Por: Isaac Katz - El Economista
La evidencia histórica es contundente: aquellos países en los cuales los individuos y las organizaciones (empresas, sindicatos, gobiernos, ONG, etcétera) se han desenvuelto e interactuado bajo el paraguas de un sólido Estado de derecho son también los que han alcanzado altos niveles de desarrollo económico.
Los principales componentes de un Estado de derecho son un sistema político democrático, una efectiva división de poderes, la existencia de mecanismos de transparencia y rendición de cuentas por parte de los gobernantes y bajos niveles de corrupción, así como una relativamente baja incidencia de delincuencia, tanto en delitos que atentan contra la integridad de las personas como en los de carácter patrimonial.
Además, como parte medular, los derechos privados de propiedad están eficientemente definidos en el marco legal, además de estar garantizados y protegidos por un poder judicial independiente e imparcial. Los mercados de bienes y servicios, incluyendo los de los factores de la producción, tienden a operar en un contexto de competencia con bajas barreras de entrada y salida de los mercados; así, son países en donde el arreglo económico es uno de economía de mercado. Son países en donde predomina tanto la democracia política como la democracia económica.
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