José Miguel Moreno / El Semanario
A la Fed se le agota este mes su segundo programa de compra de activos, el QE2; a Obama, atosigado por el temor a rebasar el techo de endeudamiento establecido por el Congreso, se le acaba el margen para estimular la economía con más gasto público; y entre tanto, y para desesperación de todos, la recuperación económica en EU vuelve a languidecer. El PIB en el primer trimestre del año se desaceleró a 1.8% comparado con 3.1% en el cuarto, y la propia composición de PIB sugiere un menor crecimiento futuro.
El último indicio, el del empleo, es el más preocupante. La nómina no agrícola de mayo apenas se incrementó en 54,000, un dato frustrante si tenemos en cuenta que el consenso, que ya había revisado su estimación a la baja tras el reporte de ADP, estimaba 169,000 puestos de trabajo. Por otro lado, la tasa de desempleo, inesperadamente, se elevó a 9.1%. Eso es letal para una economía que precisa urgentemente de empleos para reactivar el gasto de consumo, que representa 2/3 del PIB de EU.
Pero no sólo es el empleo: a pesar de las bajas tasas hipotecarias, a pesar de la caída en los precios de la vivienda, sin empleo o, en caso de tenerlo, con la incertidumbre que prevalece para el futuro más cercano, nadie se aventura a comprar una casa. Por tanto, los stocks de vivienda permanecen elevados, los constructores tienen sus proyectos paralizados, y los precios siguen descendiendo. Así, el sector inmobiliario, origen de esta crisis, ha entrado en una “doble recesión”, con efectos perversos a lo largo y ancho de la economía.
En efecto, la construcción, el sector inmobiliario, en vez de ser uno de los motores de un nuevo ciclo expansivo, está torpedeando la recuperación. No sólo afecta al empleo y a los fabricantes de materiales de construcción, sino que con la caída de los precios de la vivienda se debilita el consumo por el llamado “efecto riqueza”, al perder valor la mayor inversión familiar. A su vez, aquellos ciudadanos endeudados y en dificultades para pagar la casa no tienen incentivos para seguir haciéndolo ante un activo que pierde valor, lo que provoca una depreciación de los titulos respaldados por hipotecas y pérdidas para la banca, que reacciona endureciendo las condiciones de crédito para el consumo y la inversión.
Así las cosas, el estadounidense de a pie, que encima ve cómo el galón de gasolina se encarece por el desenfrenado alza de los precios del petróleo, vuelve a desanimarse con la recuperación y resuelve apretarse el cinturón. Así, el gasto de consumo real, esto es, descontando la inflación, en el primer trimestre creció a una modesta tasa de 2.2% comparado con 4.0% en el trimestre anterior.
Por el lado de la producción, la manufactura también pierde dinamismo. Y eso es lo que más debe preocupar a las autoridades mexicanas, conscientes de que el éxito de la recuperación económica en México depende del ritmo de expansión de la industria estadounidense. Pues bien, en abril la producción industrial registró una lectura de 0.0%, muy por debajo del 0.4% que esperaba el consenso. Y si bien es cierto que una buena parte del flojo desempeño se debe a la contracción en la fabricación de autos como resultado de la interrupción en las cadenas de producción por el tsunami de Japón, la realidad es que la debilidad de la manufactura fue generalizada.
En mayo siguió la tendencia. Así, el ISM manufacturero, que en abril se expandía a un ritmo aún saludable, con una lectura de 60.4, se desplomó en mayo casi 7 puntos a 53.5, viéndose especialmente dañados los componentes de producción y de nuevos pedidos.
Estas señales de enfriamiento de la economía, ¿es transitorio o es algo fundamental? ¿es un pequeño tropiezo en medio de una senda sostenida de expansión o se trata de una tendencia más duradera de menor crecimiento?. Es cierto que hay elementos de carácter transitorio, como el impacto del tsunami de Japón, o los recientes tornados e inundaciones. Pero la intensidad del frenazo hace pensar que hay otras fuerzas subyacentes que alimentan los riesgos de una recaída. Las bolsas caen y las tasas de interés se desploman, regresando la del bono de 10 años por debajo de 3%. Los analistas revisan a la baja sus pronósticos de crecimiento para todo el año. Y lo peor, como decíamos al inicio, es que anunciar un Q3 con crecientes presiones inflacionarias a la vista, o nuevos programas de estímulo fiscal cuando Moody´s y compañía amenazan con rebajar la calificación de la deuda de EU, resulta cada día más complicado.
