miércoles, 1 de junio de 2011

SIN PROBLEMAS CON ESTADOS UNIDOS

MARÍA DE LAS HERAS / EL PAÍS
Las polémicas opiniones del entonces embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, sobre temas internos de México, como la sucesión presidencial o el papel del Ejército mexicano en la guerra contra el narcotráfico, difundidas a través de los cables del Departamento de Estado filtrados por Wikileaks y publicados por EL PAÍS a partir de noviembre pasado, causaron airadas quejas del Gobierno mexicano que precipitaron su dimisión en marzo de este año. La semana pasada, Washington propuso como su nuevo representante en la capital mexicana a Earl Anthony Tony Wayne, californiano de 60 años, exembajador estadounidense en Buenos Aires y, actualmente, número dos de la representación de EE UU en Kabul, Afganistán.
Este nombramiento también causó polémica. Comentarios vertidos en la prensa mexicana afirman que la sola idea de que se haya pensado para ocupar la embajada estadounidense en México en alguien que proviene de Afganistán, señalado como experto en terrorismo, representa una señal sobre la lectura que los estadounidenses hacen de la situación que atraviesa México.
Esta semana buscamos averiguar la percepción de los ciudadanos sobre el nombramiento de Wayne y, según los resultados recogidos, la opinión pública mexicana no guarda mayores suspicacias. El 63% descarta que la elección del nuevo embajador sea una señal de que Estados Unidos prepara acciones militares en México como las que realiza en Afganistán. Ni siquiera piensan que indique que Washington considera que México tenga problemas similares a los del país asiático.
De hecho, la mayoría opina que la relación entre Estados Unidos y México continuará como hasta ahora e, incluso, un 29% tiene esperanzas de que mejore. Para formalizar el nombramiento de Wayne como sustituto de Carlos Pascual falta la ratificación del Congreso de Estados Unidos. De cualquier manera, el hecho de que Washington haya nombrado con tanta rapidez (solamente dos meses) a su candidato es interpretado como un gesto de acercamiento de la Administración de Barack Obama hacia México, pues algunos temían que, tras la reacción de Felipe Calderón a las declaraciones de Carlos Pascual, el puesto quedara vacío por un mayor periodo de tiempo.

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