viernes, 14 de octubre de 2011

LA HAMBRUNA AMENAZA

José Cueli / La Jornada
"Quizá no exista una sordera que permita escaparse a la voz de los afligidos y necesitados (millones en nuestro país, que se suman a los muchos millones de desposeídos en el mundo entero). Voces que, en ese sentido, podrían producir una verdadera ruptura del orden. Voces que provocarían otra secularización, cuyo agente sería la humildad del hambre. Una secularización del mundo mediante la privación de hambre, cuyo significado sería una trascendencia que empezaría no como primera causa, sino en la corporeidad y la dignidad más elemental de la vida humana. Una trascendencia no ontológica o que al menos no encontraría ni su origen ni su medida en la ontología". Que dice Emmanuel Lévinas.
Todo asombro es poco ante el sordo lenguaje del hambre ("Estómago hambriento no tiene oídos"), sordo a toda la ideología tranquilizadora, a todo equilibrio, que no sería más que el de la totalidad. El hambre es la necesidad o la privación por excelencia que constituye la materialidad.
El periódico español Público Internacional dedica las páginas centrales de este martes al anuncio y comentario de la terrible crisis mundial que se ha gestado por la vía de la crueldad inconsciente colectiva. Es tiempo ya de salir de ello (si aún es posible), de intentar rectificar el camino. Preocuparnos por el otro y no ensimismarnos en nosotros mismos.
Dice el periódico: "Si no tomamos las medidas oportunas ahora, la hambruna se convertirá en el mayor escándalo de este siglo". Las palabras pronunciadas por el ministro francés de Agricultura, Bruno Le Maire, durante la pasada reunión del G-20 en Roma para tratar la emergencia humanitaria en el cuerno de África reverberan a lo largo y ancho de las 60 páginas del informe anual publicado ayer por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) sobre el Estado de la inseguridad alimentaria en el mundo.
Las agencias de la alimentación de Naciones Unidas alertaron ayer de que el alza y la volatilidad del precio de los alimentos seguirá in crescendo en los próximos años, como consecuencia de una serie de factores que van desde el aumento del precio del petróleo al cambio climático o el auge de los llamados biocombustibles. Todo esto hará imposible la consecución de uno de los puntos principales de los llamados Objetivos del Milenio: la reducción en 2015 a la mitad del número de personas que pasan hambre en el mundo. En 2010 (datos más recientes actualizados), esa cifra se elevaba a 925 millones.
Los acontecimientos en Somalia, Etiopía y Kenia en las recientes semanas nos sobrecogen. No representan tan sólo una tragedia más sino que patentizan, una vez más, cómo la crueldad y la estupidez humanas se pasean ufanas a lo largo y ancho del planeta.
Lamentablemente la situación del cuerno de África no es un fenómeno aislado. Muchos otros países, fundamentalmente en ese continente y Latinoamérica se encuentran en situaciones deplorables caracterizadas por la extrema desigualdad social y por la violación de uno de los más elementales derechos humanos: el de ser alimentado, y no morir de hambre. En México crece el número de habitantes en pobreza extrema, amén del número de pobres. "Gracias al poderoso milagro de la Virgen de Guadalupe" no hemos llegado a los índices de hambruna, pero al paso que vamos no tardaremos en llegar.
Horroriza, además de indignar, ver la brecha insalvable entre ricos y pobres que se patentiza cuando vemos las terribles cifras de muertes por desnutrición en países pobres en contraste con las cifras sobre las fortunas (en millones de dólares) de unos cuántos privilegiados mientras cientos de miles de personas viven en condiciones prácticamente infrahumanas.
Se habla de la crueldad que ejercen los poderosos sobre los débiles en un truculento juego sadomasoquista, pero no se puntualiza que el hambre es quizá la peor de las crueldades que podemos infligir al otro. Negar al individuo la posibilidad de acceder a la más primaria de las necesidades biológicas es un horrible crimen. Aunadas hambre y desesperanza los sujetos pierden su dimensión humana y se lanzan a matar o morir en un intento fallido por escapar a esa vida infrahumana. Deberemos ahondar en el estudio de la crueldad y sus variantes y, sobre todo, en aquella que conduce a someter al semejante a una muerte lenta, a una agonía prolongada, a una muerte por hambre y depauperación no sólo del cuerpo sino también del espíritu.
El próximo 20 de octubre se cumplirán tres meses desde que Naciones Unidas declaró la hambruna en varias zonas de Somalia. Noventa días después, en las ONG se asoma un pequeño hueco para la esperanza, sobre todo porque los que están allí sólo quieren salir adelante. Así que en Occidente no debemos dejar caer los brazos.

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