SERGIO SARMIENTO / REFORMA
JAQUE MATE
"No impedirás los problemas gastando más de lo que ganas."
Abraham Lincoln
Os billones de dólares que Washington y la Reserva Federal han inyectado a la economía estadounidense en los últimos años no han servido para generar una recuperación vigorosa. El Producto Interno Bruto creció apenas 2.3 por ciento a ritmo anual en el primer trimestre de 2011, mientras que el desempleo se mantiene testarudamente alto en 9 por ciento.
Al terminar el programa de "facilitación cuantitativa" (quantitative easing) de la Reserva Federal, que no es otra cosa que una nueva forma de creación artificial de dinero, hay temores de que la economía estadounidense se trabe todavía más. Hay quien afirma que la Unión Americana podría sufrir un período de estancamiento prologado como el que ha tenido Japón en los últimos 20 años. Con razón las bolsas estadounidenses sufrieron su sexta semana de declinación consecutiva la semana pasada, la mayor cadena de pérdidas semanales desde 2002.
Para los economistas keynesianos, entre los que destaca el Premio Nobel Paul Krugman que desde las páginas del New York Times ha adquirido una enorme influencia, el problema es que la dosis no ha sido suficiente. Por eso exigen que el gobierno y la Reserva Federal aumenten sus inyecciones de dinero hasta que la abundancia de recursos promueva una mayor recuperación. El problema es que esto es lo que ha tratado de hacer Japón durante dos décadas sin ningún resultado positivo.
Quizá más bien está llegando el momento de reconocer que inyectar dinero a una economía no garantiza un crecimiento sostenido. El presidente Barack Obama ha caído en la trampa de mantener las políticas de economía vudú de su predecesor George W. Bush, quien transformó el superávit de gasto público que heredó de Bill Clinton en un enorme déficit con la ilusa idea de que así podría abolir las recesiones.
Krugman y otros economistas keynesianos sostuvieron en medio de la crisis de 2008-2009 que Alemania debía inyectar mayores cantidades de dinero a su economía para generar una más rápida recuperación. Pero a pesar de su cautela, o quizá por ella, Alemania es hoy el país desarrollado con mayor crecimiento: 5.4 por ciento en el primer trimestre de 2011. Alemania, de hecho, está cosechando los frutos de un programa de reformas estructurales para mejorar su competitividad aplicado durante dos décadas.
México no está teniendo un mal momento. Su crecimiento fue de 4.6 por ciento anual en el primer trimestre de este 2011. El gobierno ha mantenido políticas financieras sensatas que le han permitido afrontar con éxito los problemas económicos internacionales. Las exportaciones mexicanas están ganando competitividad. Sin embargo, una nueva caída en la economía estadounidense le ocasionaría un enorme daño a nuestro país. Por eso es tan importante para nosotros lo que ocurre en Washington.
El presidente Obama parece no entender que las políticas económicas que debería aplicar no son las heredadas del republicano Bush sino las que en los noventa aplicó su correligionario Clinton y que produjeron una década de crecimiento sin inflación. En lugar de crear nuevos programas de gasto gubernamental, como el del nuevo sistema de salud, debería equilibrar las finanzas públicas e impulsar reformas estructurales para recuperar la competitividad del gigante estadounidense.
El experimento keynesiano de Bush ha demostrado ser un fracaso, como lo fue también en el caso de Japón. Ha llegado el momento de adoptar las políticas de éxito de países como Alemania.
CRISIS Y CRIMEN
Dice el dogma que los problemas económicos generan crimen, pero las estadísticas lo contradicen. La próspera década de 1920 en Estados Unidos fue de alto crimen mientras que la Gran Depresión de los treinta tuvo un descenso importante de la delincuencia. Por otra parte, la crisis económica de 2008 y 2009 coincidió en la Unión Americana con una caída de 5.6 por ciento en el crimen violento y de 4.6 por ciento en los delitos contra la propiedad.
