Enrique Berruga Floy / El Universal
Tendremos unas elecciones presidenciales inéditas. Las campañas se realizarán en un entorno de contracción económica mundial, con un peso fuerte, baja inversión global y pocos destinos para nuestras exportaciones. Como dos bailarines bien adiestrados, las economías de México y de Estados Unidos fluctuarán al mismo ritmo, sin alcanzar a estimular la imprescindible generación de empleos. Habrá en México más descontentos, más personas metidas en la economía informal y gastos astronómicos de los partidos políticos, promoviendo a sus candidatos.
Las campañas se darán bajo la sombra de una Europa aletargada y plagada de problemas, con Japón mirando hacia dentro y, por si algo faltara, con una China igual de productiva, pero sin mercados vigorosos a los cuales exportar. México no tiene otra alternativa más que prepararse a enfrentar este escenario sin contar con los mercados internacionales. Si lo asumimos como oportunidad, es una buena coyuntura para poner la casa en orden, revisar a fondo el funcionamiento del gobierno, utilizar los ingresos petroleros en forma de proyectos de inversión y eliminar burocratismos y fuentes de tentación y corrupción.
De algún lado tiene que salir el dinero para provocar estos cambios. El petróleo sigue siendo nuestra palanca más accesible. Si lo seguimos usando como hasta ahora lo hemos hecho, para cubrir las necesidades inmediatas del gobierno y para pagar nóminas estratosféricas, ahora sí que el tren de la prosperidad se nos habrá ido, quizás para siempre.
Los casos de Brasil, de Colombia y ahora de Rusia muestran que el petróleo puede ser el detonador de altas tasas de crecimiento. El contrato que acaban de suscribir la petrolera texana Exxon y la empresa estatal rusa Rosnef para explotar yacimientos en el Ártico, implicará una inversión directa de 500 mil millones de dólares para la economía rusa, a lo cual deberán sumarse el desarrollo de cientos de empresas medianas que surtan y abastezcan a este nuevo polo de desarrollo. Ecopetrol en Colombia se ha establecido, igualmente, como el motor de las inversiones que están arrojando tasas de crecimiento superiores a 7% en ese país. Petrobras se ha convertido, además de un productor importante en aguas profundas, en exportador de tecnología y socio de otras empresas a nivel mundial.
Pemex podría ser un jugador global de mayor importancia que estas tres empresas que he mencionado. Pemex es la compañía más grande de América Latina, genera utilidades anuales de más de 100 mil millones de dólares. Entre gastos, nóminas e inversiones, desembolsa alrededor de 30 mil millones de dólares al año y el resto se va a cubrir los faltantes en el presupuesto federal, estatal y municipal.
Petróleos Mexicanos viene trabajando a pulmón limpio, sin asociaciones que le permitan hacer negocios en México con consorcios extranjeros (como lo hacen los rusos con Exxon), pero inhabilitado también para que Pemex haga negocios en otros países (como sí lo hace, por ejemplo, la empresa estatal Noriega Statoil). Pemex podría ser para México lo que la industria automotriz significa para los alemanes o el mundo de la computación para Estados Unidos.
Pero Pemex no puede rendir los resultados esperados sin que antes el gobierno que le ordeña año con año no pase a cirugía mayor. Seguimos gastando el fruto del petróleo en pagarles a los maestros, a los servicios de salud o a las policías de todo el país. Si, por el contrario, Pemex fuese el núcleo a partir del cual surgieran muchas empresas de proveedores, habría más empleos, más riqueza y más contribuyentes, cuyos impuestos irían a dar, ahora sí, a los maestros y a los doctores. Pero lamentablemente tenemos décadas de recurrir al expediente fácil de que Pemex venda petróleo y de ahí saquemos para cubrir cualquier necesidad del gobierno en turno.
Con la recesión que se avecina, la falta de buenos empleos que nutre a la informalidad y al propio crimen organizado, y una campaña política en ciernes, tenemos que utilizar los recursos internos con el mayor tino posible. El futuro de Pemex debería estar en el centro de las campañas electorales, pues en el corto plazo no tenemos muchos asideros de esta magnitud.
