Diego Palacios Jaramillo / Proceso
Las proyecciones demográficas que realiza la Organización de las Naciones Unidas nos dicen que la población del planeta alcanzará la icónica cifra de 7 mil millones de habitantes el 31 de octubre de 2011. Si bien toda marca impresiona, este hito demográfico global tiene agudas implicaciones para el futuro de la humanidad y, por tanto, debe analizarse más allá del número 1.
Llegar a los 7 mil millones de habitantes constituye un éxito para la humanidad. Nos indica que afortunadamente las amenazas y predicciones fatalistas, entre ellas las relacionadas a la explosión demográfica y sus terribles consecuencias de guerra y hambruna, no se materializaron.
Sin embargo, alcanzar este hito poblacional no ha estado libre de limitaciones e inconvenientes. Estamos lejos de vivir en un mundo feliz. Ha habido avances en las últimas décadas para disminuir la pobreza y la desigualdad, pero aún persisten grandes brechas. La desigualdad entre ricos y pobres, considerando tanto países como personas dentro de un mismo país, se ha ensanchado. Según el Banco Mundial, en 1960 el 20% más rico de la población mundial recibía el 70% de todos los ingresos; para el 2005 había aumentado a 77% 2.
Como nunca antes, hay más personas vulnerables a la inseguridad alimentaria, a la escasez del agua y a los desastres causados por el clima. En muchos casos las mujeres siguen siendo objeto de discriminación y violencia generalizadas; a la población joven frecuentemente se le niega la educación, el acceso a crédito, a servicios de salud sexual y reproductiva y al trabajo decente.
Vivimos en un mundo que, en general, ha modificado sustancialmente su estructura por edades. Actualmente coexisten jóvenes y adultos mayores. Las personas de menos de 25 años de edad representan el 43% de la población mundial y más de mil 200 millones son adolescentes que tienen entre 10 y 19 años de edad. La población joven alcanza el 60% en los países menos desarrollados.
Por su parte, los adultos mayores representan el 11% de la población mundial; tienen un peso importante en países desarrollados (20%) y menor en los países en desarrollo, pues en éstos son apenas el 8% de la población. No obstante, dada la rápida transición demográfica que tienen los países en desarrollo, su proceso de envejecimiento será muy acelerado. Un ejemplo de ello: A Francia le tomó 115 años duplicar su población adulta mayor (del 7% al 14%), mientras que a Colombia hacer otro tanto le llevará solamente 19 años 3.
Debido a estas tendencias, para el año 2050 los adultos mayores en los países en desarrollo representarán un quinto de la población. Son preocupantes las implicaciones que este rápido envejecimiento tendrá sobre el sistema de salud, de pensiones y en general de calidad de vida. Y es que tener una población mayoritariamente joven ahora y contar con una población adulta mayor en el futuro, a largo plazo, constituyen las dos caras de una misma moneda, de un mismo proceso demográfico.
¿Cómo enfrentar estos retos? Fundamentalmente, aprovechando el bono demográfico que constituye contar con una población en edad productiva y capaz de integrarse activamente a las tareas del desarrollo, evitando que el bono se convierta en un pagaré social. Para ello se requiere una mayor inversión en los jóvenes, que les permita acceder a servicios de educación y salud, además de ofrecerles oportunidades laborales sustentables y dignas.
Lamentablemente, 81 millones de jóvenes del mundo (el 13%) se encontraban desempleados al finalizar 2009. La tasa de desempleo juvenil es tres veces mayor que la del adulto promedio en todo el mundo 4. Los y las jóvenes del mundo actual enfrentan amenazas como son la violencia, la falta de oportunidades, el abuso y en no pocos caso la explotación. Adolescentes y jóvenes son reclutados para convertirse en soldados o para formar parte del crimen organizado. Niñas y adolescentes son objeto de trata y son obligadas a la prostitución, a tener relaciones sexuales sin su consentimiento o a casarse tempranamente.
Para México, invertir en los jóvenes debe constituir una prioridad nacional. Lamentablemente, algunos indicadores sobre la población juvenil nos dicen que se requiere más esfuerzo. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social estimó en 2008 que 14.9 millones de jóvenes entre 12 y 29 años se encontraban en pobreza multidimensional. De éstos, 3.3 millones se hallaban en pobreza multidimensional extrema. En el mismo año, 12.1 millones de jóvenes eran vulnerables por carencias sociales, y 1.5 millones, por ingreso.
