José Miguel Moreno / El Semanario
Hace unos años, un doctor en economía que oficiaba como secretario de Hacienda, que ahora ocupa el cargo de gobernador de Banco de México y que se acaba de postular con glorioso curriculum como flamante candidato por “méritos” a dirigir el Fondo Monetario Internacional (FMI), nos vino a decir que pasara lo que pasara en EU, en México sólo tendríamos un “catarrito”. El “catarrito” consistió en una desastrosa recesión económica del 6.1% en el 2009, del mismo calibre a la acontecida en la funesta devaluación de 1995.
Como le fue bien y los políticos se mueven por mimetismo, su sucesor en el cargo como secretario de Hacienda y despampanante candidato a la presidencia de la República quiso plagiarle y reproducir tan prudentes y sabias palabras. Así, el señor Ernesto Cordero, vivaracho como nadie en el manejo de la retórica y del vocablo, nos dijo que pese a las adversidades, que pasara lo que pasara, la economía este año se expandirá entre “4% y 5%”, que es como poner número al catarrito. Es decir, que siguiendo la escuela de Carstens, nos vino a decir que aunque a EU le vaya muy mal, aquí no pasará nada.
Es cierto que no se sabe bien a bien hacia dónde se dirige la economía de EU, pero vuelve a llamar la atención el déficit de cautela del gobierno cuando los síntomas de resfriado en EU son cada vez más preocupantes, sobre todo en el decisivo sector industrial tan ligado al ciclo de la economía mexicana.
En abril, la producción industrial, inesperadamente, se estancó al registrar una lectura de 0.0%, cuando el consenso estimaba un incremento de 0.4%. La culpa se echó, con bastante razón, al tsunami de Japón, pues provocó una contracción del sector automotriz del 6.5%. Ahora bien, en mayo, la actividad industrial volvió a defraudar y apenas creció un 0.1%, también inferior al pronóstico del mercado (0.2%). Aquí la causa de los males se identificó en el sector de “agua, gas y electricidad”, que se contrajo un 2.8% en tanto la actividad manufacturera, a pesar de la caída de 1.5% en el sector automotriz, se expandió a una tasa de 0.4%.
Ahora bien, en términos anuales, la desaceleración es muy marcada. En mayo, la actividad industrial creció a una tasa de sólo 3.4%, la más baja en 14 meses, desde marzo de 2010 (3.3%) y contrasta con un ritmo de expansión de 6.7% en diciembre del año pasado. El sector manufacturero, en concreto, aumentó un 3.7%, también la tasa más baja desde febrero del año pasado (1.1%), cuado la economía salía de la recesión.
Esa tendencia bajista ya la había adelantado el ISM manufacturero. Tras cuatro meses consecutivos de lecturas por encima de 60, se derrumbó a 53.5 en mayo, una caída de casi 7 pts respecto a abril (60.4). El índice de nuevos pedidos, que suele interpretarse como un indicador adelantado de la producción futura, se desplomó más de 10 pts a 51.0, y el de producción se despeñó casi 10 pts a 54.0. En ambos casos, las lecturas son las más bajas desde que concluyó la recesión en junio de 2009. Sorprendentemente, el reporte no hizo mención al impacto de las catástrofes japonesas, sino al fuerte aumento en los precios de los combustibles y otros productos primarios.
Lo peor es que los primeros datos de junio señalan un deterioro aún mayor del sector manufacturero. El índice manufacturero de la Fed de Nueva York, el Empire State, y el de Filadelfia, se colapsaron, contra todo pronóstico, en junio: el de Nueva York, después de hundirse 10 pts en mayo, se derrumbó 20 pts en junio y se fue a territorio negativo, -7.8. El de Filadelfia, siguiendo la misma estela, también se deprimió y bajo a -7.7. Y en ambos, tanto los componentes de producción como nuevos pedidos se hicieron trizas. Es más, en el de Nueva York, sólo un 18% apreció un aumento en la actividad, el porcentaje más bajo desde que se elabora este reporte, más aún que durante la Gran recesión.
¿Quiero esto indicar que el ISM manufacturero de junio estará cerca de 50, lo que indicaría un completo estancamiento del sector a mitad de año? En abril fue Japón y en mayo la estacionalidad del clima. Y en junio, ¿qué nos dirán?. ¿No parece más bien que detrás del declive hay causas más fundamentales? Y si es así, ¿no le pegará a la actividad industrial de México, que ya registró un magro crecimiento anual de 1.4% en abril?. Uno no quiere pecar de pesimista, pero cuidado, Cordero, que ya nos comió el lobo una vez.
