono más propositivo, discusiones serias y el enriquecimiento de las distintas versiones, no las descalificaciones y pleitos que hoy lo dominan”, como destaca Salomón Pressburger, presidente de la Concamin.
En este sentido, el clamor es unánime; se quieren escuchar realidades y propuestas, estrategias y proyectos, no victorias de papel que no hacen más que desvirtuar la realidad e impedir el avance del país.
Fuente: El Semanario
En este marco, el reporte sobre la situación de México que se realiza año con año el 1 de septiembre –como desde 1917 se ha celebrado– no cumple cabalmente con ninguna de ambas obligaciones.
Por un lado, la radiografía que se ha acostumbrado y presentado del país está hecha con la visión oficial, con los datos y estadísticas más atractivas –más no pertinentes y claras– que el gobierno selecciona para alabarse de sus éxitos. Por el otro, la capacidad de trazar un discurso de propuestas se ha desdibujado desde hace muchos sexenios, manteniendo como tradición un mero ejercicio retrospectivo, antes que privilegiar la reflexión y el análisis sobre lo que falta por hacer para mejorar al país.
Claro ejemplo de ello será la seguridad, asunto que retoma un rol central ante actos de violencia como los ocurridos la semana pasada en Monterrey, donde el crimen organizado cobró la vida de 61 personas al incendiar un establecimiento. La sociedad exigirá al gobierno federal que dejé a un lado los números y actitudes triunfalistas, pues lo que hoy quiere escuchar, entre lo más relevante, son propuestas y compromisos a medir por cumplimiento, para acabar con tragedias de esa naturaleza y con la violencia que se recrudeció en el actual sexenio.
Hoy el mexicano no es el mismo de hace tres décadas en las que el mensaje oficial era la verdad, no absoluta pero sí impuesta e inapelable. Actualmente la sociedad ha madurado y exige, a gritos o en silencios, que los mensajes del gobierno busquen rendir cuentas, no promoverse políticamente; generar diálogos, no polarizaciones; y reflejar la realidad, no falsas percepciones… mensajes que ayuden a construir y trabajar en las áreas que el país lo necesite para ser mejor.
A ningún mexicano satisfacen los amplios informes escritos o mensajes en cadena nacional que no permiten la interpelación, ni siquiera la retroalimentación, pues las palabras que ahí se reflejan obedecen a la óptica oficial y sólo muestran lo que el Estado quiere que sea expuesto, aún cuando la realidad supera cualquier dato o estadística presentada por el Presidente.
Es necesario, coinciden expertos, académicos y políticos, revisar el formato del Informe de Gobierno en busca de una esencia más propositiva y más centrada para esta actividad, pues en sus raíces más profundas el informe fue generado para proponer y abrir el debate hacia los pendientes o tareas que quedaron incompletas durante el año.
“Sería positivo que en informe hubiera debate e interacción, en un marco de respeto. El país se merece evolucionar a un tono más propositivo, discusiones serias y el enriquecimiento de las distintas versiones, no las descalificaciones y pleitos que hoy lo dominan”, como destaca Salomón Pressburger, presidente de la Concamin.
En este sentido, el clamor es unánime; se quieren escuchar realidades y propuestas, estrategias y proyectos, no victorias de papel que no hacen más que desvirtuar la realidad e impedir el avance del país.
Fuente: El Semanario
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