viernes, 25 de noviembre de 2011

AGROINDUSTRIA, EL ESLABÓN ESTRATÉGICO

JULIO FAESLER / EL SIGLO DE TORREÓN
La noticia de que el PIB haya aumentado en lo que va del año hasta alcanzar un crecimiento anualizado de casi 5% y que ello se debió muy especialmente a la producción agrícola que alcanzó el 8% subrayó la importancia que para el desarrollo nacional tiene esta actividad. Esta contribución sería mayor con un desarrollo adecuado de la agroindustria.
Efectivamente, la visión de un México primordialmente industrial proviene de la estrategia que hace más de cincuenta años adoptamos por considerar que el país estaba demasiado canteado hacia el campo ocupando en él un exceso de población comparado con países de mayor desarrollo económico a los que debíamos imitar.
Se pensó que el progreso nacional debía cimentarse en las actividades secundarias, las de manufactura que añadiría valor agregado a las materias primas generando los empleos que absorbieran la mano de obra que se induciría al campo liberar.
Los años, no confirmaron la capacidad de absorción laboral de la industria. La transformación que sí se dio en el país fue el desaforado crecimiento urbano con una población campesina que llegó sin capacitación industrial alguna.
El sector manufacturero no hizo frente a su responsabilidad dentro del esquema de desarrollo que se había elegido seguir. La respuesta que el gobierno dio al problema fue promover las maquiladoras que añadirían valor a las piezas e insumos que importadas temporal o definitivamente surtirían los mercados de exportación como también al interno. De esta manera se habría encontrado el camino más corto a la industrialización nacional. Se olvidó que la materia prima a la que se trataba de añadir valor debía ser la producida en México, no insumos importados.
El crecimiento de las plantas de ensamble se convirtió muy pronto, empero, en un creador de empleos más dinámico que la industria misma, aun en aquellos años en que el gobierno le ofrecía privilegios fiscales, financieros y administrativos. Cuando nuestra adhesión al GATT impuso la apertura de nuestro mercado interno, las industrias nacionales que habían desaprovechado los años de favor, empezaron a cerrarse y sus dueños a convertirse en representantes hasta de los artículos que antes fabricaban, las actividades de ensamble y maquila se fortalecieron por la relativa baratura de la mano de obra mexicana.
Las maquiladoras aportaron mucho a la creación de empleos pero no generaron proveedores nacionales de los insumos que requieren. No se integraron cadenas que partiesen desde nuestras materias primas muchas de las cuales son las agropecuarias y pesqueras bases de la agroindustria.
La agroindustria forma parte a su vez del gran esquema de la producción nacional lo que supone una revitalización de la actividad agropecuaria y pesquera en muchos campos aún inexplorados, no solamente de comestibles sino muchos artículos de uso común o, por ejemplo, de la construcción o de los energéticos.
La actividad agropecuaria necesita los apoyos oficiales del caso para poder competir con productos de otros países a veces muy subsidiados. Pero a su vez es necesario que los agricultores mexicanos quieran corresponder a los requerimientos de comercio internacional. Su reciente oposición a la firma del Acuerdo Comercial con el Perú en nada ayudó a los esquemas de mayor colaboración con América Latina con los que hay que responder al debilitamiento del mercado norteamericano.
La posición que México puede recuperar como exportador de alimentos no es lo único que importa. También lo es desatar la alimentación popular de las fluctuaciones de sus precios internacionales de productos como maíz, arroz, trigo y frijol que se encentran en la canasta básica. Pero no sólo son los precios que hay que tomar en cuenta. Se pronostican escaseces en la producción mundial de alimentos a medida que aumenta la demanda asiática lo que nos dejaría sin siquiera la posibilidad de comprarlos en un momento dado. No es pues tan convincente el argumento de que, con la exportación de cultivos comerciales como frutas y legumbres, obtenemos las divisas necesarias para con ellas adquirir nuestro sustento en los mercados mundiales.
Satisfecha la demanda de alimentos básicos con producción nacional, la producción agrícola ha de dedicarse a los cultivos más redituables. El desarrollo económico de nuestro país exige la integración de ambos sectores, y la agroindustria en sus miles de expresiones, entre otras razones por estar compuesta primordialmente por empresas pequeñas y medianas, es el eslabón que urge forjar.

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