FEDERICO REYES HEROLES / REFORMA
La escasez es generalizada. Basta con ver la larga lista de pillerías de Berlusconi o las andanzas del señor Stauss Kahn o el cinismo del reelecto Ortega en Nicaragua, para constatar que no tenemos la exclusividad. Pero en indignidad muchos políticos mexicanos compiten en excelentes posiciones. Es tan nutrido el desfile de indignidades que corremos el riesgo de acostumbrarnos a ellas. Al final del día estaremos convencidos de que la política y la indignidad van de la mano. De ser así, para qué exigir otro comportamiento. Si bajamos la guardia terminaremos siendo cómplices. Nadaremos en mares de porquería manada del infinito venero de la indignidad.
El asunto de la dignidad es a la vez complejo y muy sencillo. Complejo porque está más allá de la ley. Se puede estar en la legalidad y ser indigno. Sencillo porque la indignidad es burda. Complejo porque no hay una receta universal de dignidad. Sencillo porque ella es la falta de respeto de un ser humano a sí mismo. Digno: "Gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse" nos dice la Academia. Una persona indigna deja de merecerse a sí misma. Sus palabras se desintegran, pierden todo peso porque sabemos que nadie las respalda. Vayamos a la noche de la elección en Michoacán. Tres candidatos se declaran vencedores, ningún pudor o cautela: caras duras que convocan al júbilo anticipado con la complicidad de los que aplauden. La fiesta toda es una farsa. Es la indignidad compartida que es más grave. Los de abajo y los de arriba, saben que todavía no saben a ciencia cierta, pero no importa. O peor aún, a dos de ellos, a la candidata del PAN y al candidato del PRD, el PREP le arrojaba malas noticias. El mismo PAN que defendió la victoria de Calderón por 0.56% no quería reconocer una derrota por cinco veces esa diferencia. Como aderezo, por qué no declarar que el narco se había entrometido, denuncia súbita que ensucia todo. Y así queremos construir confianza en las instituciones. Fue una vergüenza.
En contraste, en un acto poco común de congruencia y de dignidad en los políticos mexicanos, Marcelo Ebrard respetó su palabra y acató los resultados de las encuestas. Bien por Ebrard, pero en esas andábamos cuando surgió la sombra de indignidad del ya casi candidato oficial de las izquierdas. AMLO lanzó un buscapiés para burlar ostensiblemente la ley electoral y así seguir teniendo tiempo en los medios. Quiere reproducir "Juanitos", expresión ya emblemática de la indignidad. Por cierto es el único aspirante a la presidencia con tres años de apariciones en radio y televisión. Lo logró aprovechando un subterfugio en la ley. O sea que el respeto a la legalidad pareciera no ser lo suyo. Vale recordar que el ánimo estalinista de control centralizado de los medios en los procesos electorales de la reforma del 2007, surgió del alegato hecho por AMLO y el PRD de un uso avieso de los medios en el 2006. La camisa de fuerza que hoy busca romper es su criatura.
Y qué decir del edil regiomontano. Ni siquiera la muerte de decenas de mexicanos fue suficiente para provocar en él cierto pudor. No se le pedía ningún acto heroico, se le sugería que, por dignidad, pidiera licencia mientras se investigaba a su hermano de presunto chantaje. El alcalde se negó y su partido lo absolvió. Muy buen ejemplo para los jóvenes, ejemplo de indignidad. Pero la lista es basta. Ya que en hermanos andamos, en un flash back de más de medio siglo a la época de Manuel Ávila Camacho y su travieso hermano Maximino, dos hermanos coahuilenses inyectan dosis fuertes de indignidad al país.
No conforme con dejar a su hermano en la gubernatura de Coahuila, no satisfecho con haber endeudado brutalmente a su entidad amarrando las manos de futuras administraciones, la de su hermano incluida, con una posible falsificación de documentos oficiales sujeta a investigación, el actual dirigente priista no ve ningún motivo para renunciar y así despejar a su partido el camino hacia el 2012. En esas estamos cuando aparece una nueva trampita: la modificación de la convocatoria a la elección interna que abre la puerta a las "cargadas". Se trata de un giro en la danza por avasallar al interior. El respaldo de Peña Nieto al presidente de su partido y su denuncia de una campaña en su contra debe ser colocada en la vitrina del cinismo nacional. Pero hay más de estos personajes.
Quizá la medalla de oro de las indignidades la merezca el anuncio de las alianzas priistas. El juguete electoral de "la maestra", que el domingo en Michoacán trabajaba contra el PRI, se convierte ahora en aliado. La parentela de "la maestra" ya busca curul llevando su indignidad al Legislativo. El pacto somete, de pasadita, el futuro de la educación a las corruptelas electorales. ¿Nuevo PRI? Pero para hablar del otro aliado, del otro membrete, del partido de la "familia verde" y su larga lista de indignidades ya no tengo espacio. Mejor, porque da náusea. Con estos indignos, cómo no esperar indignados.
