sábado, 19 de noviembre de 2011

LA SUCESIÓN EN LA UNAM

Axel Didriksson / Proceso
Sin grandes sorpresas ni conflictos, sin debate y casi desapercibida para la gran mayoría de los universitarios, pues parecía una historia ya contada, se produjo la designación de José Narro Robles para un nuevo periodo como rector de la UNAM, donde tendrá complicadas tareas internas y externas.
En su nueva gestión, el rector tendrá que asumir a cabalidad lo que él mismo ha considerado como “pendientes” y que han sido incluidos en su programa de trabajo. Algunos de ellos son muy delicados, como la reforma del Estatuto del Personal Académico; sustentar las bases de actualización de la planta docente y de investigadores; obtener más recursos para el mejoramiento de la infraestructura, de la seguridad en los campus, de la cobertura y de la presencia nacional y cultural de la UNAM, pero, sobre todo, poner los cimientos de una verdadera transformación orgánica e institucional para estar a la altura de una sociedad que reclama y depende de la producción y transferencia de conocimientos y nuevos aprendizajes. El reto de las próximas décadas para una institución como la UNAM es verdaderamente monumental, pues se propone contribuir a edificar una sociedad democrática del conocimiento.
Sin embargo, el rector que inicia un nuevo periodo de cuatro años tendrá que hacer frente, también, a tareas que corresponde emprender a una universidad como la UNAM en medio de un crítico panorama político, económico y social que se está descomponiendo y nos conduce a la sucesión presidencial más complicada que hayamos tenido desde hace décadas, más aún que las vividas con los descomunales fraudes electorales en contra de Cuauhtémoc Cárdenas y de Andrés Manuel López Obrador.
El rector José Narro, junto con un grupo destacado de académicos, puso el dedo en la llaga con su iniciativa para enfrentar la injusticia que ha generado la expansión del crimen organizado; ha proclamado de forma directa y fuerte la necesidad de un cambio de fondo a favor de la educación y de la apertura radical de oportunidades para los jóvenes. Ahora tendrá que elevar su voz y convocar a la participación universitaria en los peores tiempos que vienen, hacia los próximos meses.
Nada fuera de los marcos de la legislación universitaria, ni nada fuera de la gran responsabilidad que tiene la UNAM frente a la nación. Pero una voz autorizada tiene que hacerlo. Se trata de defender la investigación científica y los conocimientos que se enseñan y producen en la universidad como parte de la seguridad nacional, y como sustento de un nuevo desarrollo con justicia y equidad. Se trata de defender la educación pública como un derecho humano fundamental, la vida en todos sus sentidos, la creación artística y el bien público, a la vez que se destaca la vigencia de una ciudadanía activa.
La UNAM en la sucesión presidencial, que está ya descarrilada; la UNAM en el ejercicio crítico desde el que se sustenta su responsabilidad y legitimidad ante la sociedad; la UNAM en la construcción de un proyecto distinto de gobernabilidad y de democracia… Menudas tareas, internas y hacia afuera, las que tendrá el rector en los próximos meses.

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