Sepientes y Escaleras
Salvador García Soto - Expreso
A 10 días de cumplir su primer año de gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum se debate entre el imperativo de investigar y sancionar la escandalosa corrupción que le heredó su antecesor (más por presiones directas de Estados Unidos que por decisión propia) y la lealtad política que le sigue guardando al expresidente López Obrador, quien además también la presiona desde su retiro en Palenque.
Mientras la mandataria intenta desesperadamente defender la "integridad" de quien ha sido su mentor político y sostiene que él nunca se enteró de las redes de corrupción que operaban desde su gabinete -con oficiales de la Secretaría de Marina importando huachicol fiscal- o afirma que fue Andrés Manuel quien solicitó la remoción de Hernán Bermúdez Requena en cuanto se enteró de sus vínculos con el narcotráfico, las evidencias cada vez más contundentes, los testimonios de excolaboradores del gobierno lopezobradorista y hasta el mismo sentido común, confirman que el expresidente tuvo información de lo que pasaba en la Semar y en su natal Tabasco, pero nunca ordenó investigar, ni mucho menos castigar a los marinos huachicoleros ni al líder del grupo criminal La Barredora.
Y en su afán por proteger y cuidar a su antecesor -quizás porque también sabe que de no hacerlo y exponerlo le provocaría problemas fuertes al interior de su gobierno y su movimiento, controlados todavía a la distancia por López Obrador- la doctora Sheinbaum miente e incurre en imprecisiones y verdades a medias, con tal de deslindar y exonerar, indebida y anticipadamente, al expresidente de la burda corrupción de su sexenio que está aflorando en forma de escándalos e investigaciones ordenadas por su propio gobierno, a petición de la administración de Donald Trump.
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