JAQUE MATE
"No impedirás los problemas gastando más de lo que ganas."
Abraham Lincoln
Os billones de dólares que Washington y la Reserva Federal han inyectado a la economía estadounidense en los últimos años no han servido para generar una recuperación vigorosa. El Producto Interno Bruto creció apenas 2.3 por ciento a ritmo anual en el primer trimestre de 2011, mientras que el desempleo se mantiene testarudamente alto en 9 por ciento.
Al terminar el programa de "facilitación cuantitativa" (quantitative easing) de la Reserva Federal, que no es otra cosa que una nueva forma de creación artificial de dinero, hay temores de que la economía estadounidense se trabe todavía más. Hay quien afirma que la Unión Americana podría sufrir un período de estancamiento prologado como el que ha tenido Japón en los últimos 20 años. Con razón las bolsas estadounidenses sufrieron su sexta semana de declinación consecutiva la semana pasada, la mayor cadena de pérdidas semanales desde 2002.
Para los economistas keynesianos, entre los que destaca el Premio Nobel Paul Krugman que desde las páginas del New York Times ha adquirido una enorme influencia, el problema es que la dosis no ha sido suficiente. Por eso exigen que el gobierno y la Reserva Federal aumenten sus inyecciones de dinero hasta que la abundancia de recursos promueva una mayor recuperación. El problema es que esto es lo que ha tratado de hacer Japón durante dos décadas sin ningún resultado positivo.
Quizá más bien está llegando el momento de reconocer que inyectar dinero a una economía no garantiza un crecimiento sostenido. El presidente Barack Obama ha caído en la trampa de mantener las políticas de economía vudú de su predecesor George W. Bush, quien transformó el superávit de gasto público que heredó de Bill Clinton en un enorme déficit con la ilusa idea de que así podría abolir las recesiones.
Krugman y otros economistas keynesianos sostuvieron en medio de la crisis de 2008-2009 que Alemania debía inyectar mayores cantidades de dinero a su economía para generar una más rápida recuperación. Pero a pesar de su cautela, o quizá por ella, Alemania es hoy el país desarrollado con mayor crecimiento: 5.4 por ciento en el primer trimestre de 2011. Alemania, de hecho, está cosechando los frutos de un programa de reformas estructurales para mejorar su competitividad aplicado durante dos décadas.
México no está teniendo un mal momento. Su crecimiento fue de 4.6 por ciento anual en el primer trimestre de este 2011. El gobierno ha mantenido políticas financieras sensatas que le han permitido afrontar con éxito los problemas económicos internacionales. Las exportaciones mexicanas están ganando competitividad. Sin embargo, una nueva caída en la economía estadounidense le ocasionaría un enorme daño a nuestro país. Por eso es tan importante para nosotros lo que ocurre en Washington.
El presidente Obama parece no entender que las políticas económicas que debería aplicar no son las heredadas del republicano Bush sino las que en los noventa aplicó su correligionario Clinton y que produjeron una década de crecimiento sin inflación. En lugar de crear nuevos programas de gasto gubernamental, como el del nuevo sistema de salud, debería equilibrar las finanzas públicas e impulsar reformas estructurales para recuperar la competitividad del gigante estadounidense.
El experimento keynesiano de Bush ha demostrado ser un fracaso, como lo fue también en el caso de Japón. Ha llegado el momento de adoptar las políticas de éxito de países como Alemania.
CRISIS Y CRIMEN
Dice el dogma que los problemas económicos generan crimen, pero las estadísticas lo contradicen. La próspera década de 1920 en Estados Unidos fue de alto crimen mientras que la Gran Depresión de los treinta tuvo un descenso importante de la delincuencia. Por otra parte, la crisis económica de 2008 y 2009 coincidió en la Unión Americana con una caída de 5.6 por ciento en el crimen violento y de 4.6 por ciento en los delitos contra la propiedad.
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