Francisco Suárez Dávila / EL UNIVERSAL
Soñé que el grupo de los 30 hombres más ricos de México dirigían al gobierno y a la sociedad civil una carta en la que proponían aumentar los impuestos sobre los ingresos millonarios como gesto solidario ante la crisis y sus serias consecuencias sociales.
El origen del sueño se debió a la famosa carta de Warren Buffet —el tercer hombre más rico del mundo— que sugería, hace poco, se aumentaran los impuestos sobre ingresos superiores al millón de dólares, incluyendo ganancias de capital. Le parecía injusto que 20 personas de su oficina pagaban impuestos de 36% cuando él pagaba sólo 17%. Siguiendo su ejemplo, en Francia 16 representantes de las grandes fortunas como L’Oreal, Peugeot, Danone, propusieron una sobretasa al Impuesto Sobre la Renta (ISR), misma que ya ejecutó Sarkozy. Cincuenta millonarios alemanes pidieron también pagar más, igual lo hizo el dueño de Ferrari en Italia. Esto ha desencadenado en varios gobiernos europeos una avalancha de aumentos de impuestos a los más ricos. Éstos se definen de manera amplia como el 1% de personas con los ingresos más altos de la población o patrimonios superiores al millón de dólares. En Estados Unidos ha actuado Obama, proponiendo subir su tasa (ISR) a 40%, estableciendo la regla Buffet, según la cual ningún millonario puede pagar una tasa menor a la que paga la clase media. En España y otros países se ha reactivado el impuesto patrimonial (conjunto de casas, coches, activos financieros) sobre las grandes fortunas. La Comisión Europea quiere revivir el impuesto sobre operaciones financieras de 0.1% sobre transacciones en bonos y acciones para recuperar los apoyos a los bancos.
Cuando desperté, evidentemente nadie en México había escrito una carta con las intenciones de Buffet. Sin embargo, la situación es muy parecida. El causante cautivo, un asistente ejecutivo con 33 mil pesos de sueldo mensual paga la tasa más alta de ISR: 30%. Su jefe, con ingresos de un millón, paga la misma tasa o muy probablemente menos.
Un artículo en El País decía, a propósito de este debate: “Los impuestos nos definen como país y como personas, lo que somos y lo que queremos ser”. El Impuesto Sobre la Renta a las personas es el impuesto olvidado en nuestras discusiones sobre reforma fiscal, pero es el que más recauda y redistribuye. Un reciente documento de la Cepal destaca que es el impuesto en que México y América Latina tienen la comparación internacional más desfavorable. Recaudamos alrededor de 2% del PIB, mientras que los países más avanzados de la OCDE recaudan el 10%. Brasil o México tienen, antes de impuestos, un coeficiente (GINI) de desigualdad alto, de alrededor de 0.50, igual que Italia o Francia. Después del pago del ISR y las cuotas de seguridad social, ellos corrigen la inequidad a 0.30 y, nosotros, nos quedamos igual. Es por ello que somos el “continente de la desigualdad”. En México el 10% más rico gana 27 veces más de lo que gana el 10% más pobre. El promedio en la OCDE es de nueve.
Una reforma fiscal verdadera en México significaría hacer el ISR más progresivo. Aumentar la tasa máxima a los ingresos millonarios a 35%, ello permitiría bajar los impuestos a la clase media. Desde luego implica romper la trampa de que con el ISR personas físicas y morales debe tener la misma tasa. El impuesto a las empresas debería seguir la tendencia de Irlanda, Alemania, Canadá, en donde se disminuye por debajo del 20%, eliminando el IETU para ganar competitividad. Hacienda no distingue entre esos dos impuestos de funciones muy diferentes, los engloba como “sistema Renta”. Un ISR que gravara eficazmente los ingresos millonarios (o al 5% más rico) generaría lo que todo el IVA actual. Han surgido ideas que otros países discuten o aplican y deben explorarse en México: impuestos patrimoniales de control, sobre transacciones financieras y ganancias de capital.
La imposición a los ingresos millonarios siempre es compleja. Tienen la mejor planeación fiscal. Pero es una gran veta de recaudación. En Estados Unidos, el 1% más rico paga el 3% del PIB y el 30% del total de impuestos federales y el 10% contribuye en 55%. Krugman, el premio Nobel, escribió un artículo siguiendo las propuestas de Buffet. También las respalda por el gran incremento en la desigualdad. Describe cómo en su país el 1% de mayores ingresos los aumentó en el último cuarto de siglo en 480%; la clase media sólo en 21%. Argumenta: “ningún rico se hace rico solo. Lo logra únicamente gracias a un contrato social en una sociedad justa, funcional, en la que puede prosperar”.
El crecimiento mundial de los “indignados” obedece, entre otros factores, a esta percepción de una desigualdad ofensiva. ¿No sería bueno que también aquí hubiera discusión de propuestas de mayor corresponsabilidad social, antes que sea demasiado tarde?
