Antonio Reyes
Grecia sigue siendo considerada como el factor clave de la crisis de la Unión Europea (UE), por el efecto casi de destrucción que tendría sobre el Euro, por si llegase al extremo del default de su deuda. Sin dejar de ser importante efectivamente el efecto que el posible default tendría, no sólo sobre el Euro sino sobre la economía mundial, hay hechos que enmascaran el verdadero teatro en el que se desenvuelve la tragedia griega. Elucidar tal situación permite explicarnos porque se dice que un país tan pequeño, que no llega a representar el 3% del Producto Interno Bruto (PIB) europeo, podría causar casi una debacle financiera mundial.
Grecia tiene una vieja historia de problemas fiscales; la mitad de los dos últimos siglos estuvo en default, según indican Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en su libro “This Time Is Different”. Cuando llegó en 2001 a ser país miembro del Euro, Grecia tenía una deuda pública que era mayor al 100% de su PIB, tal como se encuentra hoy. Desde entonces, por su mala administración presupuestal, se pensó que podría llegar a dañar al Euro (The Economist), tal como se ha confirmado ahora.
La entrada de Grecia al Euro, le ayudó a bajar sustancialmente la tasa de interés que le significaba pagar con su moneda nacional original, el Dragma, permitiéndole refinanciar su deuda en condiciones muy favorables por el bajo riesgo del Euro y desatar un boom crediticio, que le permitió crecer en promedio hasta 2008 a una tasa de 4% promedio anual.
El fuerte crecimiento del PIB y la baja en las tasas de interés, permitieron a Grecia encubrir los elevados déficits de su gasto público, apareciendo oficialmente su balance primario, que excluye intereses, en superávit. Dada la inflación que tenía por arriba del promedio de la zona Euro, ya para 2008 Grecia presentó un déficit en cuenta corriente del 14.6% del PIB, lo que exponenció su endeudamiento externo.
Ya para entonces decía el actual Primer Ministro, Mr Papandreou, en aquel tiempo candidato, que las cifras públicas estaban cocinadas. El pronóstico del déficit presupuestal para 2009 era del 5% del PIB; considerado modesto en relación a la proyección de otros países de la zona Euro. La situación realmente era peor, por lo que el déficit anunciado como más probable por el nuevo gobierno griego fue de 12.7% del PIB; en ese momento se tuvo consciencia del doble déficit (twin deficit), fiscal y en cuenta corriente existente.
Después del rescate de Grecia de 2010, que implicó 90,000 millones de euros (€), este año se vio la urgente necesidad de acordar un nuevo paquete de rescate por una magnitud de 109,000 millones €, como resultado de la embestida de los mercados para aumentar sustancialmente la prima de riesgo de la deuda soberana.
A la fecha, se estima del primer paquete haberse efectuado apenas una inyección del orden de 60,000 millones €. Del mismo paquete, urge para octubre un apoyo por 8,000 millones €, siendo este pendiente lo que ha inflamado la preocupación sobre el posible default griego. Tal lentitud para atender los temores sobre el default es resultado de la falta de centralización de la política monetaria, como resultado del principio de que cada país debe ratificar este tipo de decisiones.
La respuesta a los mercados, por algunos considerados especulativos, y el evitar la afectación a los tenedores de bonos de deuda, especialmente bancos alemanes y franceses, ha ido incrementando la deuda griega, que en 2010 se estimó de 143% del PIB y se espera en 2012 alcance 166%, el más alto nivel en la UE, siendo aproximadamente de 350,000 millones €.
Ante una situación secular de defaults, evitados sólo por diez años de adhesión al Euro, cualquiera se pregunta cuál es la mecánica destructiva que puede generar Grecia. Probablemente la respuesta más pertinente a tal inquietud es el riesgo del contagio; sin reconocer por ello la enfermedad, sino sólo síntomas relativamente evidentes.
Si Grecia entrara en default, afectaría la credibilidad del Euro y de las instituciones de la UE, cancelando un proyecto de integración imaginado desde el término de la segunda guerra mundial, tal como lo llegó a explicitar Churchill, al hablar de los Estados Unidos de Europa. El default inmediatamente dispararía la tasa de riesgo, afectando a los países ya con problemas con su deuda soberana, como Portugal, Irlanda, Italia y relativamente España y con posteridad a otros países de la UE, especialmente los denominados periféricos, agudizando los problemas de las deudas soberanas y la contracción económica.
De igual forma, el default obligaría a degradar el valor de los portafolios de los bancos tenedores de deuda europea, obligándoles a una urgente recapitalización que, de acuerdo a la Comisión Europea, desde 2008 ha significado un monto de 420,000 millones €. La consecuencia lógica final, antes de pasar a la desorganización financiera, sería un credit crunch, crisis de crédito, que muchas veces lleva aparejada una crisis bancaria general que crearía el peor de los escenarios para la producción y el empleo.
