Los rumores de un 'momento Lehman' en la eurozona ganan intensidad
EDWARD HADAS / EL PAÍS
Qué es lo que convierte un desastre financiero en una recesión profunda? Ahora mismo la respuesta a esa pregunta resulta crucial. Hay un desastre en la eurozona y existen indicios de que el PIB ha dejado de aumentar en gran parte del mundo, pero ni los mercados ni ninguna economía importante se han despeñado por un precipicio como el de 2008. Al menos de momento.
La velocidad y la magnitud del último hundimiento -en solo un año la producción industrial en las economías desarrolladas cayó un 17% y el comercio mundial cayó un 20%, según la consultora holandesa CPB- asombraron a la mayoría de los observadores. La conmoción que causó en septiembre de 2008 la quiebra de Lehman Brothers aumentó enormemente el temor y la restricción del crédito que ya estaban ralentizando la economía mundial. Las autoridades respondieron con unas contramedidas lo bastante importantes para evitar una gran depresión mundial, pero no fueron lo bastante rápidas para detener el declive económico.
La experiencia ha puesto nervioso a todo el mundo. A medida que los políticos europeos trastabillan y la confianza de los inversores se derrumba, los rumores de un momento Lehman en la eurozona adquieren más intensidad. Cuando adquieren un determinado nivel, las preocupaciones pueden convertirse en lo suficientemente graves como para hacerse realidad y precipitar una crisis.
Pero existen buenas razones para esperar que el tejido económico mundial no se destruya. Para empezar, la eurozona en conjunto no tiene nada parecido a la burbuja estadounidense de los créditos para las viviendas y todos los Gobiernos despilfarradores del bloque monetario van por buen camino. También hemos aprendido algunas lecciones ya que hace más de un año que el mundo financiero se prepara para unos descuentos considerables de las deudas griegas.
Pero estas protecciones podrían no ser lo bastante fuertes para resistir un desastre inesperado como el de Lehman. El riesgo más evidente es que los políticos de la eurozona sigan sus peores instintos, pero existen muchos desequilibrios financieros en todo el mundo. Si algo explota, el pánico podría extenderse a las empresas y a la gente normal y corriente.
Todo el mundo debería esperar que eso no suceda. Después de Lehman, las autoridades mundiales podrían ofrecer una ayuda eficaz. Pero actualmente ya no pueden recortarse los tipos de interés de referencia y un mayor número de estímulos, tanto monetarios como fiscales, tendrían las mismas probabilidades de aumentar el pánico que de calmar los nervios.
EDWARD HADAS / EL PAÍS
Qué es lo que convierte un desastre financiero en una recesión profunda? Ahora mismo la respuesta a esa pregunta resulta crucial. Hay un desastre en la eurozona y existen indicios de que el PIB ha dejado de aumentar en gran parte del mundo, pero ni los mercados ni ninguna economía importante se han despeñado por un precipicio como el de 2008. Al menos de momento.
La velocidad y la magnitud del último hundimiento -en solo un año la producción industrial en las economías desarrolladas cayó un 17% y el comercio mundial cayó un 20%, según la consultora holandesa CPB- asombraron a la mayoría de los observadores. La conmoción que causó en septiembre de 2008 la quiebra de Lehman Brothers aumentó enormemente el temor y la restricción del crédito que ya estaban ralentizando la economía mundial. Las autoridades respondieron con unas contramedidas lo bastante importantes para evitar una gran depresión mundial, pero no fueron lo bastante rápidas para detener el declive económico.
La experiencia ha puesto nervioso a todo el mundo. A medida que los políticos europeos trastabillan y la confianza de los inversores se derrumba, los rumores de un momento Lehman en la eurozona adquieren más intensidad. Cuando adquieren un determinado nivel, las preocupaciones pueden convertirse en lo suficientemente graves como para hacerse realidad y precipitar una crisis.
Pero existen buenas razones para esperar que el tejido económico mundial no se destruya. Para empezar, la eurozona en conjunto no tiene nada parecido a la burbuja estadounidense de los créditos para las viviendas y todos los Gobiernos despilfarradores del bloque monetario van por buen camino. También hemos aprendido algunas lecciones ya que hace más de un año que el mundo financiero se prepara para unos descuentos considerables de las deudas griegas.
Pero estas protecciones podrían no ser lo bastante fuertes para resistir un desastre inesperado como el de Lehman. El riesgo más evidente es que los políticos de la eurozona sigan sus peores instintos, pero existen muchos desequilibrios financieros en todo el mundo. Si algo explota, el pánico podría extenderse a las empresas y a la gente normal y corriente.
Todo el mundo debería esperar que eso no suceda. Después de Lehman, las autoridades mundiales podrían ofrecer una ayuda eficaz. Pero actualmente ya no pueden recortarse los tipos de interés de referencia y un mayor número de estímulos, tanto monetarios como fiscales, tendrían las mismas probabilidades de aumentar el pánico que de calmar los nervios.
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