Hay señales en todo el mundo de que la gente está harta de los Gobiernos que sirven a los ricos
JEFFREY SACHS / EL PAÍS
Vivimos en una época en la que las fuerzas más importantes que afectan a todas las economías son globales, no locales. Lo que sucede en el extranjero -por ejemplo, en China, India y otros lugares- afecta poderosamente incluso a una economía tan grande como la de Estados Unidos.
La globalización económica ha producido, por supuesto, grandes beneficios para el mundo, incluyendo la expansión rápida de tecnologías avanzadas, tales como Internet y la telefonía móvil. También ha reducido drásticamente la pobreza en muchas economías emergentes; de hecho, por esta sola razón, la economía mundial necesita mantenerse abierta e interconectada.
Sin embargo, la globalización también ha creado problemas serios que necesitan ser abordados. En primer lugar, ha aumentado el ámbito de la evasión fiscal debido a la rápida proliferación de los paraísos fiscales en todo el mundo. Las empresas multinacionales tienen muchas más oportunidades que antes para esquivar su porción justa y eficiente de impuestos.
Es más, la globalización ha creado perdedores y también ganadores. En países de rentas altas, de manera destacada en Estados Unidos, Europa y Japón, los grandes perdedores son los trabajadores que carecen de formación para competir de manera eficaz con los trabajadores de bajos ingresos de países en desarrollo. Los más afectados son los trabajadores de los países ricos que carecen de educación universitaria. Millones de ellos han perdido sus empleos. Aquellos que han mantenido sus puestos de trabajo han visto cómo sus salarios se estancan o disminuyen.
La globalización también ha avivado el contagio. La crisis financiera de 2008 comenzó en Wall Street, pero se extendió rápidamente por todo el mundo, lo que subraya la necesidad de una cooperación global en los ámbitos bancario y financiero. El cambio climático, las enfermedades infecciosas, el terrorismo y otros males que pueden cruzar fácilmente fronteras requieren una respuesta global similar.
Lo que la globalización necesita, por tanto, son políticas inteligentes de Gobierno. Los Gobiernos deben promover educación de calidad para garantizar que los jóvenes estén preparados para afrontar la competencia global. Los Gobiernos deben aumentar la productividad mediante la construcción de modernas infraestructuras y la promoción de la ciencia y la tecnología. Y dichos Gobiernos deberían cooperar a nivel mundial para regular los sectores de la economía, en particular los sectores relacionados con las finanzas y el medio ambiente, en los que los problemas de un país pueden extenderse a otras partes del mundo.
La necesidad de un Gobierno muy eficaz en la era de la globalización es el mensaje clave de mi nuevo libro, The Price of Civilization (el precio de la civilización). En pocas palabras, hoy necesitamos más Gobierno, no menos. Sin embargo, el papel del Gobierno también debe modernizarse para estar acorde con los retos específicos que plantea una economía mundial interconectada.
Escribí The Price of Civilization por mi convicción de que el Gobierno de Estados Unidos no ha logrado entender y responder a los desafíos de la globalización desde que esta comenzó a afectar a la economía estadounidense en la década de los setenta. En vez de responder a la globalización con más gasto gubernamental en educación, infraestructura y tecnología, Ronald Reagan ganó la presidencia en 1980 comprometiéndose a recortar el gasto público y bajar los impuestos.
Durante 30 años, Estados Unidos ha avanzado en la dirección equivocada, recortando el papel del Gobierno en la economía nacional en lugar de promover las inversiones necesarias para modernizar la economía y la mano de obra. Los ricos se han beneficiado a corto plazo, al obtener grandes ventajas impositivas. Los pobres han sufrido pérdidas de empleo y recortes en servicios públicos. La desigualdad económica no había llegado a un nivel tan alto desde la Gran Depresión.
Estas tendencias adversas se han visto exacerbadas por las políticas nacionales. Los ricos han utilizado su riqueza para fortalecer su control del poder. Ellos pagan las costosas campañas de los presidentes y congresistas, por lo que los presidentes y congresistas ayudan a los ricos, a menudo a expensas del resto de la sociedad. El mismo síndrome, por el cual los ricos se han hecho con el control del sistema político (o han fortalecido su control del mismo), ahora afecta a muchos otros países.
Sin embargo, hay señales importantes en todo el mundo de que la gente está harta de los Gobiernos que sirven a los ricos y que al mismo tiempo ignoran a todos los demás. Estas señales comenzaron con las crecientes demandas de mayor justicia social. Los levantamientos sociales en Túnez y El Cairo, al principio, se denominaron la primavera árabe, porque parecían limitarse únicamente al mundo árabe. Pero posteriormente vimos protestas en Tel Aviv, Santiago, Londres, y ahora incluso en Estados Unidos. Estas protestas primordialmente demandan que políticas más inclusivas reemplacen a las políticas corruptas de la oligarquía.
