domingo, 2 de octubre de 2011

TRES NOBELES INDIGNADOS

Parece ser que, en esta Gran Recesión, se está volviendo a editar la extraña circunstancia de marginar las ideas de las mentes económicas más brillantes, tal y como sucediera con las propuestas de Keynes durante la Gran Depresión de los años 30.
Ese mismo despropósito están viviendo tres Nobeles de economía, Peter Diamond, Joseph Stiglitz y Paul Krugman. No son poca cosa. Sin lugar a dudas son extraordinarios, quizás las cabezas más privilegiadas y más preparadas intelectualmente de todo el orbe de economistas vivos. Lo atestiguan no sólo sus premio Nobel, sino el haber escrito, entre los tres, seis de los veinte artículos más influyentes en los 100 años de historia de la American Economic Review, como se detalla en el reportaje central de este número de El Semanario. Con esa carta de presentación, bien merecería que las autoridades políticas les prestaran un poco más de atención.
Sin embargo, no lo hacen, y así van las cosas. Dos años después de que concluyera la primera recesión, la economía mundial se vuelve a desfondar y parece abocada a una nueva recesión, con EU y Europa a la cabeza. No les hacen caso, las cosas no están saliendo bien.. pero siguen sin hacerles caso.
Ellos, precisamente ellos (quienes lo pueden hacer con más autoridad que nadie), se quejan de que los fracasos en las políticas económicas se debe a que son las “malas ideas” las que campean en el discurso político y económico dominante. Entre esas malas ideas hay varias que critican a destajo.
Una de ellas es la tentación de retirar la políticas de expansión monetaria de forma prematura. El Banco Central Europeo (BCE) así lo hizo, empezó a subir las tasas de interés antes de tiempo, y ya se están arrepintiendo y pronto pueden dar marcha atrás.
Otra es el discurso neoliberal, interesado y falso, de que, pese a la hecatombe global, económica y financiera, que provocaron unos mercados excesivamente libres, flexibles, potentes, sofisticados, complejos y poco transparentes, son estos mercados los más eficientes y competitivos, los que aportan un mayor crecimiento y bienestar, y no precisan de una mayor regulación. Estos tres Nobeles atacan esa idea y piden que se meta en cintura, cuanto antes, al sistema financiero: que sean sometidos a una regulación y supervisión más rigurosa, y que los Estados, que se han visto desplazados por el poder del mercado, recuperen una mayor cuota de poder. Cosas se han hecho, cierto, pero no es suficiente y existen aún muchos privilegios dentro del sistema financiero que deben ser abolidos.
Pero, como sucedió con Keynes, donde más desencuentros se producen entre sus discursos y las políticas oficiales es en la política fiscal. Primero, sostienen que hay margen, sobre todo en EU, para una política fiscal más agresiva en el corto plazo, y que es falso que los mercados estén castigando a EU por su indisciplina fiscal. La confianza de los inversionistas en EU sigue firme, y buena muestra de ello es que las tasas de interés de largo plazo se han hundido esta semana a nuevos mínimos históricos. El discurso contrario, el de los republicanos, sólo busca acabar con el Estado.
Segundo, si existe ese margen debe ser aprovechado, y debe hacerse con más gasto público y no con recortes de impuestos, cuya efectividad para impulsar a la actividad es menor. Y tercero, los más pudientes, contrariamente a lo que se propone, deben de financiar buena parte del gasto público soportando mayores impuestos, más en un contexto de creciente desigualdad social.
En el resto del mundo, por otro lado, tienen claro que la solución para Grecia no es una draconiana austeridad que castiga inútilmente a una ciudadanía, sobre todo a los más vulnerables, harta de soportar tantos sacrificios sin perspectivas de que la situación vaya a mejorar (por el contrario, sigue empeorando)
Derivado de todo esto se infiere que estos tres Nobeles no sólo proponen una estrategia económica distinta para superar la crisis, sino que demuestran una mayor sensibilidad social, al tratar de descargar y aliviar el costo que soportan las clases más desfavorecidas para financiar la recuperación.
Por todo esto, traen ideas más frescas, distintas a las que machaconamente se escuchan en los medios, si bien ellos, sobre todo Krugman y Stiglitz, son muy mediáticos (también lo era Keynes y no por eso le hicieron mayor caso) y se sienten más cercanos a los movimientos de indignados que se levantan por el mundo, a los que comprenden cabalmente el por qué de su malestar. Por eso no fue extraño ver a Stiglitz en el parque del Retiro de Madrid apoyando y arengando a los indignados, ni tampoco sorprendió que a Diamond ni siquiera lo dejaran sentarse en la Fed. Es claro que las élites políticas no los quieren, sobre todo la derecha.
Fuente: El Semanario Sin Límites

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