Rodolfo Navarrete / El Financiero
La semana pasada, el Banco de México (Banxico) presentó el informe sobre la inflación del tercer trimestre del año. En términos generales, la inflación observó un comportamiento favorable, que la llevó a cerrar septiembre en niveles de 3.14% anual, muy cerca del objetivo de 3 por ciento.
Igualmente, la inflación subyacente anual, que mide la tendencia de mediano plazo del crecimiento de los precios, cerró sobre 3.04 por ciento. Respecto al crecimiento económico, el banco central se mostró preocupado por el efecto que está teniendo la desaceleración económica estadounidense sobre la actividad interna, pero muy lejos de pensar que la economía pueda caer en recesión.
Por ello, el Banxico recortó su pronóstico de crecimiento para éste y el próximo año. Su nueva estimación para 2011 se ubica entre 3.5 y 4 por ciento, en lugar de 3.8 y 4.8 por ciento que había previsto anteriormente; mientras que para 2012 espera que la economía se desacelere para crecer entre 3 y 4 por ciento, en lugar de 3.5 y 4.5 por ciento que pronosticaba.
Estas estimaciones corresponden con las reportadas por el consenso del mercado. De acuerdo con la encuesta del banco central a los economistas del sector privado, el consenso de éstos espera que la economía mexicana crezca 3.7 por ciento en 2011 y 3.2 en 2012.
El menor dinamismo previsto de la economía encuentra su explicación, según el Banxico, en la desaceleración de la economía estadounidense, que reducirá la demanda de productos mexicanos. En cuanto a la inflación, el banco central sigue esperando que ésta continúe convergiendo a la meta de 3 por ciento, aunque no exenta de algunas dificultades.
La tendencia favorable en el comportamiento de la inflación, junto con los continuos signos de desaceleración de la economía mexicana, ha alimentado la especulación de que pronto el Banxico pueda bajar la tasa de interés de referencia para así contener el debilitamiento de la economía.
Es más, el mercado de swaps descuenta con 100 por ciento de probabilidad que esa reducción se dará el 2 de diciembre, fecha en que se llevará a cabo la última reunión del año de la junta de gobierno del banco central. Sin embargo, existe un pequeño obstáculo para que ello pueda suceder. Los probables efectos inflacionarios de la depreciación del tipo de cambio.
Al respecto, en sus últimos escritos el Banxico ha hecho hincapié del efecto negativo que tendría sobre la inflación el sostenimiento de una alta volatilidad del tipo de cambio, mismo que podría obligarlo, llegado el momento, a restringir la política monetaria, en lugar de relajarla, como descuenta el mercado.
Es claro que esto sucederá siempre y cuando se observe un fuerte deterioro de la paridad, que al día de hoy no puede descartarse, dado lo delicado de la situación económica y financiera de Europa. Pero, en estos mismos escritos, el banco señala también que es posible que el traspaso de la depreciación del tipo de cambio al precio final de los productos sea bajo, en vista de la evidencia empírica de la última década.
Esto puede ser interpretado como que al banco central no le preocupa tanto lo que suceda con la paridad, por lo que ese argumento ha sido utilizado en alguna medida para fundamentar la posibilidad de que el banco efectivamente relaje su política a principios de diciembre.
Más aún, no deja de llamar la atención de que señale lo anterior cuando uno de los argumentos más socorridos para explicar el favorable desempeño de la inflación, al menos hasta septiembre de este año, ha sido justamente la apreciación del tipo de cambio.
En tal sentido, da la impresión que la depreciación de la paridad desempeña un papel asimétrico sobre los precios de los productos finales. Explica bien la caída inflacionaria cuando se aprecia el tipo de cambio, pero no explica un alza inflacionaria cuando se deprecia.
Asimismo, hay otro elemento que no ha sido suficientemente tratado por el Banxico en su último informe sobre el comportamiento de la inflación: ¿por qué el peso es la moneda que más se ha depreciado en las últimas semanas en América Latina?
Hay un sinnúmero de explicaciones. Una de las más utilizadas es que al ser el peso una de las monedas más líquidas de los países emergentes, soporta un sinfín de operaciones de cobertura y arbitraje, por lo que se ha hecho excesivamente demandado.
Igualmente, se indica que ante la perspectiva de una posible disminución de la tasa de interés de referencia, fenómeno que en alguna medida tiene ya descontado el mercado, los inversionistas internacionales están buscando nuevas opciones de inversión, generando así una presión sobre el tipo de cambio.
El hecho de que los tipos de cambio de Brasil y Chile hayan observado, al menos hasta el cierre de octubre, el mismo comportamiento que el peso cuestiona la primera explicación, aunque podría justificar la segunda. Si el peso mexicano se depreció por ser una moneda muy líquida, ¿por qué lo hizo el peso chileno y el real brasileño?
Por otro lado, es posible que la expectativa de una pronta reducción de las tasas de interés en estos tres países haya alentado la salida de recursos y, por tanto, la depreciación de sus monedas; sin embargo, ¿por qué en lo que va de noviembre el peso mexicano no ha cedido terreno cuando las otras dos monedas lo han hecho?
Esto necesariamente tiene que ver con algún factor interno de diferenciación. ¿cuál?
