Rogelio Ramírez De La O / El Universal
El sector privado productor de bienes se tardó cuando menos un decenio, pero al fin tanto la Concamin como la Cámara del Acero y el Consejo Nacional Agropecuario (CNA) han levantado la voz contra una política sin rumbo que sólo parece tener como objetivo reducir las tarifas a la importación.
Esto sucede cuando en el mundo, incluido EU, los gobiernos despertaron al desmantelamiento de sus industrias. La crisis estadounidense, en gran medida, se debe a la falta de solvencia de su clase media, cuyos salarios se estancaron en décadas, entre otros, porque perdieron industrias y empleos al exterior. Hoy descubren que la solución no está en los servicios, aun contando con los servicios más avanzados del mundo.
De ahí la insistencia del presidente Obama y líderes empresariales para impulsar las manufacturas. Por eso la meta de duplicar exportaciones para 2015 y la intención del presidente de que "la próxima generación de manufacturas debe desarrollarse" en su país.
Esto es una revisión al dogma de libre comercio a toda costa. Una explicación es que ya se dieron cuenta que esta "libertad" de comercio es con países cuyos gobiernos apoyan a su industria con subsidios y créditos mucho más amplios que los que permiten las reglas multilaterales.
De paso están revisando otro dogma, y admiten que para dirigir los apoyos gubernamentales tienen que escoger a qué industrias dárselos -o sea, escoger ganadores-. En las palabras del presidente de Dow Chemical, dirigente de la Asociación (con el gobierno) Avanzada de Manufactura: "Yo no dejaría al libre mercado la decisión sin antes definir lo que quiero que sea de la industria manufacturera en los próximos 20 o 30 años".
Hay que repetir, aunque debiera ser obvio, que la manufactura tiene características únicas como generadora de dinamismo, pues transforma materiales físicos en productos, lo que implica una tecnología. Como la transformación involucra un sinnúmero de componentes y situaciones en cada línea de producción, así también son las oportunidades para innovar. De ahí que sea el sector que más ingenieros utiliza, lo que le agrega un potencial de creatividad que no se encuentra igual en los sectores primarios o en los servicios. Por lo mismo, es el sector que mayores salarios y potencial de productividad tiene.
Cuando Ross Perot se opuso al Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos con México su argumento fue que absorberíamos todos sus empleos manufactureros. Se equivocó al suponer que nuestro país haría lo más inteligente y aprovecharía el tratado para maximizar su papel como centro manufacturero. Más tarde su lugar lo ocupó China y ahora ese mismo país nos vende 46 mil millones de dólares y nos compra sólo 4 mil.
El Gobierno Federal comete un primer error en no tener un diagnóstico de la situación industrial global y de los errores de sus propias políticas, y un segundo error en no escuchar la voz de alarma de la industria o confundirla con simples lloriqueos. No: la industria paga precios de monopolio por muchos servicios y energéticos muy caros, tiene pobre y costosa infraestructura y ahora, para colmo, un mayor costo por la inseguridad.
Un buen diagnóstico no haría de la reducción de aranceles el objetivo central del gobierno, mucho menos cuando el mundo tiene un gran exceso de capacidad y su principal problema es la falta de empleo.
Siendo las manufacturas la fuente de empleos de casi 4 millones de asegurados en el IMSS, debería el gobierno ver a los industriales como los socios que cualquiera quisiera tener para una verdadera estrategia de desarrollo a largo plazo. ¿Nadie se lo ha dicho?
El sector privado productor de bienes se tardó cuando menos un decenio, pero al fin tanto la Concamin como la Cámara del Acero y el Consejo Nacional Agropecuario (CNA) han levantado la voz contra una política sin rumbo que sólo parece tener como objetivo reducir las tarifas a la importación.
Esto sucede cuando en el mundo, incluido EU, los gobiernos despertaron al desmantelamiento de sus industrias. La crisis estadounidense, en gran medida, se debe a la falta de solvencia de su clase media, cuyos salarios se estancaron en décadas, entre otros, porque perdieron industrias y empleos al exterior. Hoy descubren que la solución no está en los servicios, aun contando con los servicios más avanzados del mundo.
De ahí la insistencia del presidente Obama y líderes empresariales para impulsar las manufacturas. Por eso la meta de duplicar exportaciones para 2015 y la intención del presidente de que "la próxima generación de manufacturas debe desarrollarse" en su país.
Esto es una revisión al dogma de libre comercio a toda costa. Una explicación es que ya se dieron cuenta que esta "libertad" de comercio es con países cuyos gobiernos apoyan a su industria con subsidios y créditos mucho más amplios que los que permiten las reglas multilaterales.
De paso están revisando otro dogma, y admiten que para dirigir los apoyos gubernamentales tienen que escoger a qué industrias dárselos -o sea, escoger ganadores-. En las palabras del presidente de Dow Chemical, dirigente de la Asociación (con el gobierno) Avanzada de Manufactura: "Yo no dejaría al libre mercado la decisión sin antes definir lo que quiero que sea de la industria manufacturera en los próximos 20 o 30 años".
Hay que repetir, aunque debiera ser obvio, que la manufactura tiene características únicas como generadora de dinamismo, pues transforma materiales físicos en productos, lo que implica una tecnología. Como la transformación involucra un sinnúmero de componentes y situaciones en cada línea de producción, así también son las oportunidades para innovar. De ahí que sea el sector que más ingenieros utiliza, lo que le agrega un potencial de creatividad que no se encuentra igual en los sectores primarios o en los servicios. Por lo mismo, es el sector que mayores salarios y potencial de productividad tiene.
Cuando Ross Perot se opuso al Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos con México su argumento fue que absorberíamos todos sus empleos manufactureros. Se equivocó al suponer que nuestro país haría lo más inteligente y aprovecharía el tratado para maximizar su papel como centro manufacturero. Más tarde su lugar lo ocupó China y ahora ese mismo país nos vende 46 mil millones de dólares y nos compra sólo 4 mil.
El Gobierno Federal comete un primer error en no tener un diagnóstico de la situación industrial global y de los errores de sus propias políticas, y un segundo error en no escuchar la voz de alarma de la industria o confundirla con simples lloriqueos. No: la industria paga precios de monopolio por muchos servicios y energéticos muy caros, tiene pobre y costosa infraestructura y ahora, para colmo, un mayor costo por la inseguridad.
Un buen diagnóstico no haría de la reducción de aranceles el objetivo central del gobierno, mucho menos cuando el mundo tiene un gran exceso de capacidad y su principal problema es la falta de empleo.
Siendo las manufacturas la fuente de empleos de casi 4 millones de asegurados en el IMSS, debería el gobierno ver a los industriales como los socios que cualquiera quisiera tener para una verdadera estrategia de desarrollo a largo plazo. ¿Nadie se lo ha dicho?
No hay comentarios:
Publicar un comentario