Hace unos años, un doctor en economía que oficiaba como secretario de Hacienda, que ahora ocupa el cargo de gobernador de Banco de México y que se acaba de postular con glorioso curriculum como flamante candidato por “méritos” a dirigir el Fondo Monetario Internacional (FMI), nos vino a decir que pasara lo que pasara en EU, en México sólo tendríamos un “catarrito”. El “catarrito” consistió en una desastrosa recesión económica del 6.1% en el 2009, del mismo calibre a la acontecida en la funesta devaluación de 1995.
Como le fue bien y los políticos se mueven por mimetismo, su sucesor en el cargo como secretario de Hacienda y despampanante candidato a la presidencia de la República quiso plagiarle y reproducir tan prudentes y sabias palabras. Así, el señor Ernesto Cordero, vivaracho como nadie en el manejo de la retórica y del vocablo, nos dijo que pese a las adversidades, que pasara lo que pasara, la economía este año se expandirá entre “4% y 5%”, que es como poner número al catarrito. Es decir, que siguiendo la escuela de Carstens, nos vino a decir que aunque a EU le vaya muy mal, aquí no pasará nada.
Es cierto que no se sabe bien a bien hacia dónde se dirige la economía de EU, pero vuelve a llamar la atención el déficit de cautela del gobierno cuando los síntomas de resfriado en EU son cada vez más preocupantes, sobre todo en el decisivo sector industrial tan ligado al ciclo de la economía mexicana.
En abril, la producción industrial, inesperadamente, se estancó al registrar una lectura de 0.0%, cuando el consenso estimaba un incremento de 0.4%. La culpa se echó, con bastante razón, al tsunami de Japón, pues provocó una contracción del sector automotriz del 6.5%. Ahora bien, en mayo, la actividad industrial volvió a defraudar y apenas creció un 0.1%, también inferior al pronóstico del mercado (0.2%). Aquí la causa de los males se identificó en el sector de “agua, gas y electricidad”, que se contrajo un 2.8% en tanto la actividad manufacturera, a pesar de la caída de 1.5% en el sector automotriz, se expandió a una tasa de 0.4%.
Ahora bien, en términos anuales, la desaceleración es muy marcada. En mayo, la actividad industrial creció a una tasa de sólo 3.4%, la más baja en 14 meses, desde marzo de 2010 (3.3%) y contrasta con un ritmo de expansión de 6.7% en diciembre del año pasado. El sector manufacturero, en concreto, aumentó un 3.7%, también la tasa más baja desde febrero del año pasado (1.1%), cuado la economía salía de la recesión.
Esa tendencia bajista ya la había adelantado el ISM manufacturero. Tras cuatro meses consecutivos de lecturas por encima de 60, se derrumbó a 53.5 en mayo, una caída de casi 7 pts respecto a abril (60.4). El índice de nuevos pedidos, que suele interpretarse como un indicador adelantado de la producción futura, se desplomó más de 10 pts a 51.0, y el de producción se despeñó casi 10 pts a 54.0. En ambos casos, las lecturas son las más bajas desde que concluyó la recesión en junio de 2009. Sorprendentemente, el reporte no hizo mención al impacto de las catástrofes japonesas, sino al fuerte aumento en los precios de los combustibles y otros productos primarios.
Lo peor es que los primeros datos de junio señalan un deterioro aún mayor del sector manufacturero. El índice manufacturero de la Fed de Nueva York, el Empire State, y el de Filadelfia, se colapsaron, contra todo pronóstico, en junio: el de Nueva York, después de hundirse 10 pts en mayo, se derrumbó 20 pts en junio y se fue a territorio negativo, -7.8. El de Filadelfia, siguiendo la misma estela, también se deprimió y bajo a -7.7. Y en ambos, tanto los componentes de producción como nuevos pedidos se hicieron trizas. Es más, en el de Nueva York, sólo un 18% apreció un aumento en la actividad, el porcentaje más bajo desde que se elabora este reporte, más aún que durante la Gran recesión.
¿Quiero esto indicar que el ISM manufacturero de junio estará cerca de 50, lo que indicaría un completo estancamiento del sector a mitad de año? En abril fue Japón y en mayo la estacionalidad del clima. Y en junio, ¿qué nos dirán?. ¿No parece más bien que detrás del declive hay causas más fundamentales? Y si es así, ¿no le pegará a la actividad industrial de México, que ya registró un magro crecimiento anual de 1.4% en abril?. Uno no quiere pecar de pesimista, pero cuidado, Cordero, que ya nos comió el lobo una vez.
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