Para contextualizar tal posible mecánica, hay que tener en cuenta que entre 18 y 20 bancos europeos grandes están urgidos de recapitalización; que hay bancos alemanes que no aceptaron someterse al test o prueba de esfuerzo, para saber su resistencia a problemas macroeconómicos y financieros; y que los dos más grandes bancos Españoles en México han perdido en cuatro años casi el 50% de su valor en bolsa. De igual manera, que el mercado de bonos italianos es el tercero más grande del mundo.
Frente a este escenario, bien ha dicho Lagarde, Director Gerente del FMI, los bancos europeos necesitan capitalizarse y Obama ha expresado que Europa hace temer a todo el mundo. Probablemente los comentarios más afortunados son los de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, al señalar, la primera, que no se ha atacado la enfermedad, en la que la deuda soberana significa un gran peso, y el segundo al afirmar que la economía europea debe crecer. Ese parece ser el reto: pasar de la política monetaria y la política fiscal, hacia la política financiera que aliente el crecimiento.
En este laberinto de implicaciones del riesgo griego, finalmente esta semana se llegaron a acuerdos institucionales prometidos desde hace varios meses. Esta semana se ha avanzado en la aprobación gubernamental, especialmente por parte de Alemania, para ampliar el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), por 440,000 millones €, y el incremento de las garantías que deberá aportar cada país para el mecanismo de rescate de los países con problemas de deuda. Apenas con ello se cumple lo prometido en el pasado reciente.
Lo más trascendente de la semana ha sido el discurso del Estado que Guarda la Unión que pronunció José Manuel Durão Barroso, Presidente de la Comisión Europea, considerada como la instancia ejecutiva de la UE, al indicar que se crearán los "bonos de la estabilidad", una suerte de eurobonos, con lo que el Banco Central Europeo deberá convertirse en un "lender of last resort", prestamista de última instancia, como un auténtico banco central.
La más trascendente de las medidas anunciadas por Barroso es el impuesto a las transacciones financieras (Financial Transaction Tax), que algunos lo identifican con el llamado impuesto Tobin, Nobel de economía 1981, y que Keynes lo propuso para estabilizar el tipo de cambio de las monedas. El gravar las transacciones de acciones, bonos y derivados en la UE se estima generaría 55,000 millones € anualmente, pero también fuerte debate, especialmente por el Reino Unido.
Con las medidas de Barroso es posible efectivamente crear el Mecanismo de Estabilidad Europea hacia el 2013, y cumplir su aserto de que "Grecia es, y seguirá siendo un miembro de la eurozona". Ojala que tales medidas no tarden demasiado tiempo en ser realidad.
Ello, por ahora, es otro script para la tragedia griega y para Europa.
Grecia sigue siendo considerada como el factor clave de la crisis de la Unión Europea (UE), por el efecto casi de destrucción que tendría sobre el Euro, por si llegase al extremo del default de su deuda. Sin dejar de ser importante efectivamente el efecto que el posible default tendría, no sólo sobre el Euro sino sobre la economía mundial, hay hechos que enmascaran el verdadero teatro en el que se desenvuelve la tragedia griega. Elucidar tal situación permite explicarnos porque se dice que un país tan pequeño, que no llega a representar el 3% del Producto Interno Bruto (PIB) europeo, podría causar casi una debacle financiera mundial.
Grecia tiene una vieja historia de problemas fiscales; la mitad de los dos últimos siglos estuvo en default, según indican Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en su libro “This Time Is Different”. Cuando llegó en 2001 a ser país miembro del Euro, Grecia tenía una deuda pública que era mayor al 100% de su PIB, tal como se encuentra hoy. Desde entonces, por su mala administración presupuestal, se pensó que podría llegar a dañar al Euro (The Economist), tal como se ha confirmado ahora.
La entrada de Grecia al Euro, le ayudó a bajar sustancialmente la tasa de interés que le significaba pagar con su moneda nacional original, el Dragma, permitiéndole refinanciar su deuda en condiciones muy favorables por el bajo riesgo del Euro y desatar un boom crediticio, que le permitió crecer en promedio hasta 2008 a una tasa de 4% promedio anual.
El fuerte crecimiento del PIB y la baja en las tasas de interés, permitieron a Grecia encubrir los elevados déficits de su gasto público, apareciendo oficialmente su balance primario, que excluye intereses, en superávit. Dada la inflación que tenía por arriba del promedio de la zona Euro, ya para 2008 Grecia presentó un déficit en cuenta corriente del 14.6% del PIB, lo que exponenció su endeudamiento externo.
Ya para entonces decía el actual Primer Ministro, Mr Papandreou, en aquel tiempo candidato, que las cifras públicas estaban cocinadas. El pronóstico del déficit presupuestal para 2009 era del 5% del PIB; considerado modesto en relación a la proyección de otros países de la zona Euro. La situación realmente era peor, por lo que el déficit anunciado como más probable por el nuevo gobierno griego fue de 12.7% del PIB; en ese momento se tuvo consciencia del doble déficit (twin deficit), fiscal y en cuenta corriente existente.
