Por: Valentín Diez Morodo* - El Economista
No siempre fue evidente que México pudiera competir en los mercados internacionales. Recuerdo bien aquellos años en los que la sola idea de exportar productos mexicanos —más allá de unas cuantas materias primas— era vista con escepticismo.
Antes de tener tratados de libre comercio o plataformas logísticas modernas, había que abrirse paso con esfuerzo, calidad y constancia. Así nació la estrategia de internacionalización de Grupo Modelo, llevando una cerveza mexicana a los anaqueles del mundo. Ese mismo impulso es el que hoy guía a miles de empresas mexicanas, decididas a diversificar sus mercados, con la certeza de que México tiene todo para ser un jugador global de primer nivel.
Desde la entrada en vigor del TLCAN en 1994, México construyó una economía orientada a la exportación, profundamente integrada a las cadenas de valor de Norteamérica. Esta relación, potenciada hoy por el T-MEC, ha sido uno de los principales motores de crecimiento del país. Sin embargo, también ha dejado en evidencia la concentración de nuestras exportaciones en un solo país. En 2024, el 84% de nuestras exportaciones tuvieron como destino Estados Unidos, posicionándonos como su principal socio comercial y desplazando incluso a China
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