miércoles, 26 de octubre de 2011

EUROPA ATRAPADA, MÉXICO ESTANCADO

Rogelio Ramírez de la O / El Universal
Pocas cosas ilustran mejor el cambio de paradigma mundial ocurrido en años recientes como las expresiones del ex canciller alemán Helmut Kohl respecto a la actual canciller, Angela Merkel, ambos demócratas cristianos, ambos conservadores y ambos a la cabeza de un país con gran fuerza económica. Según citas atribuidas a Kohl, Angela Merkel “está destruyendo mi Europa”, refiriéndose a las vacilaciones y omisiones para el rescate de la periferia europea.
Como otros líderes, Kohl no advierte que ha habido un cambio de paradigma, más que el deseo de destruir a la zona euro. Siendo un impulsor clave del euro y de la ampliación de la Unión Europea en los 90, pensó que la globalización no tenía fin y que la integración entre países llevaría a la convergencia de sus economías y sociedades. Merkel, en cambio, tiene la visión de hoy: la falta de convergencia, los grandes desequilibrios entre miembros de la unión y los costos imposibles de pagar para el rescate de la periferia.
Las cifras actualizadas en un documento confidencial de la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo, son que Grecia consumiría apoyos mucho mayores a los 110 mil millones de euros concedidos en 2010 y los 109 mil millones que hoy están por aprobarse. Bajo un escenario desfavorable, Grecia podría requerir 440 mil millones hasta el fin de la década.
Así, Europa está atrapada. Alemania y Francia no pueden dar mucho más apoyo a Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia sin dañar su propia viabilidad financiera. Por eso están tratando de apalancar el fondo de rescate existente, de obtener más recursos del FMI y de que los tenedores de bonos tomen parte de la pérdida. No deberíamos esperar mucho de estas medidas, aún por detallarse.
Las diferencias entre Kohl y Merkel no son por ideología, sino porque el mundo cambió. La actual generación está más preocupada con la situación en su propio país que con la integración de Europa.
México también presenta los síntomas de agotamiento de un régimen en el que el PRI y el PAN se alternaron la misión de hacer de un bajo déficit fiscal el principal objetivo. Por eso el crecimiento económico ha sido raquítico.
Sólo como una parte del cambio de régimen que se requiere debe reformularse la regla, haciendo que el crecimiento sea el objetivo y el déficit fiscal tan sólo una restricción. Las cosas mejorarían mucho, pues en lugar de que el gobierno deje que el gasto público crezca inercialmente y que los ingresos se desperdicien, estaría obligado a dedicarlos a la inversión.
Es más, si el ingreso petrolero no aumentara, el objetivo del crecimiento obligaría a reducir el gasto corriente para aumentar la inversión. Indirectamente, y en contraste con el actual régimen, esto llevaría a atacar la corrupción y la ineficiencia en la burocracia y en los contratos públicos, pues con recursos escasos la eficiencia de la inversión sería primordial y el objetivo estaría comprometido con la sociedad.
Es cierto que hay factores que influyen en el crecimiento y que están fuera de control de los gobiernos. Pero eso no impide que el crecimiento reciba la máxima prioridad bajo un régimen distinto. Sólo así aumentaría la inversión privada, una vez que el gobierno inicie una etapa de aumento de inversión pública y apertura de nuevas oportunidades de negocio.
Como Europa, México también enfrenta decisiones difíciles, pues debe efectuar un cambio profundo de régimen hacia un nuevo objetivo y necesita tomar muchas medidas para darle sustento, en campos como el agrícola, la energía y la industria. Pero no tiene opción; si no lo hace, seguirá estancado.


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