No hay hoja de ruta que dure una semana dada la velocidad de los cambios. Habrá que improvisar
El nuevo Gobierno tiene que sajar 30.000 millones en las cuentas de 2012. ¿De dónde lo hará?
JOAQUÍN ESTEFANÍA / EL PAÍS
El nuevo Gobierno tiene que sajar 30.000 millones en las cuentas de 2012. ¿De dónde lo hará?
JOAQUÍN ESTEFANÍA / EL PAÍS
Hoy es el primer día del final de la crisis, en las sabias palabras de María Dolores de Cospedal, la secretaria general del PP. A partir de ahora se inicia una transición política en dos fases: la primera la ocupa el mes que tenemos por delante, con un Gobierno en funciones y otro en la sombra, que tendrán que administrar en comandita la coyuntura, los sobresaltos y, entre otros eventos, la cumbre europea del 9 de diciembre, de extraordinaria importancia. La segunda, la legislatura propiamente dicha, en la que se tendrán que tomar decisiones estructurales muy profundas para corregir el rumbo de una crisis económica que ha dejado sumergido a nuestro país en un retroceso sin paliativos, con cantidades ingentes de parados de larga duración, empobrecimiento de las clases medias y la reducción de la protección social a muchos ciudadanos.
Tanto para una como para otra etapa quienes la protagonicen tendrán que utilizar grandes dosis de repentización de las decisiones. Uno de los argumentos procedentes del pasado inmediato y ausente de la larga campaña electoral fue la acusación de que el Gobierno improvisaba y tenía ocurrencias. Es tal la velocidad a la que suceden los acontecimientos y cómo estos cambian de estructura y de faz, que no hay hoja de ruta que dure una semana. El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, dio una conferencia en Lovaina hace unos días en la que dijo: "No podemos gestionar una crisis adoptando solo las soluciones del día a día. Debemos utilizar métodos no convencionales, métodos que no están en los libros de texto de economía".
Harold Laski, un laborista británico poco conocido pero que compitió en importancia en la primera parte del siglo XX con economistas como Keynes o Hayek -hubo quien dijo que el new deal de Roosevelt era un "programa de Laski"-, que fue denominado "el dramaturgo de la izquierda" por denunciar los males del capitalismo sin dejar de defender un socialismo democrático y cosmopolita, creía que la civilización occidental debía sus mayores triunfos a su afición iconoclasta, y sus descubrimientos a hombres que, en algún campo determinado, se mostraban deliberadamente escépticos frente a verdades hasta ese momento consideradas incuestionables. Reivindicaba a los innovadores: "En este sentido, cabe decir que preservar los cauces por los que pueda fluir lo nuevo es condición necesaria de nuestro bienestar" (Los peligros de la obediencia, editorial Sequitur). Asimismo advirtió a principios de los años treinta, cuando se había iniciado la Gran Depresión, sobre el papel de los "expertos" (los tecnócratas de hoy) en las soluciones de los problemas si no son controlados por los políticos representativos: "Pueden incurrir en los más grandes errores. Son especialistas en determinada materia y, por ello, tienden a sobrevalorar la importancia de la misma".
Uno de los procedimientos imaginativos de última hora que se está manejando, dadas las limitaciones estatutarias que podría tener el Banco Central Europeo (BCE) para la compra masiva de deuda soberana de los países en dificultades, es que la institución de Fráncfort preste dinero al Fondo Monetario Internacional (que tampoco dispone de capital suficiente para intervenir, si fuese el caso, en países demasiado grandes para caer como Italia o España), para que este organismo multilateral lo utilizara bien mediante la compra de deuda soberana, con programas de financiación o con líneas preventivas de crédito.
En España, la gran prueba de fuego serán los Presupuestos Generales del Estado que se elaboren para 2012. Los dos principales candidatos a la Presidencia de Gobierno confirmaron con vehemencia en la campaña que respetarán las obligaciones contraídas con Bruselas de terminar el próximo año con un déficit público no superior al 4,4% del PIB. Ello supone alrededor de 30.000 millones de euros, el doble de lo que ahorró Zapatero en mayo de 2010, cuando congeló las pensiones y bajó el sueldo de los funcionarios, entre otras medidas. ¿De dónde y cómo se obtendrán? Ya no caben más generalidades.