Además, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, está cambiando gradualmente hacia la izquierda. Después de tres años en los que su Administración mimó a los lobbies que representan a sectores empresariales, finalmente ha comenzado a enfatizar la necesidad de que los ricos paguen más impuestos. Esto ha llegado al final de su mandato, y es posible que siga favoreciendo a los ricos y a Wall Street a cambio de contribuciones para la campaña en el año 2012, pero hay un resquicio de esperanza de que Obama defienda una política presupuestaria más justa.
Varios Gobiernos europeos, incluyendo los de España, Dinamarca y Grecia, parecen estar moviéndose en la misma dirección. España recientemente aprobó un impuesto a los contribuyentes con un alto patrimonio. Dinamarca eligió un Gobierno de centro-izquierda comprometido con un mayor gasto público financiado por nuevos impuestos a los ricos. Y Grecia acaba de votar a favor de un nuevo impuesto a la propiedad para ayudar a cerrar su profundo déficit fiscal.
La Comisión Europea también ha pedido un nuevo impuesto a las Transacciones Financieras (FTT) para recaudar alrededor de 75.000 millones de dólares al año. La Comisión ha reconocido finalmente que el sector financiero europeo no paga suficientes impuestos. El nuevo FTT aún podría toparse con oposición política en Europa, especialmente en Reino Unido, que tiene un sector bancario grande e influyente, pero al menos el principio de una mayor equidad tributaria es una prioridad importante en la agenda europea.
Las economías de más éxito del mundo en la actualidad se encuentran en Escandinavia. Mediante el uso de altos impuestos para financiar un alto nivel de servicios públicos, estos países han combinado gran prosperidad con justicia social y sostenibilidad ambiental. Esta es la clave para el bienestar en la economía globalizada de hoy en día. Quizás más partes del mundo, y especialmente los jóvenes del mundo, están comenzando a reconocer esta nueva realidad.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y director del Earth Institute en la Universidad de Columbia. También es asesor especial del secretario general de la ONU sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio. (c) Project Syndicate, 2011. Traducido por Rocío L. Barrientos
JEFFREY SACHS / EL PAÍS
Vivimos en una época en la que las fuerzas más importantes que afectan a todas las economías son globales, no locales. Lo que sucede en el extranjero -por ejemplo, en China, India y otros lugares- afecta poderosamente incluso a una economía tan grande como la de Estados Unidos.
La globalización económica ha producido, por supuesto, grandes beneficios para el mundo, incluyendo la expansión rápida de tecnologías avanzadas, tales como Internet y la telefonía móvil. También ha reducido drásticamente la pobreza en muchas economías emergentes; de hecho, por esta sola razón, la economía mundial necesita mantenerse abierta e interconectada.
Sin embargo, la globalización también ha creado problemas serios que necesitan ser abordados. En primer lugar, ha aumentado el ámbito de la evasión fiscal debido a la rápida proliferación de los paraísos fiscales en todo el mundo. Las empresas multinacionales tienen muchas más oportunidades que antes para esquivar su porción justa y eficiente de impuestos.
Es más, la globalización ha creado perdedores y también ganadores. En países de rentas altas, de manera destacada en Estados Unidos, Europa y Japón, los grandes perdedores son los trabajadores que carecen de formación para competir de manera eficaz con los trabajadores de bajos ingresos de países en desarrollo. Los más afectados son los trabajadores de los países ricos que carecen de educación universitaria. Millones de ellos han perdido sus empleos. Aquellos que han mantenido sus puestos de trabajo han visto cómo sus salarios se estancan o disminuyen.
La globalización también ha avivado el contagio. La crisis financiera de 2008 comenzó en Wall Street, pero se extendió rápidamente por todo el mundo, lo que subraya la necesidad de una cooperación global en los ámbitos bancario y financiero. El cambio climático, las enfermedades infecciosas, el terrorismo y otros males que pueden cruzar fácilmente fronteras requieren una respuesta global similar.
Lo que la globalización necesita, por tanto, son políticas inteligentes de Gobierno. Los Gobiernos deben promover educación de calidad para garantizar que los jóvenes estén preparados para afrontar la competencia global. Los Gobiernos deben aumentar la productividad mediante la construcción de modernas infraestructuras y la promoción de la ciencia y la tecnología. Y dichos Gobiernos deberían cooperar a nivel mundial para regular los sectores de la economía, en particular los sectores relacionados con las finanzas y el medio ambiente, en los que los problemas de un país pueden extenderse a otras partes del mundo.
