Mario Maldonado - Sonora Presente
Pemex dará un viraje ideológico y entrará de lleno al shale gas de la mano de inversionistas privados, en un esquema de contratos mixtos que rompe con el dogma energético de los últimos sexenios, particularmente el de Andrés Manuel López Obrador. Lo que hace apenas unos años era tabú —la fracturación hidráulica o fracking— ahora se presenta como una necesidad de soberanía y como el único salvavidas de la empresa, ahogada en deudas y con reservas en niveles mínimos históricos.
En Hacienda y en Pemex reconocen que México no puede seguir dependiendo del gas importado desde Texas, que cubre más del 70% del consumo nacional, porque cada interrupción, como la tormenta invernal Uri en 2021, paraliza industrias y pone en jaque al sistema eléctrico.
La presidenta Claudia Sheinbaum ya autorizó las primeras pruebas en Coahuila, en la frontera del Río Bravo, donde un contrato de servicios en la zona de Olmos conecta con la formación Eagle Ford, uno de los epicentros del boom energético estadounidense. En gobiernos pasados se perforaron 25 pozos; ahora se busca retomar la apuesta.
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