José Manuel Suárez Mier | Transición
Aquelarre Económico
Después de la enésima reunión en la cumbre de los líderes de los países de Europa en los que circula el euro como su moneda común, el jueves pasado emergieron en la madrugada con la “solución final” a la crisis de la deuda que aflige a la región y los mercados financieros reaccionaron con un entusiasmo ingenuo e inverosímil.
Conforme se fueron conociendo los detalles de lo acordado empezaron a surgir justificadas dudas sobre la suficiencia del paquete adoptado en el cumplimiento de tres objetivos indispensables para superar la crisis: arreglar la situación de Grecia, contener el contagio a otros países y fortalecer a la banca comercial europea.
Para ponerlo en los gráficos términos de los geniales caricaturistas de The Economist, cuya portada de esta semana muestra a los estoicos líderes europeos aprestándose a navegar en un proceloso mar embarcados…en una coladera, la “solución final” está llena de hoyos y no cumple con los propósitos que se había impuesto.
El principal logro de lo acordado consiste en haber extraído concesiones “voluntarias” de reducción de la deuda griega en manos del sector privado por un 50% de su valor original, lo que a primera vista parecería que puede ser un descuento suficiente para aliviar el peso del endeudamiento excesivo que impide operar a la economía griega.
Es necesario subrayar la importancia de que este descuento fuera clasificado como “voluntario” pues de haber sido involuntario, forzaría el pago de los instrumentos con los que los inversionistas en los bonos afectados suelen cubrirse, los “canjes de incumplimiento crediticio” (credit default swaps, CDS).
Esta concesión de reducir el valor nominal de la deuda griega en la mitad se la extrajeron los dirigentes políticos europeos a la agrupación de los principales bancos comerciales, el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), con la amenaza de que si no aceptaban el descuento propuesto se recurriría al default.
Sin embargo, tal rebaja se hará extensiva a todos los tenedores de bonos griegos, aunque ellos no hayan estado representados en las reuniones decisorias y nadie les haya preguntado su opinión, lo que hace mucho más difícil sostener la ficción de que se trata de una decisión voluntaria.
El precedente de que pueda ocurrir una mengua tan pronunciada sin que se activen los mecanismos que aseguran a los inversionistas precisamente del riesgo de no pago de los bonos, implica que será mucho más difícil en el futuro asegurar los instrumentos de deuda de otros países europeos en peligro, como Italia y España.
Pero si los inversionistas ya no confían en la cobertura del seguro que ampara a los bonos de deuda europea, su mercado se reducirá o el rendimiento que exigirán a cambio será mucho mayor o una combinación de ambos, lo que tendrá ominosas consecuencias para países que, como Italia, tienen que renovar el 30% de su deuda total en los próximos tres años, lo que representa 750 billones de euros.
Si esta parte del paquete es insatisfactoria, el mecanismo para frenar que se extienda el contagio es aún peor. Resulta increíble la ampliación de los recursos disponibles para la Autoridad Europea para la Estabilidad Financiera (EFSF) de €440 billones (de los que ya se usaron €150 billones en Grecia, Portugal e Irlanda), a €1,000 billones mediante más deuda que mágicamente comprarán ¡el sector privado y otros países!
La tercera parte de este complicado tríptico financiero consiste en incrementar el capital de los bancos comerciales europeos por €108 billones para alcanzar un cociente del 9% de sus activos, lo que implica por fuerza vender más acciones, lo que diluye la posición de los actuales dueños, o que los bancos dejen de prestar para abatir su tamaño, lo que tenderá a agravar el estancamiento económico.
Ausente en los planteamientos de solución está el Banco Central Europeo (BCE) pues Alemania se opone que financie directamente a la EFSF, aunque contra sus deseos originales y algunos creen que violando la letra de sus estatutos, ya ha estado comprando crecidas cantidades de deuda de los países en problemas.
Muchos piensan que un compromiso amplio y decidido por parte del BCE representa la única forma de realmente efectiva para evitar que la eurozona siga deslizándose al precipicio, como lo hizo el Sistema de la Reserva Federal en EU cuando sucedió el fiasco de Lehman Brothers y su sistema financiera estuvo al borde del colapso,
En este escenario, es poco realista suponer que países que hoy por hoy tienen la mayor parte de los ahorros mundiales, como China, estarán interesados en invertir en los nuevos instrumentos emitidos por la EFSF al percatarse de que los alemanes no quieren que su banco central haga lo mismo.