A la Fed se le agota este mes su segundo programa de compra de activos, el QE2; a Obama, atosigado por el temor a rebasar el techo de endeudamiento establecido por el Congreso, se le acaba el margen para estimular la economía con más gasto público; y entre tanto, y para desesperación de todos, la recuperación económica en EU vuelve a languidecer. El PIB en el primer trimestre del año se desaceleró a 1.8% comparado con 3.1% en el cuarto, y la propia composición de PIB sugiere un menor crecimiento futuro.
El último indicio, el del empleo, es el más preocupante. La nómina no agrícola de mayo apenas se incrementó en 54,000, un dato frustrante si tenemos en cuenta que el consenso, que ya había revisado su estimación a la baja tras el reporte de ADP, estimaba 169,000 puestos de trabajo. Por otro lado, la tasa de desempleo, inesperadamente, se elevó a 9.1%. Eso es letal para una economía que precisa urgentemente de empleos para reactivar el gasto de consumo, que representa 2/3 del PIB de EU.
Pero no sólo es el empleo: a pesar de las bajas tasas hipotecarias, a pesar de la caída en los precios de la vivienda, sin empleo o, en caso de tenerlo, con la incertidumbre que prevalece para el futuro más cercano, nadie se aventura a comprar una casa. Por tanto, los stocks de vivienda permanecen elevados, los constructores tienen sus proyectos paralizados, y los precios siguen descendiendo. Así, el sector inmobiliario, origen de esta crisis, ha entrado en una “doble recesión”, con efectos perversos a lo largo y ancho de la economía.
En efecto, la construcción, el sector inmobiliario, en vez de ser uno de los motores de un nuevo ciclo expansivo, está torpedeando la recuperación. No sólo afecta al empleo y a los fabricantes de materiales de construcción, sino que con la caída de los precios de la vivienda se debilita el consumo por el llamado “efecto riqueza”, al perder valor la mayor inversión familiar. A su vez, aquellos ciudadanos endeudados y en dificultades para pagar la casa no tienen incentivos para seguir haciéndolo ante un activo que pierde valor, lo que provoca una depreciación de los titulos respaldados por hipotecas y pérdidas para la banca, que reacciona endureciendo las condiciones de crédito para el consumo y la inversión.
Así las cosas, el estadounidense de a pie, que encima ve cómo el galón de gasolina se encarece por el desenfrenado alza de los precios del petróleo, vuelve a desanimarse con la recuperación y resuelve apretarse el cinturón. Así, el gasto de consumo real, esto es, descontando la inflación, en el primer trimestre creció a una modesta tasa de 2.2% comparado con 4.0% en el trimestre anterior.
Por el lado de la producción, la manufactura también pierde dinamismo. Y eso es lo que más debe preocupar a las autoridades mexicanas, conscientes de que el éxito de la recuperación económica en México depende del ritmo de expansión de la industria estadounidense. Pues bien, en abril la producción industrial registró una lectura de 0.0%, muy por debajo del 0.4% que esperaba el consenso. Y si bien es cierto que una buena parte del flojo desempeño se debe a la contracción en la fabricación de autos como resultado de la interrupción en las cadenas de producción por el tsunami de Japón, la realidad es que la debilidad de la manufactura fue generalizada.
En mayo siguió la tendencia. Así, el ISM manufacturero, que en abril se expandía a un ritmo aún saludable, con una lectura de 60.4, se desplomó en mayo casi 7 puntos a 53.5, viéndose especialmente dañados los componentes de producción y de nuevos pedidos.
Estas señales de enfriamiento de la economía, ¿es transitorio o es algo fundamental? ¿es un pequeño tropiezo en medio de una senda sostenida de expansión o se trata de una tendencia más duradera de menor crecimiento?. Es cierto que hay elementos de carácter transitorio, como el impacto del tsunami de Japón, o los recientes tornados e inundaciones. Pero la intensidad del frenazo hace pensar que hay otras fuerzas subyacentes que alimentan los riesgos de una recaída. Las bolsas caen y las tasas de interés se desploman, regresando la del bono de 10 años por debajo de 3%. Los analistas revisan a la baja sus pronósticos de crecimiento para todo el año. Y lo peor, como decíamos al inicio, es que anunciar un Q3 con crecientes presiones inflacionarias a la vista, o nuevos programas de estímulo fiscal cuando Moody´s y compañía amenazan con rebajar la calificación de la deuda de EU, resulta cada día más complicado.
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