martes, 14 de junio de 2011

BRASIL-CHINA: NUEVAS BASES

Economist Intelligence Unit
Relaciones comerciales
Los lazos comerciales entre China y Brasil se han expandido con rapidez en la década pasada. China es ahora el principal socio comercial brasileño y fue su mayor inversionista extranjero en 2010, con alrededor de 15 mil millones de dólares. Sin embargo, la relación parece dispar, pues Brasil exporta sobre todo productos primarios e importa bienes manufacturados.
En abril pasado, durante una visita de cinco días al país asiático, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, dio un paso hacia corregir este desequilibrio. Firmó 22 acuerdos de cooperación, algunos diseñados para abrir el mercado chino a productos de mayor valor agregado.
El gobierno de Rousseff quiere diversificar las exportaciones brasileñas y convencer a China de reducir sus sustanciales barreras formales e informales a la importación de bienes manufacturados y procesados. Por ejemplo, China compra enormes cantidades de soya brasileña, pero no importa muchos productos procesados de ese producto.
De los 52 mil mdd de ventas de Brasil a China el año pasado, alrededor de 75% fueron productos primarios, con el hierro como artículo principal. De manera similar, un 90% de la inversión directa china en Brasil es en sectores de recursos naturales.
Rousseff fue clara en su mensaje a sus anfitriones: quiere un "salto cualitativo" en lo que Brasil vende al país oriental, con un aumento importante en bienes de valor agregado y procesados. También quiere que la inversión china sea más diversificada, encaminada no sólo a las industrias extractivas, sino también a las manufacturas de alta tecnología.
La presidenta obtuvo algo de lo que deseaba. Los acuerdos cubren áreas que van de la cooperación en defensa al desarrollo conjunto de tecnología agrícola y biocombustibles, así como iniciativas en deportes y educación. Ambas partes acordaron hacer investigación y desarrollo en los campos de nanotecnología, electricidad y petróleo. La compañía estatal brasileña Petrobras, por ejemplo, trabajará con las chinas Sinochem y Sinopec en el desarrollo de nuevas tecnologías de prospección geológica y en aguas profundas.
China levantará barreras a la importación de productos de cerdo y accedió a comprar otros 25 jets regionales para sus compañías estatales (ya había acordado adquirir 10) a Embraer, fabricante brasileño de aviones. Esos pedidos importan mil 200 millones de dólares.
En el campo de la alta tecnología se produjo un importante anuncio del jefe de Foxcom, empresa con sede en Taiwán, quien dijo que la empresa evalúa una inversión de 12 mil mdd en el curso de cinco años en Brasil para fabricar productos Apple, entre ellos la popular iPad.
En el centro de las discusiones estuvo el concepto de "reciprocidad", ante la creciente preocupación de que, aunque Brasil ha recibido recompensas de sus estrechos vínculos con China en términos de comercio e inversión, los beneficios a largo plazo parecen favorecer a los chinos.
Los críticos advierten que Brasil y otros exportadores de productos primarios regresan a un camino de exportaciones impulsadas por los productos primarios que recuerda el de los siglos XVII y XVIII.
El riesgo es una dependencia excesiva en las exportaciones de dichos productos a expensas de sectores como las manufacturas y servicios. Los países latinoamericanos son vulnerables no sólo a un colapso en los precios de los productos primarios, sino también un "mal de Holanda", en el que los valores de las divisas locales se elevan en consonancia con esos precios, lo cual hace más difícil que sus exportaciones manufacturadas sean competitivas. Esto podría contribuir a una potencial "desindustrialización" de las economías latinoamericanas, en la que los sectores manufactureros se empequeñezcan mientras crecen los de recursos naturales, y a un aumento de las importaciones y disminución de las exportaciones, con las consecuentes dificultades en la balanza de pagos e impactos negativos en el crecimiento económico.
El riesgo de desindustrialización obedece a que China capta el grueso de la producción de valor agregado de los productos primarios que compra, en tanto discrimina las importaciones de bienes de valor agregado. Además, gracias a los bajos costos laborales chinos y a la política de su gobierno de mantener subvaluada la divisa nacional, el país asiático compite con gran ventaja con los bienes manufacturados latinoamericanos en los mercados globales y cada vez más también en los hogares latinoamericanos.
Conforme a un análisis, 94% de las exportaciones manufacturadas de América Latina y el Caribe enfrentan una amenaza parcial o directa de China. La amenaza directa es más aguda para México y los países de Centroamérica y el Caribe, que no son exportadores netos de productos primarios, pero exportan muchos bienes manufacturados que compiten directamente con artículos chinos. Esos países han estado perdiendo mercado ante éstos durante años.
Incluso en Brasil hay inquietud por la desindustrialización potencial. La competitividad manufacturera es lesionada por la fuerte divisa local, el real (que se ha apreciado durante dos años debido a los fuertes flujos de capital externo), así como por la política monetaria china. Dado el diversificado sector productivo brasileño, el riesgo de desindustrialización a corto plazo es limitado. Sin embargo, el crecimiento industrial ha sido más lento que el de las exportaciones de productos primarios, y muchos sectores –en particular ropa y calzado– ya han sufrido pérdida de mercado dentro del país y en mercados vecinos.
El deseo del gobierno de Rousseff de dar un nuevo sentido a las relaciones comerciales con China forma parte de la política industrial de su gobierno, diseñada para promover a los líderes industriales ("campeones nacionales"), elevar la competitividad y usar la industria como instrumento de desarrollo económico.
Aparte de apoyar a las empresas locales con financiamiento estatal y otros incentivos, el gobierno intenta conducir a ciertas compañías estratégicas hacia una mayor producción de bienes de valor agregado.
Es probable que los recientes acuerdos bilaterales, si bien notables, no alteren en lo fundamental la naturaleza de la relación. No sólo continuará China importando sobre todo materias primas, sino también se vuelve un gran jugador en la producción directa de tales recursos, en particular petróleo. La seguridad energética y el acceso a metales primarios y alimentos mantendrán el abrumador interés estratégico de China en Brasil.
Como China también continúa penetrando el mercado brasileño con sus artículos electrónicos de bajo costo, ropa y otros bienes, es posible que los productores domésticos opongan mayor resistencia a la competencia china, y presionen al gobierno por más asistencia directa (incluso medidas proteccionistas) o presenten quejas por dumping. Sin embargo, no es probable que las tensiones comerciales de esta naturaleza reviertan la expansión china en Brasil, sea mediante el comercio o por inversión directa.
El reto para Brasil y otros exportadores de productos primarios será encontrar la mejor manera de aprovechar la relación con China para que contribuya a un crecimiento más equitativo, diversificado y sostenible. Aparte de acuerdos como los firmados en Pekín, será necesario hacer más en el lado doméstico para canalizar más de los ingresos obtenidos con los productos primarios hacia mejoras en educación, infraestructura e innovación, lo cual ayudará a elevar la competitividad a largo plazo.
Fuente: La Jornada

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