Aquelarre Económico
Después de la enésima reunión en la cumbre de los líderes de los países de Europa en los que circula el euro como su moneda común, el jueves pasado emergieron en la madrugada con la “solución final” a la crisis de la deuda que aflige a la región y los mercados financieros reaccionaron con un entusiasmo ingenuo e inverosímil.
Conforme se fueron conociendo los detalles de lo acordado empezaron a surgir justificadas dudas sobre la suficiencia del paquete adoptado en el cumplimiento de tres objetivos indispensables para superar la crisis: arreglar la situación de Grecia, contener el contagio a otros países y fortalecer a la banca comercial europea.
Para ponerlo en los gráficos términos de los geniales caricaturistas de The Economist, cuya portada de esta semana muestra a los estoicos líderes europeos aprestándose a navegar en un proceloso mar embarcados…en una coladera, la “solución final” está llena de hoyos y no cumple con los propósitos que se había impuesto.
El principal logro de lo acordado consiste en haber extraído concesiones “voluntarias” de reducción de la deuda griega en manos del sector privado por un 50% de su valor original, lo que a primera vista parecería que puede ser un descuento suficiente para aliviar el peso del endeudamiento excesivo que impide operar a la economía griega.
Es necesario subrayar la importancia de que este descuento fuera clasificado como “voluntario” pues de haber sido involuntario, forzaría el pago de los instrumentos con los que los inversionistas en los bonos afectados suelen cubrirse, los “canjes de incumplimiento crediticio” (credit default swaps, CDS).
Esta concesión de reducir el valor nominal de la deuda griega en la mitad se la extrajeron los dirigentes políticos europeos a la agrupación de los principales bancos comerciales, el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), con la amenaza de que si no aceptaban el descuento propuesto se recurriría al default.
Sin embargo, tal rebaja se hará extensiva a todos los tenedores de bonos griegos, aunque ellos no hayan estado representados en las reuniones decisorias y nadie les haya preguntado su opinión, lo que hace mucho más difícil sostener la ficción de que se trata de una decisión voluntaria.
El precedente de que pueda ocurrir una mengua tan pronunciada sin que se activen los mecanismos que aseguran a los inversionistas precisamente del riesgo de no pago de los bonos, implica que será mucho más difícil en el futuro asegurar los instrumentos de deuda de otros países europeos en peligro, como Italia y España.
Pero si los inversionistas ya no confían en la cobertura del seguro que ampara a los bonos de deuda europea, su mercado se reducirá o el rendimiento que exigirán a cambio será mucho mayor o una combinación de ambos, lo que tendrá ominosas consecuencias para países que, como Italia, tienen que renovar el 30% de su deuda total en los próximos tres años, lo que representa 750 billones de euros.
Si esta parte del paquete es insatisfactoria, el mecanismo para frenar que se extienda el contagio es aún peor. Resulta increíble la ampliación de los recursos disponibles para la Autoridad Europea para la Estabilidad Financiera (EFSF) de €440 billones (de los que ya se usaron €150 billones en Grecia, Portugal e Irlanda), a €1,000 billones mediante más deuda que mágicamente comprarán ¡el sector privado y otros países!
La tercera parte de este complicado tríptico financiero consiste en incrementar el capital de los bancos comerciales europeos por €108 billones para alcanzar un cociente del 9% de sus activos, lo que implica por fuerza vender más acciones, lo que diluye la posición de los actuales dueños, o que los bancos dejen de prestar para abatir su tamaño, lo que tenderá a agravar el estancamiento económico.
Ausente en los planteamientos de solución está el Banco Central Europeo (BCE) pues Alemania se opone que financie directamente a la EFSF, aunque contra sus deseos originales y algunos creen que violando la letra de sus estatutos, ya ha estado comprando crecidas cantidades de deuda de los países en problemas.
Muchos piensan que un compromiso amplio y decidido por parte del BCE representa la única forma de realmente efectiva para evitar que la eurozona siga deslizándose al precipicio, como lo hizo el Sistema de la Reserva Federal en EU cuando sucedió el fiasco de Lehman Brothers y su sistema financiera estuvo al borde del colapso,
En este escenario, es poco realista suponer que países que hoy por hoy tienen la mayor parte de los ahorros mundiales, como China, estarán interesados en invertir en los nuevos instrumentos emitidos por la EFSF al percatarse de que los alemanes no quieren que su banco central haga lo mismo.
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