Ciro Murayama / El Universal
Una ola de publicidad recorre a México: la ola del Teletón. Convocado desde hace 14 años por las grandes empresas del país o establecidas en él, y difundido por los consorcios de la comunicación electrónica, el Teletón tiene como propósito reunir altas sumas de dinero a través de donativos con un fin en sí incuestionable: ayudar al tratamiento médico de niños con discapacidad.
De acuerdo con el portal oficial del Teletón, sus promotores lo entienden como un “proyecto de unidad nacional” que ofrece “la oportunidad de renovar la confianza en las personas y las instituciones” alrededor de una “causa social”. Pareciese que al fin las corporaciones comprometen sus ganancias con una causa justa y apuestan al fortalecimiento institucional; políticos y gobernantes se suman entusiastas a la iniciativa. Mejor, imposible.
Sin embargo, pueden argumentarse diversas objeciones al espectáculo del Teletón.
La más relevante es que es una herramienta para que sus impulsores principales reduzcan el pago de sus obligaciones al fisco. Los donativos del público al Teletón (ya sea con cargos al recibo telefónico, a través de cajeros electrónicos, depósitos bancarios, mensajes SMS, redondeo de cuentas, etcétera) no generan en automático recibos deducibles de impuestos para quien hace la aportación, por lo que las empresas que captan las donaciones pueden solicitar, para ellas, la exención fiscal gracias a las aportaciones de terceros. Se sabe que el grueso de los donativos lo hacen personas físicas de estratos sociales de bajos ingresos, así que con los aportes de los pobres las grandes empresas obtienen devolución de impuestos.
Acerca del bajo cumplimiento de las obligaciones fiscales de las grandes empresas ya alertó la Auditoría Superior de la Federación (ASF), en el documento Áreas de opacidad y riesgo en el Estado federal mexicano: oportunidades de mejora de 2009. Ahí se señala que en 2005 los “50 grandes contribuyentes pagaron 74 pesos de ISR en promedio” (leyó usted bien, 74 pesos en un año). La ASF también da cuenta de que 10 grandes contribuyentes “recibieron una devolución promedio de mil 742 millones de pesos cada uno” y que “las devoluciones de impuestos se encuentran altamente concentradas, lo que propicia una situación de privilegio que contraviene el principio de equidad fiscal”. ¿Quiénes son los privilegiados? La ASF explica: “los beneficiarios de estos importantes montos de devoluciones corresponden, en general, a empresas de la industria automotriz, productos fotográficos, panificadoras, acereras, tiendas departamentales y de autoservicio, e instituciones financieras”, esto es, un conjunto identificable de los patrocinadores del Teletón. (Ese análisis, que se publicó en 2008 y 2009, merecería ser actualizado para los ejercicios siguientes).
Entre quienes promueven el Teletón también se encuentran empresas de alimentos procesados que hoy no pagan IVA en México, y que forman parte de los lobbies que se oponen a cualquier intento de gravar ese tipo de productos que distan de ser alimentos básicos.
Una característica común entre los impulsores del Teletón es su reticencia a cumplir con obligaciones fiscales equivalentes a las que enfrentarían en otras naciones, como Estados Unidos, para no ir muy lejos. Tal resistencia contribuye a la debilidad institucional del Estado mexicano y a su incapacidad para garantizar derechos sociales básicos, como el acceso a servicios médicos de calidad para todos, no sólo los discapacitados.
El Teletón es una iniciativa que surgió en Chile en 1978, en plena dictadura de Pinochet, con el impulso del conductor de televisión Mario Kreutzberger conocido como Don Francisco. Así que, en vez de cumplir con las obligaciones fiscales propias de un Estado democrático de derecho, nuestras grandes corporaciones imitan la caridad del autoritarismo.
Una ola de publicidad recorre a México: la ola del Teletón. Convocado desde hace 14 años por las grandes empresas del país o establecidas en él, y difundido por los consorcios de la comunicación electrónica, el Teletón tiene como propósito reunir altas sumas de dinero a través de donativos con un fin en sí incuestionable: ayudar al tratamiento médico de niños con discapacidad.
De acuerdo con el portal oficial del Teletón, sus promotores lo entienden como un “proyecto de unidad nacional” que ofrece “la oportunidad de renovar la confianza en las personas y las instituciones” alrededor de una “causa social”. Pareciese que al fin las corporaciones comprometen sus ganancias con una causa justa y apuestan al fortalecimiento institucional; políticos y gobernantes se suman entusiastas a la iniciativa. Mejor, imposible.
Sin embargo, pueden argumentarse diversas objeciones al espectáculo del Teletón.
La más relevante es que es una herramienta para que sus impulsores principales reduzcan el pago de sus obligaciones al fisco. Los donativos del público al Teletón (ya sea con cargos al recibo telefónico, a través de cajeros electrónicos, depósitos bancarios, mensajes SMS, redondeo de cuentas, etcétera) no generan en automático recibos deducibles de impuestos para quien hace la aportación, por lo que las empresas que captan las donaciones pueden solicitar, para ellas, la exención fiscal gracias a las aportaciones de terceros. Se sabe que el grueso de los donativos lo hacen personas físicas de estratos sociales de bajos ingresos, así que con los aportes de los pobres las grandes empresas obtienen devolución de impuestos.
Acerca del bajo cumplimiento de las obligaciones fiscales de las grandes empresas ya alertó la Auditoría Superior de la Federación (ASF), en el documento Áreas de opacidad y riesgo en el Estado federal mexicano: oportunidades de mejora de 2009. Ahí se señala que en 2005 los “50 grandes contribuyentes pagaron 74 pesos de ISR en promedio” (leyó usted bien, 74 pesos en un año). La ASF también da cuenta de que 10 grandes contribuyentes “recibieron una devolución promedio de mil 742 millones de pesos cada uno” y que “las devoluciones de impuestos se encuentran altamente concentradas, lo que propicia una situación de privilegio que contraviene el principio de equidad fiscal”. ¿Quiénes son los privilegiados? La ASF explica: “los beneficiarios de estos importantes montos de devoluciones corresponden, en general, a empresas de la industria automotriz, productos fotográficos, panificadoras, acereras, tiendas departamentales y de autoservicio, e instituciones financieras”, esto es, un conjunto identificable de los patrocinadores del Teletón. (Ese análisis, que se publicó en 2008 y 2009, merecería ser actualizado para los ejercicios siguientes).
Entre quienes promueven el Teletón también se encuentran empresas de alimentos procesados que hoy no pagan IVA en México, y que forman parte de los lobbies que se oponen a cualquier intento de gravar ese tipo de productos que distan de ser alimentos básicos.
Una característica común entre los impulsores del Teletón es su reticencia a cumplir con obligaciones fiscales equivalentes a las que enfrentarían en otras naciones, como Estados Unidos, para no ir muy lejos. Tal resistencia contribuye a la debilidad institucional del Estado mexicano y a su incapacidad para garantizar derechos sociales básicos, como el acceso a servicios médicos de calidad para todos, no sólo los discapacitados.
El Teletón es una iniciativa que surgió en Chile en 1978, en plena dictadura de Pinochet, con el impulso del conductor de televisión Mario Kreutzberger conocido como Don Francisco. Así que, en vez de cumplir con las obligaciones fiscales propias de un Estado democrático de derecho, nuestras grandes corporaciones imitan la caridad del autoritarismo.
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