Economista del sector privado
La semana pasada, el Banco de México (Banxico) presentó el informe sobre la inflación del tercer trimestre del año. En términos generales, la inflación observó un comportamiento favorable, que la llevó a cerrar septiembre en niveles de 3.14% anual, muy cerca del objetivo de 3 por ciento.
Igualmente, la inflación subyacente anual, que mide la tendencia de mediano plazo del crecimiento de los precios, cerró sobre 3.04 por ciento. Respecto al crecimiento económico, el banco central se mostró preocupado por el efecto que está teniendo la desaceleración económica estadounidense sobre la actividad interna, pero muy lejos de pensar que la economía pueda caer en recesión.
Por ello, el Banxico recortó su pronóstico de crecimiento para éste y el próximo año. Su nueva estimación para 2011 se ubica entre 3.5 y 4 por ciento, en lugar de 3.8 y 4.8 por ciento que había previsto anteriormente; mientras que para 2012 espera que la economía se desacelere para crecer entre 3 y 4 por ciento, en lugar de 3.5 y 4.5 por ciento que pronosticaba.
Estas estimaciones corresponden con las reportadas por el consenso del mercado. De acuerdo con la encuesta del banco central a los economistas del sector privado, el consenso de éstos espera que la economía mexicana crezca 3.7 por ciento en 2011 y 3.2 en 2012.
El menor dinamismo previsto de la economía encuentra su explicación, según el Banxico, en la desaceleración de la economía estadounidense, que reducirá la demanda de productos mexicanos. En cuanto a la inflación, el banco central sigue esperando que ésta continúe convergiendo a la meta de 3 por ciento, aunque no exenta de algunas dificultades.
La tendencia favorable en el comportamiento de la inflación, junto con los continuos signos de desaceleración de la economía mexicana, ha alimentado la especulación de que pronto el Banxico pueda bajar la tasa de interés de referencia para así contener el debilitamiento de la economía.
Es más, el mercado de swaps descuenta con 100 por ciento de probabilidad que esa reducción se dará el 2 de diciembre, fecha en que se llevará a cabo la última reunión del año de la junta de gobierno del banco central. Sin embargo, existe un pequeño obstáculo para que ello pueda suceder. Los probables efectos inflacionarios de la depreciación del tipo de cambio.
Al respecto, en sus últimos escritos el Banxico ha hecho hincapié del efecto negativo que tendría sobre la inflación el sostenimiento de una alta volatilidad del tipo de cambio, mismo que podría obligarlo, llegado el momento, a restringir la política monetaria, en lugar de relajarla, como descuenta el mercado.
Es claro que esto sucederá siempre y cuando se observe un fuerte deterioro de la paridad, que al día de hoy no puede descartarse, dado lo delicado de la situación económica y financiera de Europa. Pero, en estos mismos escritos, el banco señala también que es posible que el traspaso de la depreciación del tipo de cambio al precio final de los productos sea bajo, en vista de la evidencia empírica de la última década.
Esto puede ser interpretado como que al banco central no le preocupa tanto lo que suceda con la paridad, por lo que ese argumento ha sido utilizado en alguna medida para fundamentar la posibilidad de que el banco efectivamente relaje su política a principios de diciembre.
Más aún, no deja de llamar la atención de que señale lo anterior cuando uno de los argumentos más socorridos para explicar el favorable desempeño de la inflación, al menos hasta septiembre de este año, ha sido justamente la apreciación del tipo de cambio.
En tal sentido, da la impresión que la depreciación de la paridad desempeña un papel asimétrico sobre los precios de los productos finales. Explica bien la caída inflacionaria cuando se aprecia el tipo de cambio, pero no explica un alza inflacionaria cuando se deprecia.
Asimismo, hay otro elemento que no ha sido suficientemente tratado por el Banxico en su último informe sobre el comportamiento de la inflación: ¿por qué el peso es la moneda que más se ha depreciado en las últimas semanas en América Latina?
Hay un sinnúmero de explicaciones. Una de las más utilizadas es que al ser el peso una de las monedas más líquidas de los países emergentes, soporta un sinfín de operaciones de cobertura y arbitraje, por lo que se ha hecho excesivamente demandado.
Igualmente, se indica que ante la perspectiva de una posible disminución de la tasa de interés de referencia, fenómeno que en alguna medida tiene ya descontado el mercado, los inversionistas internacionales están buscando nuevas opciones de inversión, generando así una presión sobre el tipo de cambio.
El hecho de que los tipos de cambio de Brasil y Chile hayan observado, al menos hasta el cierre de octubre, el mismo comportamiento que el peso cuestiona la primera explicación, aunque podría justificar la segunda. Si el peso mexicano se depreció por ser una moneda muy líquida, ¿por qué lo hizo el peso chileno y el real brasileño?
Por otro lado, es posible que la expectativa de una pronta reducción de las tasas de interés en estos tres países haya alentado la salida de recursos y, por tanto, la depreciación de sus monedas; sin embargo, ¿por qué en lo que va de noviembre el peso mexicano no ha cedido terreno cuando las otras dos monedas lo han hecho?
Esto necesariamente tiene que ver con algún factor interno de diferenciación. ¿cuál?
Economista del sector privado
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