La necesidad de un Gobierno muy eficaz en la era de la globalización es el mensaje clave de mi nuevo libro, The Price of Civilization (el precio de la civilización). En pocas palabras, hoy necesitamos más Gobierno, no menos. Sin embargo, el papel del Gobierno también debe modernizarse para estar acorde con los retos específicos que plantea una economía mundial interconectada.
Escribí The Price of Civilization por mi convicción de que el Gobierno de Estados Unidos no ha logrado entender y responder a los desafíos de la globalización desde que esta comenzó a afectar a la economía estadounidense en la década de los setenta. En vez de responder a la globalización con más gasto gubernamental en educación, infraestructura y tecnología, Ronald Reagan ganó la presidencia en 1980 comprometiéndose a recortar el gasto público y bajar los impuestos.
Durante 30 años, Estados Unidos ha avanzado en la dirección equivocada, recortando el papel del Gobierno en la economía nacional en lugar de promover las inversiones necesarias para modernizar la economía y la mano de obra. Los ricos se han beneficiado a corto plazo, al obtener grandes ventajas impositivas. Los pobres han sufrido pérdidas de empleo y recortes en servicios públicos. La desigualdad económica no había llegado a un nivel tan alto desde la Gran Depresión.
Estas tendencias adversas se han visto exacerbadas por las políticas nacionales. Los ricos han utilizado su riqueza para fortalecer su control del poder. Ellos pagan las costosas campañas de los presidentes y congresistas, por lo que los presidentes y congresistas ayudan a los ricos, a menudo a expensas del resto de la sociedad. El mismo síndrome, por el cual los ricos se han hecho con el control del sistema político (o han fortalecido su control del mismo), ahora afecta a muchos otros países.
Sin embargo, hay señales importantes en todo el mundo de que la gente está harta de los Gobiernos que sirven a los ricos y que al mismo tiempo ignoran a todos los demás. Estas señales comenzaron con las crecientes demandas de mayor justicia social. Los levantamientos sociales en Túnez y El Cairo, al principio, se denominaron la primavera árabe, porque parecían limitarse únicamente al mundo árabe. Pero posteriormente vimos protestas en Tel Aviv, Santiago, Londres, y ahora incluso en Estados Unidos. Estas protestas primordialmente demandan que políticas más inclusivas reemplacen a las políticas corruptas de la oligarquía.
Además, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, está cambiando gradualmente hacia la izquierda. Después de tres años en los que su Administración mimó a los lobbies que representan a sectores empresariales, finalmente ha comenzado a enfatizar la necesidad de que los ricos paguen más impuestos. Esto ha llegado al final de su mandato, y es posible que siga favoreciendo a los ricos y a Wall Street a cambio de contribuciones para la campaña en el año 2012, pero hay un resquicio de esperanza de que Obama defienda una política presupuestaria más justa.
Varios Gobiernos europeos, incluyendo los de España, Dinamarca y Grecia, parecen estar moviéndose en la misma dirección. España recientemente aprobó un impuesto a los contribuyentes con un alto patrimonio. Dinamarca eligió un Gobierno de centro-izquierda comprometido con un mayor gasto público financiado por nuevos impuestos a los ricos. Y Grecia acaba de votar a favor de un nuevo impuesto a la propiedad para ayudar a cerrar su profundo déficit fiscal.
La Comisión Europea también ha pedido un nuevo impuesto a las Transacciones Financieras (FTT) para recaudar alrededor de 75.000 millones de dólares al año. La Comisión ha reconocido finalmente que el sector financiero europeo no paga suficientes impuestos. El nuevo FTT aún podría toparse con oposición política en Europa, especialmente en Reino Unido, que tiene un sector bancario grande e influyente, pero al menos el principio de una mayor equidad tributaria es una prioridad importante en la agenda europea.
Las economías de más éxito del mundo en la actualidad se encuentran en Escandinavia. Mediante el uso de altos impuestos para financiar un alto nivel de servicios públicos, estos países han combinado gran prosperidad con justicia social y sostenibilidad ambiental. Esta es la clave para el bienestar en la economía globalizada de hoy en día. Quizás más partes del mundo, y especialmente los jóvenes del mundo, están comenzando a reconocer esta nueva realidad.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y director del Earth Institute en la Universidad de Columbia. También es asesor especial del secretario general de la ONU sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio. (c) Project Syndicate, 2011. Traducido por Rocío L. Barrientos
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