ALICIA GONZÁLEZ / EL PAÍS
Mario Draghi es un escalador entusiasta. Este economista de 64 años, de aspecto pulido, atlético y algo enigmático, disfruta con pasión sus largas jornadas en las montañas, especialmente en los Alpes, donde práctica ese deporte de altura, que algunos de sus valedores consideran, incluso, un estilo de vida y de ver el mundo. En sus ascensos por las cumbres milenarias del Mont Blanc, la montaña más alta de los Alpes, Draghi difícilmente habrá podido imaginar la envergadura del reto que está a punto de asumir, cuando el próximo martes, 1 de noviembre, atraviese la puerta de entrada de la sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort. Porque Draghi es, en estos momentos, el hombre llamado a la titánica tarea de salvar el euro.
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