José Carreño Carlón / El Universal
A casi una semana de ocurrido, prácticamente no ha habido día en que el presidente Calderón no haya declarado algo en referencia al encuentro en el Castillo de Chapultepec. Esto —y lo insólito y trascendente del acto— le han permitido mantener en la agenda pública un episodio que se ha considerado el mejor momento de su sexenio.
Parecería que Calderón quisiera conservar y prolongar ese momento en los espacios mediáticos: el verdadero blanco de seducción de los políticos en la llamada democracia mediática. Obtener una buena consideración mediática ha sido a lo largo del sexenio el objeto del deseo: a ser alcanzado, primero, y a conservarlo ahora, que llegó por alguno de los renglones torcido de Dios. Para este efecto, nada importa que no haya aparecido hasta el momento —en los mensajes presidenciales— la posibilidad misma de respuesta, en los hechos, a los reclamos formulados por los familiares de las víctimas de la violencia y la inseguridad.
En cambio, con la frecuente invocación del Presidente al encuentro, simbolizado ya en la imagen mediática más difundida: el abrazo que le dio el poeta Javier Sicilia, vuelve con su vigencia y universalidad ese reclamo de “Fausto” que se ha aplicado a las más diversas situaciones en que actores individuales o grupos sociales pretenden prolongar en la historia un momento sublime: de éxito, de gloria o de libertad: “¡Detente, instante, eres tan hermoso!”.
En ese trance, el “Fausto” de Goethe vive la contradicción entre el reclamo de eternidad dirigido a un instante y la conciencia de que ese instante no es más que eso: un instante “fugaz”, así lo llame también “sagrado”.
- Los usos de detener el instante
Y, claro, el presidente Calderón tampoco ignora la fugacidad del favor de los medios. Y seguro está consciente de las limitaciones y dificultades para mantener indefinidamente su propio, hermoso, instante a la cabeza de la agenda pública.
Pero no hay peor lucha que la que no se hace y no hay duda de la tenacidad presidencial. Y cuatro días después del encuentro —este lunes— el Presidente no sólo seguía tratando de detener su instante sublime al exaltarlo como “un diálogo muy franco, muy emotivo, muy difícil”, sino que además mandaba una señal de que se proponía usarlo contra los gobiernos locales y los partidos que no han mostrado suficiente respaldo a la estrategia federal contra la inseguridad.
En ese sentido, dijo que aquel diálogo del Castillo de Chapultepec “abrió la oportunidad de fortalecer la participación de los ciudadanos” y de contar con una sociedad “que nos exija a todos los gobiernos, de todas las fuerzas políticas, tener una clara definición —desafió— sobre lo que realmente se está haciendo, o dejando de hacer, en materia de seguridad”.
- Redireccionar el reclamo
Y aquí sí hay que reconocer la casi impecable habilidad presidencial para redireccionar contra sus opositores los reclamos dirigidos a él por Sicilia. Calderón no sólo rechazó el jueves —con eficacia— el reclamo de cambio de estrategia contra las bandas criminales en la reunión del Castillo. Además ahora se propone volcar ese reclamo de los familiares de las víctimas, contra quienes el propio Presidente considera que están “dejando de hacer (lo que él espera que hagan) en materia de seguridad”, es decir, contra quienes no han apoyado su estrategia, que no es otra que la estrategia cuestionada en el encuentro de Chapultepec por la Caravana de la Paz y del Consuelo.
¿Espera el Presidente que quienes recorren el país cuestionando su estrategia vayan hoy a defenderla al Congreso y mañana ante gobiernos locales y partidos acusados de no apoyar el programa presidencial?
Eso sólo pasaría de lograrse prolongar y convertir en proyecto político común el instante del abrazo de Sicilia a Calderón. Y en ese caso abundarían los que dejarían al mandatario con su “¡Detente, instante, eres tan hermoso!” y le pedirían al poeta: “¡Detente, Sicilia, sé más cauteloso!”.