Presidente del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales
Tendremos unas elecciones presidenciales inéditas. Las campañas se realizarán en un entorno de contracción económica mundial, con un peso fuerte, baja inversión global y pocos destinos para nuestras exportaciones. Como dos bailarines bien adiestrados, las economías de México y de Estados Unidos fluctuarán al mismo ritmo, sin alcanzar a estimular la imprescindible generación de empleos. Habrá en México más descontentos, más personas metidas en la economía informal y gastos astronómicos de los partidos políticos, promoviendo a sus candidatos.
Las campañas se darán bajo la sombra de una Europa aletargada y plagada de problemas, con Japón mirando hacia dentro y, por si algo faltara, con una China igual de productiva, pero sin mercados vigorosos a los cuales exportar. México no tiene otra alternativa más que prepararse a enfrentar este escenario sin contar con los mercados internacionales. Si lo asumimos como oportunidad, es una buena coyuntura para poner la casa en orden, revisar a fondo el funcionamiento del gobierno, utilizar los ingresos petroleros en forma de proyectos de inversión y eliminar burocratismos y fuentes de tentación y corrupción.
De algún lado tiene que salir el dinero para provocar estos cambios. El petróleo sigue siendo nuestra palanca más accesible. Si lo seguimos usando como hasta ahora lo hemos hecho, para cubrir las necesidades inmediatas del gobierno y para pagar nóminas estratosféricas, ahora sí que el tren de la prosperidad se nos habrá ido, quizás para siempre.
Los casos de Brasil, de Colombia y ahora de Rusia muestran que el petróleo puede ser el detonador de altas tasas de crecimiento. El contrato que acaban de suscribir la petrolera texana Exxon y la empresa estatal rusa Rosnef para explotar yacimientos en el Ártico, implicará una inversión directa de 500 mil millones de dólares para la economía rusa, a lo cual deberán sumarse el desarrollo de cientos de empresas medianas que surtan y abastezcan a este nuevo polo de desarrollo. Ecopetrol en Colombia se ha establecido, igualmente, como el motor de las inversiones que están arrojando tasas de crecimiento superiores a 7% en ese país. Petrobras se ha convertido, además de un productor importante en aguas profundas, en exportador de tecnología y socio de otras empresas a nivel mundial.
Pemex podría ser un jugador global de mayor importancia que estas tres empresas que he mencionado. Pemex es la compañía más grande de América Latina, genera utilidades anuales de más de 100 mil millones de dólares. Entre gastos, nóminas e inversiones, desembolsa alrededor de 30 mil millones de dólares al año y el resto se va a cubrir los faltantes en el presupuesto federal, estatal y municipal.
Petróleos Mexicanos viene trabajando a pulmón limpio, sin asociaciones que le permitan hacer negocios en México con consorcios extranjeros (como lo hacen los rusos con Exxon), pero inhabilitado también para que Pemex haga negocios en otros países (como sí lo hace, por ejemplo, la empresa estatal Noriega Statoil). Pemex podría ser para México lo que la industria automotriz significa para los alemanes o el mundo de la computación para Estados Unidos.
Pero Pemex no puede rendir los resultados esperados sin que antes el gobierno que le ordeña año con año no pase a cirugía mayor. Seguimos gastando el fruto del petróleo en pagarles a los maestros, a los servicios de salud o a las policías de todo el país. Si, por el contrario, Pemex fuese el núcleo a partir del cual surgieran muchas empresas de proveedores, habría más empleos, más riqueza y más contribuyentes, cuyos impuestos irían a dar, ahora sí, a los maestros y a los doctores. Pero lamentablemente tenemos décadas de recurrir al expediente fácil de que Pemex venda petróleo y de ahí saquemos para cubrir cualquier necesidad del gobierno en turno.
Con la recesión que se avecina, la falta de buenos empleos que nutre a la informalidad y al propio crimen organizado, y una campaña política en ciernes, tenemos que utilizar los recursos internos con el mayor tino posible. El futuro de Pemex debería estar en el centro de las campañas electorales, pues en el corto plazo no tenemos muchos asideros de esta magnitud.
Presidente del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales
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