Jorge Zepeda Patterson / El Universal
Diciembre de 2012. El país sobrevivió a las profecías mayas, pero no a las inexorables predicciones de las encuestas: Calderón entrega la banda presidencial al PRI, luego de que su delfín, Ernesto Cordero, resultara masacrado a votos en las elecciones de julio de ese año. El PAN regresa a la oposición, devastado por la apabullante derrota, con la cruda certeza de que para sobrevivir debe erradicar todo vestigio de calderonismo entre sus filas. En su destierro político, al igual que Napoleón, Calderón dedicará muchas horas a pensar en Josefina, aunque por distintas razones. Aquél por amor, éste por arrepentimiento.
Josefina Vázquez Mota es la mejor opción que Felipe Calderón tiene para que, en el probable caso de que su partido pierda la Presidencia, el fracaso sea atribuido al PAN y no exclusivamente a él mismo. Si Calderón se empecina en imponerle al partido a un candidato de su gabinete como Cordero o como Alonso Lujambio, sus adversarios en el PAN podrán, con toda razón, aducir que no fue el PAN el vencido, sino el calderonismo. Por el contrario, si el candidato fuese Josefina o Santiago Creel, el Presidente podría aducir que la derrota es de todos, porque el candidato fue elegido por voluntad de la militancia del partido.
La prevista y aplastante victoria del priísta Eruviel Ávila en las elecciones del Estado de México el próximo domingo podría constituir una maqueta de lo que sucedería a nivel nacional exactamente un año más tarde. Un pésimo candidato del PAN, Felipe Bravo Mena, impuesto por Calderón, es apabullado en la elección dejando en tercer sitio a su partido. Un escenario nada improbable en el caso de una confrontación Peña Nieto, López Obrador, Cordero. Ciertamente el tabasqueño no gozará del enorme apoyo popular que tuvo en 2006, pero no veo cómo el poco carismático Secretario de Hacienda de los 6 mil pesos mensuales pudiera ganarle a López Obrador y su Morena el segundo lugar. Menos aún si el candidato de la izquierda fuese Marcelo Ebrard.
Nada puede garantizar que Josefina Vázquez Mota o que Santiago Creel estén en condiciones de recuperar la delantera que les lleva el precandidato del PRI. De antemano es un camino cuesta arriba. Lo que sí garantizan ambos es que los panistas se involucren en la campaña al tener un candidato elegido por ellos, a diferencia de la incomodidad de trabajar a favor de un funcionario impuesto por el Presidente.
Entre ambos, Josefina y Creel, me parece que la primera tiene más posibilidades de recaudar votos entre la población abierta. Por el contrario, Creel tiene más trabajo realizado entre los panistas, pero su paso por Gobernación con el polémico tema de las concesiones a casinos y sus orígenes “aristocráticos” lo hacen muy vulnerable en las campañas ante el resto de los electores.
En otra ocasión señalé que si Josefina fuera hombre, el PAN ya tendría candidato. Por su larga trayectoria y una imagen sin cargas negativas significativas, sería la opción más clara, por lo menos en el papel. Pero el conservadurismo misógino que existe en el PAN le resta posibilidades (no han tenido presidenta de partido ni gobernadora, como en el PRI o el PRD). No debe pasar inadvertido que esta aparente desventaja podría convertirse en virtud: su condición de mujer ofrecería ángulos novedosos y favorables frente a Peña Nieto.
Pero, sobre todo, la candidatura de Vázquez Mota sería útil a Calderón, a pesar de sí mismo. No veo otro escenario poselectoral que una cacería de brujas dentro del PAN a todo lo que huela a calderonismo. Algo similar a lo que sucedió en el PRI contra Zedillo luego de la derrota en el 2000: su rival, Roberto Madrazo, tomó el control y erradicó a los zedillistas. Y la purga no fue más sangrienta en términos políticos simplemente porque el expresidente se “exilió” para efectos prácticos.
El PAN tendrá que transitar por un revisionismo de pies a cabeza para regresar a ese partido de vida democrática, de discusión horizontal y abierta entre sus grupos, que era antes de que el presidencialismo diera manotazos para poner y quitar cabezas de partido y candidatos a las contiendas electorales. Los Creel y los Clouthier, y hasta los Espino, como otros muchos cuadros avasallados por el verticalismo de los últimos años, regresarán para reclamar una vuelta a los orígenes. Es decir, una purga calderonista. La imposición de un candidato perdedor para el 2012 simplemente profundizará la magnitud de esa purga.
