viernes, 18 de noviembre de 2011

PSICOLOGÍA NACIONAL Y DESARROLLO

JULIO FAESLER / EL SIGLO DE TORREÓN
Orientar el desarrollo de México para alcanzar una participación activa y competitiva en cualquier área implica seguir el curso de las vertientes con que contamos mismas que nacen de la abundancia de recursos naturales, de la comprobada laboriosidad de nuestra población y de la envidiable posición geográfica que hacen de nuestro país el mejor ubicado del planeta. Estas facetas guardan afortunadamente una estrecha vinculación entre sí.
Fortalecer la economía nacional se hace partiendo de los elementos mencionados pero, lo que es muy importate, además del factor psicológico. El ánimo con que los mexicanos queramos ver las perspectivas para nuestro progreso es decisivo. Tenemos, por ejemplo, una visión con el exterior ambivalente. Tan fácilmente nos sentimos superados por lo extranjero, como dando un vuelco repentino, idealizamos nuestras supuestas cualidades.
Necesitamos equilibrar la visión con que apreciamos nuestro futuro para hacer que nos prodigue el alto y digno nivel de vida al que, a nuestra vez, hay que aprender a aspirar.
El país avanzará si integra sus recursos naturales con el desarrollo de las vocaciones personales de cada quien. La fuerza de una nación es la solidaridad que los miembros sientan entre sí y se expresa en una clara y pronta disposición para apoyar al otro, según sus posibilidades para que cada uno sepa que en su connacional tiene el respaldo para la realización de su programa personal de vida.
Es absolutamente indispensable desarrollar al país desde lo interno si es que queremos sobresalir en el mundo. La preferencia que tenemos que acostumbrarnos a dar a lo que cultivamos, fabricamos e ideemos es condición previa y axiomática para que nuestros productos materiales o servicios valgan y sean apetecibles a los ojos del mundo. La plétora de productos importados que intencionadamente en todo momento se le presenta al mexicano lo ha acostumbrado a relegar lo nacional e inconscientemente incorporar lo extranjero a sus hábitos de consumo o, como productor, a sus programas de compra de insumos.
El recurso a las franquicias como solución a la carencia de ideas o medios para realizarlas es otra manifestación de la debilidad de la iniciativa nacional para producir partiendo de lo propio para abastecer al mercado doméstico correspondiente a 100 millones de habitantes.
El propósito de diversificar nuestro comercio exterior es una de las manifestaciones más insistentes de nuestro deseo de llevar a nuestro país a nuevas esferas de realización y prestigio. En determinados campos lo estamos logrando como, por ejemplo, en el arte y los deportes. En otros, sin embargo, estamos innecesariamente atrasados por culpa del insuficiente desarrollo de nuestras infraestructuras con que aprovechar las riquezas naturales.
La creencia de que, para superar nuestra actual incapacidad para consensos, requerimos cambios de modelos o de sistemas de gobierno, pasa por alto que el ingrediente previo para el éxito de cualquier esquema está en la voluntad de trabajar juntos hacia cualquier meta propuesta. El "modelo", cualquiera que fuese, o las maquilas a la Constitución que ahora se proponen, no tienen sentido si no hay voluntad previa de usarlas inteligente y coordenadamente. El éxito del tan admirado Pacto de la Moncloa en España no fue el Pacto, sino la lúcida y firme voluntad de firmarlo.
El desarrollo interno a base de la indispensable creación de polos de desarrollo y la descentralización hacia el campo de nuestra producción económica requiere una concertación que no se logrará con ingeniosos artificios legales o maquinas a la Constitución. De igual manera, la creación de cadenas de producción que tan urgentemente requerimos para aprovechar nuestro potencial, integrar nuestros productos con insumos nacionales y lograr el binomio ocupación-valor agregado, no podrá hacerse sin que exista la voluntad de cooperación entre nosotros mismos.
Todo lo anterior viene a cuento por encontrarnos al inicio de las carreras electorales que nos llevarán a elegir una nueva administración a mediados del año entrante. Más que el Presidente de la República, su gabinete y los que integren el Congreso, será importante el que los mexicanos hayamos aprendido por nuestra experiencia propia y por los estragos que vemos en otros países por falta de una acción ciudadana concertada, que más que política o económica nuestra tarea tiene que ver con una maduración de la psicología nacional. Esto sí que sería la nueva Revolución que necesitamos.

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