miércoles, 22 de junio de 2011

ESTABILIDAD CON DESEMPLEO

Rogelio Ramírez de la O / El Universal
Si una descripción se puede hacer de la política económica oficial es que asegura la estabilidad macroeconómica, pero a costa del empleo.
Por eso causa sorpresa escuchar que en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) México es el de menor tasa de desempleo, sin que haya mayor comentario de los medios que informan la cifra.
La economía cayó 6.1% en 2009 en el PIB y en 2010 recuperó 5.4%, insuficiente para siquiera llegar al nivel de 2008. Para un país que suma cada año 1 millón de personas que necesitan empleo, esto no parece nada consistente con la tasa más baja de desempleo. Por ejemplo, Argentina se desaceleró y creció 0.8% en 2009 y luego saltó 8.7% en 2010 y aun así su tasa de desempleo a finales de 2010 fue de 7.3%. Brasil cayó 0.6% en 2009 y también saltó 7.5% en 2010 y su desempleo es de 6.7%. Chile cayó 1.7% y luego se recuperó 5.2% y tiene desempleo de 8.4%.
Por eso la tasa de desempleo de México de 5.2% no es creíble. Una explicación está en los indicadores estructurales de empleo y desempleo del INEGI. De entrada, el desempleo estimado es siempre muy bajo. Pero comparando el periodo antes de la crisis (mediados de 2008) con el último dato detallado (tercer trimestre de 2010) e incorporando más datos, se obtienen cifras muy altas de desempleo disfrazado.
En ese periodo la población en edad de trabajar aumentó en 1.6 millones. Los empleados aumentaron en 613 mil.
Pero los desempleados aumentaron en 1.06 millones. Aun más, los empleados que ganan hasta dos salarios mínimos aumentaron su empleo en 1.5 millones. Pero los empleos que pagan más de dos salarios mínimos se redujeron en 2 millones.
Ya sabemos que un salario mínimo no alcanza para cubrir necesidades mínimas, ni siquiera de alimentación y techo. Por lo tanto, los empleados con sólo un salario son en realidad subempleados. Con esta consideración, los desempleados y subempleados pasaron de 9.9 millones a mediados de 2008 a 12.2 millones en el tercer trimestre de 2010.
Es posible que con el aumento del producto a finales de 2010 y en 2011, el empleo siga recuperándose. Pero el grueso de su recuperación después de la caída de 2009 ya sucedió, y en el futuro aumentará a tasas más modestas.
De ahí que la cifra amplia de desempleo y subempleo que llegó a 26% de la población llamada económicamente activa no va a caer más que lentamente. Y no va a caer mucho, porque antes de la crisis ya era alta, es decir, 22%.
Este es un tema que no debería quedar de lado cuando se juzgan los resultados de la política del gobierno ante la crisis iniciada en 2008. Tanto su política fiscal como la monetaria se apostaron, por la prioridad del gobierno, hacia la estabilidad y no hacia el empleo o en el crecimiento de la economía.
Toda elección de política implica atender unas prioridades y desatender otras, pues no es posible cubrir todos los objetivos a la vez. Por eso, al elegir una sola prioridad hay costos. En particular, el Congreso tiene que preguntarse si la simplificación que hace el gobierno y que le presenta como paquete de política económica es explícita sobre sus efectos sobre el empleo y si éstos son tolerables. Entre otros, porque aun con el rebote económico de 2010 el desempleo y subempleo siguieron aumentando y no se ve cómo puedan bajar.
De ahí el crecimiento tan bajo de las ventas de empresas, los apretados presupuestos familiares, el alto endeudamiento de familias y la falta de opciones para quienes necesitan trabajar. Sólo les queda la informalidad, la migración a Estados Unidos o el crimen.


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