La escasez es generalizada. Basta con ver la larga lista de pillerías de Berlusconi o las andanzas del señor Stauss Kahn o el cinismo del reelecto Ortega en Nicaragua, para constatar que no tenemos la exclusividad. Pero en indignidad muchos políticos mexicanos compiten en excelentes posiciones. Es tan nutrido el desfile de indignidades que corremos el riesgo de acostumbrarnos a ellas. Al final del día estaremos convencidos de que la política y la indignidad van de la mano. De ser así, para qué exigir otro comportamiento. Si bajamos la guardia terminaremos siendo cómplices. Nadaremos en mares de porquería manada del infinito venero de la indignidad.
El asunto de la dignidad es a la vez complejo y muy sencillo. Complejo porque está más allá de la ley. Se puede estar en la legalidad y ser indigno. Sencillo porque la indignidad es burda. Complejo porque no hay una receta universal de dignidad. Sencillo porque ella es la falta de respeto de un ser humano a sí mismo. Digno: "Gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse" nos dice la Academia. Una persona indigna deja de merecerse a sí misma. Sus palabras se desintegran, pierden todo peso porque sabemos que nadie las respalda. Vayamos a la noche de la elección en Michoacán. Tres candidatos se declaran vencedores, ningún pudor o cautela: caras duras que convocan al júbilo anticipado con la complicidad de los que aplauden. La fiesta toda es una farsa. Es la indignidad compartida que es más grave. Los de abajo y los de arriba, saben que todavía no saben a ciencia cierta, pero no importa. O peor aún, a dos de ellos, a la candidata del PAN y al candidato del PRD, el PREP le arrojaba malas noticias. El mismo PAN que defendió la victoria de Calderón por 0.56% no quería reconocer una derrota por cinco veces esa diferencia. Como aderezo, por qué no declarar que el narco se había entrometido, denuncia súbita que ensucia todo. Y así queremos construir confianza en las instituciones. Fue una vergüenza.
En contraste, en un acto poco común de congruencia y de dignidad en los políticos mexicanos, Marcelo Ebrard respetó su palabra y acató los resultados de las encuestas. Bien por Ebrard, pero en esas andábamos cuando surgió la sombra de indignidad del ya casi candidato oficial de las izquierdas. AMLO lanzó un buscapiés para burlar ostensiblemente la ley electoral y así seguir teniendo tiempo en los medios. Quiere reproducir "Juanitos", expresión ya emblemática de la indignidad. Por cierto es el único aspirante a la presidencia con tres años de apariciones en radio y televisión. Lo logró aprovechando un subterfugio en la ley. O sea que el respeto a la legalidad pareciera no ser lo suyo. Vale recordar que el ánimo estalinista de control centralizado de los medios en los procesos electorales de la reforma del 2007, surgió del alegato hecho por AMLO y el PRD de un uso avieso de los medios en el 2006. La camisa de fuerza que hoy busca romper es su criatura.
Y qué decir del edil regiomontano. Ni siquiera la muerte de decenas de mexicanos fue suficiente para provocar en él cierto pudor. No se le pedía ningún acto heroico, se le sugería que, por dignidad, pidiera licencia mientras se investigaba a su hermano de presunto chantaje. El alcalde se negó y su partido lo absolvió. Muy buen ejemplo para los jóvenes, ejemplo de indignidad. Pero la lista es basta. Ya que en hermanos andamos, en un flash back de más de medio siglo a la época de Manuel Ávila Camacho y su travieso hermano Maximino, dos hermanos coahuilenses inyectan dosis fuertes de indignidad al país.
No conforme con dejar a su hermano en la gubernatura de Coahuila, no satisfecho con haber endeudado brutalmente a su entidad amarrando las manos de futuras administraciones, la de su hermano incluida, con una posible falsificación de documentos oficiales sujeta a investigación, el actual dirigente priista no ve ningún motivo para renunciar y así despejar a su partido el camino hacia el 2012. En esas estamos cuando aparece una nueva trampita: la modificación de la convocatoria a la elección interna que abre la puerta a las "cargadas". Se trata de un giro en la danza por avasallar al interior. El respaldo de Peña Nieto al presidente de su partido y su denuncia de una campaña en su contra debe ser colocada en la vitrina del cinismo nacional. Pero hay más de estos personajes.
Quizá la medalla de oro de las indignidades la merezca el anuncio de las alianzas priistas. El juguete electoral de "la maestra", que el domingo en Michoacán trabajaba contra el PRI, se convierte ahora en aliado. La parentela de "la maestra" ya busca curul llevando su indignidad al Legislativo. El pacto somete, de pasadita, el futuro de la educación a las corruptelas electorales. ¿Nuevo PRI? Pero para hablar del otro aliado, del otro membrete, del partido de la "familia verde" y su larga lista de indignidades ya no tengo espacio. Mejor, porque da náusea. Con estos indignos, cómo no esperar indignados.
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