Orlando Delgado Selley / La Jornada
Tras postergar por enésima vez la solución a los problemas griegos, los ministros de finanzas de la zona del euro reconocieron el hartazgo de las poblaciones respecto de las reformas que esos mismos ministros han impulsado y que es visible en Atenas, Madrid y otras ciudades. Pero en seguida advirtieron que también están hartos los contribuyentes de algunos estados miembros de apoyar a países con problemas. De modo que frente a estos hartazgos dieron un ultimátum a las fuerzas políticas griegas presentes en su Parlamento para que acepten el paquete de austeridad exigido por la "troika infernal": FMI, Banco Central Europeo (BCE) y el Eurogrupo, o no se entregará el último tramo del apoyo acordado hace 13 meses.
Como bien ha señalado Krugman, los que no se han hartado son los rentistas, banqueros e individuos adinerados, que compraron bonos emitidos por los gobiernos de esos países con problemas. Estos inversionistas, a los que eufemísticamente se ha denominado mercados, junto con el gobierno chino, no sólo no han perdido absolutamente nada con la crisis de deuda soberana, sino que han ganado mucho dinero. Los gobiernos de la zona euro han conformado un "Comité del Dolor" que ha actuado con el propósito central de proteger a esos rentistas, aunque para ello se haya castigado a poblaciones enteras.
El dilema al que se han venido enfrentando esos ministros y la "troika infernal" es que, habiendo reconocido que el gobierno griego no podrá cumplir con las obligaciones estipuladas en el paquete de apoyo que Europa y el FMI decidieron en mayo de 2010, tienen que decidir si los acreedores, los rentistas a los que se refiere Krugman, participan voluntaria u obligatoriamente en la restructuración de la deuda griega. El debate ha estado centrado entre la posición alemana, que exige que los banqueros acreedores acepten obligatoriamente renovar todos los bonos a un plazo de siete años, y la posición de los demás gobiernos europeos, el FMI y el BCE que sostienen que los rentistas deben participar en esa restructura voluntariamente.
Los que sostienen que la participación sea voluntaria, argumentan que de otro modo las calificadoras rebajarán su nota para Grecia considerando sus bonos como basura, es decir, papeles que nadie debiera comprar, lo que equivale a impedir que el gobierno griego pueda financiarse. Advierten que el impacto de la participación obligatoria sería como la quiebra de Lehman Brothers, que costó 500 mil millones de dólares en un día. La advertencia tiene peso. Sin embargo, habría que precisar que los que perderían serían justamente esos rentistas. Naturalmente eso afectaría el funcionamiento de la economía, pero ¿no se está afectando ya cuando se obliga a que el gobierno de un país no haga nada para sacar del desempleo a millones de personas?
Los indignados españoles y griegos que han inundado las plazas de decenas de ciudades de esos países están llamando la atención sobre un problema central: los motivos de la democracia. El punto no puede seguir siendo si la democracia representativa es la mejor forma para conducir un país, sino si quienes aspiran a conducir los rumbos de un país entienden que su principal responsabilidad es con sus ciudadanos. En consecuencia, si están dispuestos a enfrentar los intereses de los rentistas impidiendo que éste o cualquier otro Comité del Dolor actúe contra la gente. Por eso la gente está harta, por eso el grito coreado por toda España es "esos no nos representan", ni unos ni otros, ni izquierdas ni derechas parlamentarias.
Gobiernos pretendidamente de izquierdas, lo mismo que los de derechas, apoyando sin recato a los rentistas con la idea de que de esa manera se protege de daños mayores a la población, olvidan que no hay daño mayor que familias enteras sin trabajo durante meses y sin posibilidades próximas de ocuparse. Lo que se está perdiendo en esta etapa de la crisis es la certidumbre de que el futuro será mejor. Eso ya no es claro. Los indignados están hartos y han empezado a cambiar el panorama.
Tras postergar por enésima vez la solución a los problemas griegos, los ministros de finanzas de la zona del euro reconocieron el hartazgo de las poblaciones respecto de las reformas que esos mismos ministros han impulsado y que es visible en Atenas, Madrid y otras ciudades. Pero en seguida advirtieron que también están hartos los contribuyentes de algunos estados miembros de apoyar a países con problemas. De modo que frente a estos hartazgos dieron un ultimátum a las fuerzas políticas griegas presentes en su Parlamento para que acepten el paquete de austeridad exigido por la "troika infernal": FMI, Banco Central Europeo (BCE) y el Eurogrupo, o no se entregará el último tramo del apoyo acordado hace 13 meses.
Como bien ha señalado Krugman, los que no se han hartado son los rentistas, banqueros e individuos adinerados, que compraron bonos emitidos por los gobiernos de esos países con problemas. Estos inversionistas, a los que eufemísticamente se ha denominado mercados, junto con el gobierno chino, no sólo no han perdido absolutamente nada con la crisis de deuda soberana, sino que han ganado mucho dinero. Los gobiernos de la zona euro han conformado un "Comité del Dolor" que ha actuado con el propósito central de proteger a esos rentistas, aunque para ello se haya castigado a poblaciones enteras.
El dilema al que se han venido enfrentando esos ministros y la "troika infernal" es que, habiendo reconocido que el gobierno griego no podrá cumplir con las obligaciones estipuladas en el paquete de apoyo que Europa y el FMI decidieron en mayo de 2010, tienen que decidir si los acreedores, los rentistas a los que se refiere Krugman, participan voluntaria u obligatoriamente en la restructuración de la deuda griega. El debate ha estado centrado entre la posición alemana, que exige que los banqueros acreedores acepten obligatoriamente renovar todos los bonos a un plazo de siete años, y la posición de los demás gobiernos europeos, el FMI y el BCE que sostienen que los rentistas deben participar en esa restructura voluntariamente.
Los que sostienen que la participación sea voluntaria, argumentan que de otro modo las calificadoras rebajarán su nota para Grecia considerando sus bonos como basura, es decir, papeles que nadie debiera comprar, lo que equivale a impedir que el gobierno griego pueda financiarse. Advierten que el impacto de la participación obligatoria sería como la quiebra de Lehman Brothers, que costó 500 mil millones de dólares en un día. La advertencia tiene peso. Sin embargo, habría que precisar que los que perderían serían justamente esos rentistas. Naturalmente eso afectaría el funcionamiento de la economía, pero ¿no se está afectando ya cuando se obliga a que el gobierno de un país no haga nada para sacar del desempleo a millones de personas?
Los indignados españoles y griegos que han inundado las plazas de decenas de ciudades de esos países están llamando la atención sobre un problema central: los motivos de la democracia. El punto no puede seguir siendo si la democracia representativa es la mejor forma para conducir un país, sino si quienes aspiran a conducir los rumbos de un país entienden que su principal responsabilidad es con sus ciudadanos. En consecuencia, si están dispuestos a enfrentar los intereses de los rentistas impidiendo que éste o cualquier otro Comité del Dolor actúe contra la gente. Por eso la gente está harta, por eso el grito coreado por toda España es "esos no nos representan", ni unos ni otros, ni izquierdas ni derechas parlamentarias.
Gobiernos pretendidamente de izquierdas, lo mismo que los de derechas, apoyando sin recato a los rentistas con la idea de que de esa manera se protege de daños mayores a la población, olvidan que no hay daño mayor que familias enteras sin trabajo durante meses y sin posibilidades próximas de ocuparse. Lo que se está perdiendo en esta etapa de la crisis es la certidumbre de que el futuro será mejor. Eso ya no es claro. Los indignados están hartos y han empezado a cambiar el panorama.
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