Diciembre de 2012. El país sobrevivió a las profecías mayas, pero no a las inexorables predicciones de las encuestas: Calderón entrega la banda presidencial al PRI, luego de que su delfín, Ernesto Cordero, resultara masacrado a votos en las elecciones de julio de ese año. El PAN regresa a la oposición, devastado por la apabullante derrota, con la cruda certeza de que para sobrevivir debe erradicar todo vestigio de calderonismo entre sus filas. En su destierro político, al igual que Napoleón, Calderón dedicará muchas horas a pensar en Josefina, aunque por distintas razones. Aquél por amor, éste por arrepentimiento.
Josefina Vázquez Mota es la mejor opción que Felipe Calderón tiene para que, en el probable caso de que su partido pierda la Presidencia, el fracaso sea atribuido al PAN y no exclusivamente a él mismo. Si Calderón se empecina en imponerle al partido a un candidato de su gabinete como Cordero o como Alonso Lujambio, sus adversarios en el PAN podrán, con toda razón, aducir que no fue el PAN el vencido, sino el calderonismo. Por el contrario, si el candidato fuese Josefina o Santiago Creel, el Presidente podría aducir que la derrota es de todos, porque el candidato fue elegido por voluntad de la militancia del partido.
La prevista y aplastante victoria del priísta Eruviel Ávila en las elecciones del Estado de México el próximo domingo podría constituir una maqueta de lo que sucedería a nivel nacional exactamente un año más tarde. Un pésimo candidato del PAN, Felipe Bravo Mena, impuesto por Calderón, es apabullado en la elección dejando en tercer sitio a su partido. Un escenario nada improbable en el caso de una confrontación Peña Nieto, López Obrador, Cordero. Ciertamente el tabasqueño no gozará del enorme apoyo popular que tuvo en 2006, pero no veo cómo el poco carismático Secretario de Hacienda de los 6 mil pesos mensuales pudiera ganarle a López Obrador y su Morena el segundo lugar. Menos aún si el candidato de la izquierda fuese Marcelo Ebrard.
Nada puede garantizar que Josefina Vázquez Mota o que Santiago Creel estén en condiciones de recuperar la delantera que les lleva el precandidato del PRI. De antemano es un camino cuesta arriba. Lo que sí garantizan ambos es que los panistas se involucren en la campaña al tener un candidato elegido por ellos, a diferencia de la incomodidad de trabajar a favor de un funcionario impuesto por el Presidente.
Entre ambos, Josefina y Creel, me parece que la primera tiene más posibilidades de recaudar votos entre la población abierta. Por el contrario, Creel tiene más trabajo realizado entre los panistas, pero su paso por Gobernación con el polémico tema de las concesiones a casinos y sus orígenes “aristocráticos” lo hacen muy vulnerable en las campañas ante el resto de los electores.
En otra ocasión señalé que si Josefina fuera hombre, el PAN ya tendría candidato. Por su larga trayectoria y una imagen sin cargas negativas significativas, sería la opción más clara, por lo menos en el papel. Pero el conservadurismo misógino que existe en el PAN le resta posibilidades (no han tenido presidenta de partido ni gobernadora, como en el PRI o el PRD). No debe pasar inadvertido que esta aparente desventaja podría convertirse en virtud: su condición de mujer ofrecería ángulos novedosos y favorables frente a Peña Nieto.
Pero, sobre todo, la candidatura de Vázquez Mota sería útil a Calderón, a pesar de sí mismo. No veo otro escenario poselectoral que una cacería de brujas dentro del PAN a todo lo que huela a calderonismo. Algo similar a lo que sucedió en el PRI contra Zedillo luego de la derrota en el 2000: su rival, Roberto Madrazo, tomó el control y erradicó a los zedillistas. Y la purga no fue más sangrienta en términos políticos simplemente porque el expresidente se “exilió” para efectos prácticos.
El PAN tendrá que transitar por un revisionismo de pies a cabeza para regresar a ese partido de vida democrática, de discusión horizontal y abierta entre sus grupos, que era antes de que el presidencialismo diera manotazos para poner y quitar cabezas de partido y candidatos a las contiendas electorales. Los Creel y los Clouthier, y hasta los Espino, como otros muchos cuadros avasallados por el verticalismo de los últimos años, regresarán para reclamar una vuelta a los orígenes. Es decir, una purga calderonista. La imposición de un candidato perdedor para el 2012 simplemente profundizará la magnitud de esa purga.
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