Después del rescate de Grecia de 2010, que implicó 90,000 millones de euros (€), este año se vio la urgente necesidad de acordar un nuevo paquete de rescate por una magnitud de 109,000 millones €, como resultado de la embestida de los mercados para aumentar sustancialmente la prima de riesgo de la deuda soberana.
A la fecha, se estima del primer paquete haberse efectuado apenas una inyección del orden de 60,000 millones €. Del mismo paquete, urge para octubre un apoyo por 8,000 millones €, siendo este pendiente lo que ha inflamado la preocupación sobre el posible default griego. Tal lentitud para atender los temores sobre el default es resultado de la falta de centralización de la política monetaria, como resultado del principio de que cada país debe ratificar este tipo de decisiones.
La respuesta a los mercados, por algunos considerados especulativos, y el evitar la afectación a los tenedores de bonos de deuda, especialmente bancos alemanes y franceses, ha ido incrementando la deuda griega, que en 2010 se estimó de 143% del PIB y se espera en 2012 alcance 166%, el más alto nivel en la UE, siendo aproximadamente de 350,000 millones €.
Ante una situación secular de defaults, evitados sólo por diez años de adhesión al Euro, cualquiera se pregunta cuál es la mecánica destructiva que puede generar Grecia. Probablemente la respuesta más pertinente a tal inquietud es el riesgo del contagio; sin reconocer por ello la enfermedad, sino sólo síntomas relativamente evidentes.
Si Grecia entrara en default, afectaría la credibilidad del Euro y de las instituciones de la UE, cancelando un proyecto de integración imaginado desde el término de la segunda guerra mundial, tal como lo llegó a explicitar Churchill, al hablar de los Estados Unidos de Europa. El default inmediatamente dispararía la tasa de riesgo, afectando a los países ya con problemas con su deuda soberana, como Portugal, Irlanda, Italia y relativamente España y con posteridad a otros países de la UE, especialmente los denominados periféricos, agudizando los problemas de las deudas soberanas y la contracción económica.
De igual forma, el default obligaría a degradar el valor de los portafolios de los bancos tenedores de deuda europea, obligándoles a una urgente recapitalización que, de acuerdo a la Comisión Europea, desde 2008 ha significado un monto de 420,000 millones €. La consecuencia lógica final, antes de pasar a la desorganización financiera, sería un credit crunch, crisis de crédito, que muchas veces lleva aparejada una crisis bancaria general que crearía el peor de los escenarios para la producción y el empleo.
Para contextualizar tal posible mecánica, hay que tener en cuenta que entre 18 y 20 bancos europeos grandes están urgidos de recapitalización; que hay bancos alemanes que no aceptaron someterse al test o prueba de esfuerzo, para saber su resistencia a problemas macroeconómicos y financieros; y que los dos más grandes bancos Españoles en México han perdido en cuatro años casi el 50% de su valor en bolsa. De igual manera, que el mercado de bonos italianos es el tercero más grande del mundo.
Frente a este escenario, bien ha dicho Lagarde, Director Gerente del FMI, los bancos europeos necesitan capitalizarse y Obama ha expresado que Europa hace temer a todo el mundo. Probablemente los comentarios más afortunados son los de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, al señalar, la primera, que no se ha atacado la enfermedad, en la que la deuda soberana significa un gran peso, y el segundo al afirmar que la economía europea debe crecer. Ese parece ser el reto: pasar de la política monetaria y la política fiscal, hacia la política financiera que aliente el crecimiento.
En este laberinto de implicaciones del riesgo griego, finalmente esta semana se llegaron a acuerdos institucionales prometidos desde hace varios meses. Esta semana se ha avanzado en la aprobación gubernamental, especialmente por parte de Alemania, para ampliar el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), por 440,000 millones €, y el incremento de las garantías que deberá aportar cada país para el mecanismo de rescate de los países con problemas de deuda. Apenas con ello se cumple lo prometido en el pasado reciente.
Lo más trascendente de la semana ha sido el discurso del Estado que Guarda la Unión que pronunció José Manuel Durão Barroso, Presidente de la Comisión Europea, considerada como la instancia ejecutiva de la UE, al indicar que se crearán los "bonos de la estabilidad", una suerte de eurobonos, con lo que el Banco Central Europeo deberá convertirse en un "lender of last resort", prestamista de última instancia, como un auténtico banco central.
La más trascendente de las medidas anunciadas por Barroso es el impuesto a las transacciones financieras (Financial Transaction Tax), que algunos lo identifican con el llamado impuesto Tobin, Nobel de economía 1981, y que Keynes lo propuso para estabilizar el tipo de cambio de las monedas. El gravar las transacciones de acciones, bonos y derivados en la UE se estima generaría 55,000 millones € anualmente, pero también fuerte debate, especialmente por el Reino Unido.
Con las medidas de Barroso es posible efectivamente crear el Mecanismo de Estabilidad Europea hacia el 2013, y cumplir su aserto de que "Grecia es, y seguirá siendo un miembro de la eurozona". Ojala que tales medidas no tarden demasiado tiempo en ser realidad.
Ello, por ahora, es otro script para la tragedia griega y para Europa.
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