Esa ola es poderosa y puede arrastrar con cualquier país que se encuentre en su camino.
Jesús Alberto Cano Vélez /Excelsior
Estamos observando cómo en diversas latitudes del planeta están surgiendo levantamientos de ciudadanos indignados, enojados y desesperados por la ola de pobreza y desempleo que está envolviendo al mundo y nos debe preocupar que en México nuestras autoridades no parecen estar conscientes de la necesidad de preocuparse por las manifestaciones de contagio que de hecho ya estamos sufriendo.
La complacencia no es la correcta respuesta para lo que pasa en el mundo y en México, porque estamos en el camino de sus peligrosos efectos. Esa ola es poderosa y puede arrastrar con cualquier país que se encuentre en su camino.
Es delicada la indiferencia, cuando de crisis económicas se trata. Y sin embargo, nada parece ser suficiente para hacer despertar a nuestras autoridades económicas del letargo neoliberal y complaciente, de vivir en un mundo de mentiritas en el que ocurren cosas feas a otros países, mientras interpretan que todo está bien en México.
¿Qué tanto debe crecer la pobreza para que se preocupen lo suficiente para aplicar políticas económicas y sociales que salven, con medidas gubernamentales, a amplios segmentos pobres de la población?
¿Qué tanto desempleo debemos tener para que el gobierno decida que es hora de actuar para reactivar la economía y generar millones de empleos remunerados? Ya es tarde, porque el desempleo es muy significativo.
Las cifras macroeconómicas de la actividad económica nos develan que el sexenio del presidente Calderón, de nuevo parece ir en picada, en su ritmo de crecimiento, lo que augura muy mal para los empleos de éste y los próximos años en México.
Y aun así… nada se hace y parece que tampoco se planea aunque fuera necesario.
Decíamos en la columna de la semana pasada que en los foros que organizamos con el Colegio Nacional de Economistas se veían venir tiempos muy difíciles ,y ninguna de las políticas de las que podría haber echado mano el gobierno se activaron… y siguen igual —dormidas— porque la ideología conservadora neoliberal tiene tirria de poner al Estado mexicano a inyectar demanda agregada en la economía… ni para salvarse.
Ha sido muy lamentable que los países decidieron no aplicar medidas instigadas por los gobiernos. Esa ideología neoliberal no acepta interferencia del Estado en sus asuntos económicos; porque “El Mercado” sabrá qué hacer…”
Tenemos una crisis de Estado, con inseguridad y delincuencia organizada, con un gobierno que no puede garantizar el Estado de derecho e igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y con una hacienda pública incapaz de cumplir sus funciones esenciales. Y ante todo, un Estado que, por falta de razones, no asume su responsabilidad para con su población, de intervenir en los aspectos vitales de la economía que afectan negativamente a la población.
Por todo lo anterior, la situación de México debe cambiar, para ser un país seguro; sin pobres y con menor desigualdad.
Con una economía dinámica, redistributiva, competitiva, innovadora y con un Estado eficaz y una sociedad participativa y fuerte.
*Presidente nacional del Colegio Nacional de Economistas
Jesús Alberto Cano Vélez /Excelsior
Estamos observando cómo en diversas latitudes del planeta están surgiendo levantamientos de ciudadanos indignados, enojados y desesperados por la ola de pobreza y desempleo que está envolviendo al mundo y nos debe preocupar que en México nuestras autoridades no parecen estar conscientes de la necesidad de preocuparse por las manifestaciones de contagio que de hecho ya estamos sufriendo.
La complacencia no es la correcta respuesta para lo que pasa en el mundo y en México, porque estamos en el camino de sus peligrosos efectos. Esa ola es poderosa y puede arrastrar con cualquier país que se encuentre en su camino.
Es delicada la indiferencia, cuando de crisis económicas se trata. Y sin embargo, nada parece ser suficiente para hacer despertar a nuestras autoridades económicas del letargo neoliberal y complaciente, de vivir en un mundo de mentiritas en el que ocurren cosas feas a otros países, mientras interpretan que todo está bien en México.
¿Qué tanto debe crecer la pobreza para que se preocupen lo suficiente para aplicar políticas económicas y sociales que salven, con medidas gubernamentales, a amplios segmentos pobres de la población?
¿Qué tanto desempleo debemos tener para que el gobierno decida que es hora de actuar para reactivar la economía y generar millones de empleos remunerados? Ya es tarde, porque el desempleo es muy significativo.
Las cifras macroeconómicas de la actividad económica nos develan que el sexenio del presidente Calderón, de nuevo parece ir en picada, en su ritmo de crecimiento, lo que augura muy mal para los empleos de éste y los próximos años en México.
Y aun así… nada se hace y parece que tampoco se planea aunque fuera necesario.
Decíamos en la columna de la semana pasada que en los foros que organizamos con el Colegio Nacional de Economistas se veían venir tiempos muy difíciles ,y ninguna de las políticas de las que podría haber echado mano el gobierno se activaron… y siguen igual —dormidas— porque la ideología conservadora neoliberal tiene tirria de poner al Estado mexicano a inyectar demanda agregada en la economía… ni para salvarse.
Ha sido muy lamentable que los países decidieron no aplicar medidas instigadas por los gobiernos. Esa ideología neoliberal no acepta interferencia del Estado en sus asuntos económicos; porque “El Mercado” sabrá qué hacer…”
Tenemos una crisis de Estado, con inseguridad y delincuencia organizada, con un gobierno que no puede garantizar el Estado de derecho e igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y con una hacienda pública incapaz de cumplir sus funciones esenciales. Y ante todo, un Estado que, por falta de razones, no asume su responsabilidad para con su población, de intervenir en los aspectos vitales de la economía que afectan negativamente a la población.
Por todo lo anterior, la situación de México debe cambiar, para ser un país seguro; sin pobres y con menor desigualdad.
Con una economía dinámica, redistributiva, competitiva, innovadora y con un Estado eficaz y una sociedad participativa y fuerte.
*Presidente nacional del Colegio Nacional de Economistas
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