Hace unos días, en un periódico francés que elaboró un monográfico sobre España, un dibujante publicó una caricatura de la señora Merkel, que decía con sorna sobre la jornada electoral de ayer: los españoles creen que están votando algo importante para su futuro... En el libro citado, recién publicado, Laski recuerda que el poder presupone una coincidencia entre su propia voluntad y el bien público.
Tanto para una como para otra etapa quienes la protagonicen tendrán que utilizar grandes dosis de repentización de las decisiones. Uno de los argumentos procedentes del pasado inmediato y ausente de la larga campaña electoral fue la acusación de que el Gobierno improvisaba y tenía ocurrencias. Es tal la velocidad a la que suceden los acontecimientos y cómo estos cambian de estructura y de faz, que no hay hoja de ruta que dure una semana. El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, dio una conferencia en Lovaina hace unos días en la que dijo: "No podemos gestionar una crisis adoptando solo las soluciones del día a día. Debemos utilizar métodos no convencionales, métodos que no están en los libros de texto de economía".
Harold Laski, un laborista británico poco conocido pero que compitió en importancia en la primera parte del siglo XX con economistas como Keynes o Hayek -hubo quien dijo que el new deal de Roosevelt era un "programa de Laski"-, que fue denominado "el dramaturgo de la izquierda" por denunciar los males del capitalismo sin dejar de defender un socialismo democrático y cosmopolita, creía que la civilización occidental debía sus mayores triunfos a su afición iconoclasta, y sus descubrimientos a hombres que, en algún campo determinado, se mostraban deliberadamente escépticos frente a verdades hasta ese momento consideradas incuestionables. Reivindicaba a los innovadores: "En este sentido, cabe decir que preservar los cauces por los que pueda fluir lo nuevo es condición necesaria de nuestro bienestar" (Los peligros de la obediencia, editorial Sequitur). Asimismo advirtió a principios de los años treinta, cuando se había iniciado la Gran Depresión, sobre el papel de los "expertos" (los tecnócratas de hoy) en las soluciones de los problemas si no son controlados por los políticos representativos: "Pueden incurrir en los más grandes errores. Son especialistas en determinada materia y, por ello, tienden a sobrevalorar la importancia de la misma".
Uno de los procedimientos imaginativos de última hora que se está manejando, dadas las limitaciones estatutarias que podría tener el Banco Central Europeo (BCE) para la compra masiva de deuda soberana de los países en dificultades, es que la institución de Fráncfort preste dinero al Fondo Monetario Internacional (que tampoco dispone de capital suficiente para intervenir, si fuese el caso, en países demasiado grandes para caer como Italia o España), para que este organismo multilateral lo utilizara bien mediante la compra de deuda soberana, con programas de financiación o con líneas preventivas de crédito.
En España, la gran prueba de fuego serán los Presupuestos Generales del Estado que se elaboren para 2012. Los dos principales candidatos a la Presidencia de Gobierno confirmaron con vehemencia en la campaña que respetarán las obligaciones contraídas con Bruselas de terminar el próximo año con un déficit público no superior al 4,4% del PIB. Ello supone alrededor de 30.000 millones de euros, el doble de lo que ahorró Zapatero en mayo de 2010, cuando congeló las pensiones y bajó el sueldo de los funcionarios, entre otras medidas. ¿De dónde y cómo se obtendrán? Ya no caben más generalidades.
Hace unos días, en un periódico francés que elaboró un monográfico sobre España, un dibujante publicó una caricatura de la señora Merkel, que decía con sorna sobre la jornada electoral de ayer: los españoles creen que están votando algo importante para su futuro... En el libro citado, recién publicado, Laski recuerda que el poder presupone una coincidencia entre su propia voluntad y el bien público.
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