Soñé que el grupo de los 30 hombres más ricos de México dirigían al gobierno y a la sociedad civil una carta en la que proponían aumentar los impuestos sobre los ingresos millonarios como gesto solidario ante la crisis y sus serias consecuencias sociales.
El origen del sueño se debió a la famosa carta de Warren Buffet —el tercer hombre más rico del mundo— que sugería, hace poco, se aumentaran los impuestos sobre ingresos superiores al millón de dólares, incluyendo ganancias de capital. Le parecía injusto que 20 personas de su oficina pagaban impuestos de 36% cuando él pagaba sólo 17%. Siguiendo su ejemplo, en Francia 16 representantes de las grandes fortunas como L’Oreal, Peugeot, Danone, propusieron una sobretasa al Impuesto Sobre la Renta (ISR), misma que ya ejecutó Sarkozy. Cincuenta millonarios alemanes pidieron también pagar más, igual lo hizo el dueño de Ferrari en Italia. Esto ha desencadenado en varios gobiernos europeos una avalancha de aumentos de impuestos a los más ricos. Éstos se definen de manera amplia como el 1% de personas con los ingresos más altos de la población o patrimonios superiores al millón de dólares. En Estados Unidos ha actuado Obama, proponiendo subir su tasa (ISR) a 40%, estableciendo la regla Buffet, según la cual ningún millonario puede pagar una tasa menor a la que paga la clase media. En España y otros países se ha reactivado el impuesto patrimonial (conjunto de casas, coches, activos financieros) sobre las grandes fortunas. La Comisión Europea quiere revivir el impuesto sobre operaciones financieras de 0.1% sobre transacciones en bonos y acciones para recuperar los apoyos a los bancos.
Cuando desperté, evidentemente nadie en México había escrito una carta con las intenciones de Buffet. Sin embargo, la situación es muy parecida. El causante cautivo, un asistente ejecutivo con 33 mil pesos de sueldo mensual paga la tasa más alta de ISR: 30%. Su jefe, con ingresos de un millón, paga la misma tasa o muy probablemente menos.
Un artículo en El País decía, a propósito de este debate: “Los impuestos nos definen como país y como personas, lo que somos y lo que queremos ser”. El Impuesto Sobre la Renta a las personas es el impuesto olvidado en nuestras discusiones sobre reforma fiscal, pero es el que más recauda y redistribuye. Un reciente documento de la Cepal destaca que es el impuesto en que México y América Latina tienen la comparación internacional más desfavorable. Recaudamos alrededor de 2% del PIB, mientras que los países más avanzados de la OCDE recaudan el 10%. Brasil o México tienen, antes de impuestos, un coeficiente (GINI) de desigualdad alto, de alrededor de 0.50, igual que Italia o Francia. Después del pago del ISR y las cuotas de seguridad social, ellos corrigen la inequidad a 0.30 y, nosotros, nos quedamos igual. Es por ello que somos el “continente de la desigualdad”. En México el 10% más rico gana 27 veces más de lo que gana el 10% más pobre. El promedio en la OCDE es de nueve.
Una reforma fiscal verdadera en México significaría hacer el ISR más progresivo. Aumentar la tasa máxima a los ingresos millonarios a 35%, ello permitiría bajar los impuestos a la clase media. Desde luego implica romper la trampa de que con el ISR personas físicas y morales debe tener la misma tasa. El impuesto a las empresas debería seguir la tendencia de Irlanda, Alemania, Canadá, en donde se disminuye por debajo del 20%, eliminando el IETU para ganar competitividad. Hacienda no distingue entre esos dos impuestos de funciones muy diferentes, los engloba como “sistema Renta”. Un ISR que gravara eficazmente los ingresos millonarios (o al 5% más rico) generaría lo que todo el IVA actual. Han surgido ideas que otros países discuten o aplican y deben explorarse en México: impuestos patrimoniales de control, sobre transacciones financieras y ganancias de capital.
La imposición a los ingresos millonarios siempre es compleja. Tienen la mejor planeación fiscal. Pero es una gran veta de recaudación. En Estados Unidos, el 1% más rico paga el 3% del PIB y el 30% del total de impuestos federales y el 10% contribuye en 55%. Krugman, el premio Nobel, escribió un artículo siguiendo las propuestas de Buffet. También las respalda por el gran incremento en la desigualdad. Describe cómo en su país el 1% de mayores ingresos los aumentó en el último cuarto de siglo en 480%; la clase media sólo en 21%. Argumenta: “ningún rico se hace rico solo. Lo logra únicamente gracias a un contrato social en una sociedad justa, funcional, en la que puede prosperar”.
El crecimiento mundial de los “indignados” obedece, entre otros factores, a esta percepción de una desigualdad ofensiva. ¿No sería bueno que también aquí hubiera discusión de propuestas de mayor corresponsabilidad social, antes que sea demasiado tarde?
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