Samuel García/ El Semanario
En 9 días más, el 30 de junio, el Comité Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, (FMI), dará a conocer quién será su nuevo director-gerente por los próximos 5 años, una vez que hayan votado cada uno de sus 24 miembros que representan a la totalidad de países socios del organismo.
Agustín Carstens ha realizado una intensa campaña internacional para impulsar su candidatura. Desde el 20 de mayo, cuando el organismo financiero dio a conocer las bases para la nominación de su nuevo director-gerente, el gobernador del Banco de México ha recorrido buena parte del mundo emergente en su afán por impulsar que es tiempo que un país en desarrollo encabece al FMI con un candidato con conocimiento y experiencia.
Durante el periodo de presentación de candidaturas ningún otro país emergente se decidió a postularse. Si bien el gobernador del banco central de Kasajastán, Grigori Martchenko, y el ex ministro de Finanzas de Sudáfrica, Trevor Manuel, tenían intenciones de hacerlo, finalmente sus gobiernos declinaron.
Lo cierto es que la candidatura de Carstens no ha logrado despertar las simpatías de los emergentes. África, naturalmente por sus intereses comerciales y financieros, se comprometió muy temprano con la francesa Christine Lagarde —el otro candidato a dirigir el FMI.
Asia, con China e India a la cabeza, también se han inclinado por la candidatura europea de Lagarde dados los fuertes intereses que les unen. Y Latinoamérica ha mantenido una vergonzosa y silenciosa división, encabezada por los gobiernos de Brasil y Argentina, un silencio movido por una “apuesta al probable ganador” (Lagarde) que les evite recriminaciones futuras por parte de ‘sus socios’ europeos, tirando a la basura la tan reclamada ‘unidad latinoamericana’.
La pregunta es si con todo este desalentador panorama Carstens perdió el tiempo promoviendo su candidatura en el mundo emergente. Me parece que no, al contrario.
Primero, la torpe política exterior seguida por México en los últimos años no ayudó a posicionar candidaturas como la de Carstens, sin embargo, su intensa gira sí favorece la presencia de México en los círculos de decisión globales.
Segundo, de no ganar esta elección —lo cual es muy probable— Carstens se ha posicionado como un candidato visible para la siguiente. Su papel de portavoz del mundo emergente lo coloca como candidato obligado.
Tercero, el gobierno debe retomar este trabajo diplomático de Carstens para reposicionar el liderazgo económico de México en las decisiones que se avecinan en el G-20, en el BIS, en el Banco Mundial y en el propio BID.
Sígale la pista...
A LOS LECTORES. Todo tiene su tiempo y después de 7 años de fundar y dirigir El Semanario de Negocios y Economía he decidido separarme de ese entrañable proyecto periodístico por razones personales. Agradezco a quienes contribuyeron fielmente a su permanencia y apoyaron mi labor durante ese tiempo; a los editores, reporteros, analistas, personal administrativo, consejeros editoriales y socios; pero especialmente agradezco a los lectores quienes con su crítica y participación hicieron de este proyecto una alternativa en la vasta oferta periodística que existe en el país. El proyecto continuará ahora bajo la batuta de Sam Podolsky.
En 9 días más, el 30 de junio, el Comité Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, (FMI), dará a conocer quién será su nuevo director-gerente por los próximos 5 años, una vez que hayan votado cada uno de sus 24 miembros que representan a la totalidad de países socios del organismo.
Agustín Carstens ha realizado una intensa campaña internacional para impulsar su candidatura. Desde el 20 de mayo, cuando el organismo financiero dio a conocer las bases para la nominación de su nuevo director-gerente, el gobernador del Banco de México ha recorrido buena parte del mundo emergente en su afán por impulsar que es tiempo que un país en desarrollo encabece al FMI con un candidato con conocimiento y experiencia.
Durante el periodo de presentación de candidaturas ningún otro país emergente se decidió a postularse. Si bien el gobernador del banco central de Kasajastán, Grigori Martchenko, y el ex ministro de Finanzas de Sudáfrica, Trevor Manuel, tenían intenciones de hacerlo, finalmente sus gobiernos declinaron.
Lo cierto es que la candidatura de Carstens no ha logrado despertar las simpatías de los emergentes. África, naturalmente por sus intereses comerciales y financieros, se comprometió muy temprano con la francesa Christine Lagarde —el otro candidato a dirigir el FMI.
Asia, con China e India a la cabeza, también se han inclinado por la candidatura europea de Lagarde dados los fuertes intereses que les unen. Y Latinoamérica ha mantenido una vergonzosa y silenciosa división, encabezada por los gobiernos de Brasil y Argentina, un silencio movido por una “apuesta al probable ganador” (Lagarde) que les evite recriminaciones futuras por parte de ‘sus socios’ europeos, tirando a la basura la tan reclamada ‘unidad latinoamericana’.
La pregunta es si con todo este desalentador panorama Carstens perdió el tiempo promoviendo su candidatura en el mundo emergente. Me parece que no, al contrario.
Primero, la torpe política exterior seguida por México en los últimos años no ayudó a posicionar candidaturas como la de Carstens, sin embargo, su intensa gira sí favorece la presencia de México en los círculos de decisión globales.
Segundo, de no ganar esta elección —lo cual es muy probable— Carstens se ha posicionado como un candidato visible para la siguiente. Su papel de portavoz del mundo emergente lo coloca como candidato obligado.
Tercero, el gobierno debe retomar este trabajo diplomático de Carstens para reposicionar el liderazgo económico de México en las decisiones que se avecinan en el G-20, en el BIS, en el Banco Mundial y en el propio BID.
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A LOS LECTORES. Todo tiene su tiempo y después de 7 años de fundar y dirigir El Semanario de Negocios y Economía he decidido separarme de ese entrañable proyecto periodístico por razones personales. Agradezco a quienes contribuyeron fielmente a su permanencia y apoyaron mi labor durante ese tiempo; a los editores, reporteros, analistas, personal administrativo, consejeros editoriales y socios; pero especialmente agradezco a los lectores quienes con su crítica y participación hicieron de este proyecto una alternativa en la vasta oferta periodística que existe en el país. El proyecto continuará ahora bajo la batuta de Sam Podolsky.
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