A casi una semana de ocurrido, prácticamente no ha habido día en que el presidente Calderón no haya declarado algo en referencia al encuentro en el Castillo de Chapultepec. Esto —y lo insólito y trascendente del acto— le han permitido mantener en la agenda pública un episodio que se ha considerado el mejor momento de su sexenio.
Parecería que Calderón quisiera conservar y prolongar ese momento en los espacios mediáticos: el verdadero blanco de seducción de los políticos en la llamada democracia mediática. Obtener una buena consideración mediática ha sido a lo largo del sexenio el objeto del deseo: a ser alcanzado, primero, y a conservarlo ahora, que llegó por alguno de los renglones torcido de Dios. Para este efecto, nada importa que no haya aparecido hasta el momento —en los mensajes presidenciales— la posibilidad misma de respuesta, en los hechos, a los reclamos formulados por los familiares de las víctimas de la violencia y la inseguridad.
En cambio, con la frecuente invocación del Presidente al encuentro, simbolizado ya en la imagen mediática más difundida: el abrazo que le dio el poeta Javier Sicilia, vuelve con su vigencia y universalidad ese reclamo de “Fausto” que se ha aplicado a las más diversas situaciones en que actores individuales o grupos sociales pretenden prolongar en la historia un momento sublime: de éxito, de gloria o de libertad: “¡Detente, instante, eres tan hermoso!”.
En ese trance, el “Fausto” de Goethe vive la contradicción entre el reclamo de eternidad dirigido a un instante y la conciencia de que ese instante no es más que eso: un instante “fugaz”, así lo llame también “sagrado”.
- Los usos de detener el instante
Y, claro, el presidente Calderón tampoco ignora la fugacidad del favor de los medios. Y seguro está consciente de las limitaciones y dificultades para mantener indefinidamente su propio, hermoso, instante a la cabeza de la agenda pública.
Pero no hay peor lucha que la que no se hace y no hay duda de la tenacidad presidencial. Y cuatro días después del encuentro —este lunes— el Presidente no sólo seguía tratando de detener su instante sublime al exaltarlo como “un diálogo muy franco, muy emotivo, muy difícil”, sino que además mandaba una señal de que se proponía usarlo contra los gobiernos locales y los partidos que no han mostrado suficiente respaldo a la estrategia federal contra la inseguridad.
En ese sentido, dijo que aquel diálogo del Castillo de Chapultepec “abrió la oportunidad de fortalecer la participación de los ciudadanos” y de contar con una sociedad “que nos exija a todos los gobiernos, de todas las fuerzas políticas, tener una clara definición —desafió— sobre lo que realmente se está haciendo, o dejando de hacer, en materia de seguridad”.
- Redireccionar el reclamo
Y aquí sí hay que reconocer la casi impecable habilidad presidencial para redireccionar contra sus opositores los reclamos dirigidos a él por Sicilia. Calderón no sólo rechazó el jueves —con eficacia— el reclamo de cambio de estrategia contra las bandas criminales en la reunión del Castillo. Además ahora se propone volcar ese reclamo de los familiares de las víctimas, contra quienes el propio Presidente considera que están “dejando de hacer (lo que él espera que hagan) en materia de seguridad”, es decir, contra quienes no han apoyado su estrategia, que no es otra que la estrategia cuestionada en el encuentro de Chapultepec por la Caravana de la Paz y del Consuelo.
¿Espera el Presidente que quienes recorren el país cuestionando su estrategia vayan hoy a defenderla al Congreso y mañana ante gobiernos locales y partidos acusados de no apoyar el programa presidencial?
Eso sólo pasaría de lograrse prolongar y convertir en proyecto político común el instante del abrazo de Sicilia a Calderón. Y en ese caso abundarían los que dejarían al mandatario con su “¡Detente, instante, eres tan hermoso!” y le pedirían al poeta: “¡Detente, Sicilia, sé más cauteloso!”.
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