No considero pertinente la discusión de si todos los ninis realmente no han tenido alternativa o si se trata de jóvenes que por su libre decisión se mantienen fuera del trabajo y de la educación, o si las mujeres jóvenes prefirieron dedicarse a las tareas del hogar en vez de trabajar o seguir estudiando. Es evidente, y lo corroboran las estadísticas nacionales, que sólo un grupo reducido de jóvenes puede continuar sus estudios más allá de la secundaria y que sólo una proporción de ellos accede a empleos en condiciones de estabilidad y con cobertura de la seguridad social.
Todo indica que la población mundial va a continuar aumentando durante unas cuantas décadas más debido al carácter inercial del crecimiento demográfico, y también debido a que en regiones y países no ha sido posible todavía responder a la demanda insatisfecha de planificación familiar de mujeres, particularmente de las más pobres, sin instrucción, y de las que habitan en zonas rurales.
De acuerdo con la proyección de las Naciones Unidas en su variante media, que supone mantener los avances en materia de acceso a la salud reproductiva y de igualdad de género, así como obtener mayores recursos de financiamiento para ambos rubros, el mundo alcanzaría 9 mil millones de habitantes en el año 2043 y 10 mil millones en el 2100.
Que podamos vivir en una sociedad globalizada justa, equitativa y responsable de 9 o 10 mil millones de habitantes dependerá de las medidas que tomemos hoy, dependerá de las políticas y las decisiones sobre financiación que se adopten en los próximos años. Es crucial cerrar las brechas sociales, económicas, de género y generacionales que todavía persisten. Resulta imprescindible invertir en los y las jóvenes para hacer efectivo el bono demográfico y adoptar políticas públicas efectivas que, basadas en derechos y acciones pro-equidad, sean respetuosas de la diversidad cultural y amigables con el ambiente.
No es tarde para tomar las decisiones correctas.
*Representante en México del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
1) UNFPA. Estado de la Población Mundial 2011. 7 mil millones de personas: su mundo, sus posibilidades. Nueva York,
octubre de 2011.
Milanovic, Branko. Global inequality recalculated: The effect of new 2005 PPP estimates on global inequality.
Departamento de Investigación del Banco Mundial, Washington DC, 30 de agosto de 2009, página 13.
Daniel Cotlear, Editor. Population Aging: Is Latin America Ready? The World Bank, Washington, 2011, página 10.
Elder, S., et al. Global Employment Trends for Youth. Organización Internacional del Trabajo, Ginebra, agosto de 2010, página 3.
Las proyecciones demográficas que realiza la Organización de las Naciones Unidas nos dicen que la población del planeta alcanzará la icónica cifra de 7 mil millones de habitantes el 31 de octubre de 2011. Si bien toda marca impresiona, este hito demográfico global tiene agudas implicaciones para el futuro de la humanidad y, por tanto, debe analizarse más allá del número 1.
Llegar a los 7 mil millones de habitantes constituye un éxito para la humanidad. Nos indica que afortunadamente las amenazas y predicciones fatalistas, entre ellas las relacionadas a la explosión demográfica y sus terribles consecuencias de guerra y hambruna, no se materializaron.
Sin embargo, alcanzar este hito poblacional no ha estado libre de limitaciones e inconvenientes. Estamos lejos de vivir en un mundo feliz. Ha habido avances en las últimas décadas para disminuir la pobreza y la desigualdad, pero aún persisten grandes brechas. La desigualdad entre ricos y pobres, considerando tanto países como personas dentro de un mismo país, se ha ensanchado. Según el Banco Mundial, en 1960 el 20% más rico de la población mundial recibía el 70% de todos los ingresos; para el 2005 había aumentado a 77% 2.
Como nunca antes, hay más personas vulnerables a la inseguridad alimentaria, a la escasez del agua y a los desastres causados por el clima. En muchos casos las mujeres siguen siendo objeto de discriminación y violencia generalizadas; a la población joven frecuentemente se le niega la educación, el acceso a crédito, a servicios de salud sexual y reproductiva y al trabajo decente.
Vivimos en un mundo que, en general, ha modificado sustancialmente su estructura por edades. Actualmente coexisten jóvenes y adultos mayores. Las personas de menos de 25 años de edad representan el 43% de la población mundial y más de mil 200 millones son adolescentes que tienen entre 10 y 19 años de edad. La población joven alcanza el 60% en los países menos desarrollados.
Por su parte, los adultos mayores representan el 11% de la población mundial; tienen un peso importante en países desarrollados (20%) y menor en los países en desarrollo, pues en éstos son apenas el 8% de la población. No obstante, dada la rápida transición demográfica que tienen los países en desarrollo, su proceso de envejecimiento será muy acelerado. Un ejemplo de ello: A Francia le tomó 115 años duplicar su población adulta mayor (del 7% al 14%), mientras que a Colombia hacer otro tanto le llevará solamente 19 años 3.
Debido a estas tendencias, para el año 2050 los adultos mayores en los países en desarrollo representarán un quinto de la población. Son preocupantes las implicaciones que este rápido envejecimiento tendrá sobre el sistema de salud, de pensiones y en general de calidad de vida. Y es que tener una población mayoritariamente joven ahora y contar con una población adulta mayor en el futuro, a largo plazo, constituyen las dos caras de una misma moneda, de un mismo proceso demográfico.
¿Cómo enfrentar estos retos? Fundamentalmente, aprovechando el bono demográfico que constituye contar con una población en edad productiva y capaz de integrarse activamente a las tareas del desarrollo, evitando que el bono se convierta en un pagaré social. Para ello se requiere una mayor inversión en los jóvenes, que les permita acceder a servicios de educación y salud, además de ofrecerles oportunidades laborales sustentables y dignas.
Lamentablemente, 81 millones de jóvenes del mundo (el 13%) se encontraban desempleados al finalizar 2009. La tasa de desempleo juvenil es tres veces mayor que la del adulto promedio en todo el mundo 4. Los y las jóvenes del mundo actual enfrentan amenazas como son la violencia, la falta de oportunidades, el abuso y en no pocos caso la explotación. Adolescentes y jóvenes son reclutados para convertirse en soldados o para formar parte del crimen organizado. Niñas y adolescentes son objeto de trata y son obligadas a la prostitución, a tener relaciones sexuales sin su consentimiento o a casarse tempranamente.
Para México, invertir en los jóvenes debe constituir una prioridad nacional. Lamentablemente, algunos indicadores sobre la población juvenil nos dicen que se requiere más esfuerzo. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social estimó en 2008 que 14.9 millones de jóvenes entre 12 y 29 años se encontraban en pobreza multidimensional. De éstos, 3.3 millones se hallaban en pobreza multidimensional extrema. En el mismo año, 12.1 millones de jóvenes eran vulnerables por carencias sociales, y 1.5 millones, por ingreso.
No considero pertinente la discusión de si todos los ninis realmente no han tenido alternativa o si se trata de jóvenes que por su libre decisión se mantienen fuera del trabajo y de la educación, o si las mujeres jóvenes prefirieron dedicarse a las tareas del hogar en vez de trabajar o seguir estudiando. Es evidente, y lo corroboran las estadísticas nacionales, que sólo un grupo reducido de jóvenes puede continuar sus estudios más allá de la secundaria y que sólo una proporción de ellos accede a empleos en condiciones de estabilidad y con cobertura de la seguridad social.
Todo indica que la población mundial va a continuar aumentando durante unas cuantas décadas más debido al carácter inercial del crecimiento demográfico, y también debido a que en regiones y países no ha sido posible todavía responder a la demanda insatisfecha de planificación familiar de mujeres, particularmente de las más pobres, sin instrucción, y de las que habitan en zonas rurales.
De acuerdo con la proyección de las Naciones Unidas en su variante media, que supone mantener los avances en materia de acceso a la salud reproductiva y de igualdad de género, así como obtener mayores recursos de financiamiento para ambos rubros, el mundo alcanzaría 9 mil millones de habitantes en el año 2043 y 10 mil millones en el 2100.
Que podamos vivir en una sociedad globalizada justa, equitativa y responsable de 9 o 10 mil millones de habitantes dependerá de las medidas que tomemos hoy, dependerá de las políticas y las decisiones sobre financiación que se adopten en los próximos años. Es crucial cerrar las brechas sociales, económicas, de género y generacionales que todavía persisten. Resulta imprescindible invertir en los y las jóvenes para hacer efectivo el bono demográfico y adoptar políticas públicas efectivas que, basadas en derechos y acciones pro-equidad, sean respetuosas de la diversidad cultural y amigables con el ambiente.
No es tarde para tomar las decisiones correctas.
*Representante en México del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
1) UNFPA. Estado de la Población Mundial 2011. 7 mil millones de personas: su mundo, sus posibilidades. Nueva York,
octubre de 2011.
Milanovic, Branko. Global inequality recalculated: The effect of new 2005 PPP estimates on global inequality.
Departamento de Investigación del Banco Mundial, Washington DC, 30 de agosto de 2009, página 13.
Daniel Cotlear, Editor. Population Aging: Is Latin America Ready? The World Bank, Washington, 2011, página 10.
Elder, S., et al. Global Employment Trends for Youth. Organización Internacional del Trabajo, Ginebra, agosto de 2010, página 3.
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