Todo a consecuencia de un muy cuestionado proceso de gobierno, en un mundo nuevo europeo en el que se está definiendo un nuevo modelo.
Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
El segundo país de los enfermos de Europa —Italia—, con su poderosa economía está iniciando un riguroso plan de ajuste esta semana con las medidas exigidas por la Unión Europea, mismas que fueron aprobadas por el senado italiano el viernes pasado; la cámara baja hizo lo mismo el sábado para que, acto seguido, Berlusconi renunciara y fuera reemplazado.
Al cierre de esta edición, Mario Monti suena como el próximo nuevo jefe de gobierno italiano.
Difícil trance ha sido ése, y todo a consecuencia de un muy cuestionado proceso de gobierno en un mundo nuevo europeo en el que se está definiendo un nuevo modelo de soberanía nacional.
Pero para cuidar sus formas, los partidos de izquierda, el Partido Democrático (PD) y los sectores moderados del llamado Tercer Polo no participaron en la votación, como “gesto de responsabilidad ante la crisis”.
El nuevo plan de transición impuesto por la Unión Europea incluye la privatización de activos gubernamentales y empresas públicas, la reforma del sistema de jubilaciones y una simplificación de la administración pública. También fijó medidas para estimular el empleo y el crecimiento económico, que han sido casi nulos en los últimos diez años.
Todas esas medidas están diseñadas para resolver el “nudo gordiano” de la economía italiana, que es el inmenso tamaño de su deuda pública, que equivale al 120 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y a la falta de crecimiento económico, con la consecuentemente lenta generación de empleos.
El tecnócrata Monti contó con el apoyo de la mayoría de los sectores políticos, con los que Italia espera reconquistar la confianza de los mercados y evitar el hundimiento que venía ocurriendo con las políticas voluntariosas de Berlusconi, mal definidas y mal aplicadas.
Si todo sale bien, esperan cumplir con sus expectativas, que son lograr una transición ordenada en un plazo récord.
El giro político, que este proceso de transición italiana anuncia, es la pérdida de soberanía y la entrada al gobierno de un importante número de tecnócratas, en sustitución de políticos, ante manifestaciones de inconformidad, como las de los líderes políticos de izquierda, como Antonio Di Pietro, quien pidió aclarar cuánto tiempo durará dicha transición y si se convocará a elecciones en un futuro próximo.
La participación de funcionarios de los países vecinos también ha sido muy significativa en este proceso.
“Italia necesita reformas, no elecciones,” declaró el fin de semana pasado el presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, durante un discurso pronunciado en Florencia, ciudad capital de la Toscana, en el centro de Italia, al comentar la adopción del plan de ajuste en el senado, exigido por la Unión Europea “para reconquistar la confianza de los mercados”.
“Se trata de un paso importante que va en la buena dirección,” comentó Van Rompuy después de sostener una reunión con Berlusconi, poco después de que renunciara.
* Presidente de El Colegio Nacionalde Economistas
Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
El segundo país de los enfermos de Europa —Italia—, con su poderosa economía está iniciando un riguroso plan de ajuste esta semana con las medidas exigidas por la Unión Europea, mismas que fueron aprobadas por el senado italiano el viernes pasado; la cámara baja hizo lo mismo el sábado para que, acto seguido, Berlusconi renunciara y fuera reemplazado.
Al cierre de esta edición, Mario Monti suena como el próximo nuevo jefe de gobierno italiano.
Difícil trance ha sido ése, y todo a consecuencia de un muy cuestionado proceso de gobierno en un mundo nuevo europeo en el que se está definiendo un nuevo modelo de soberanía nacional.
Pero para cuidar sus formas, los partidos de izquierda, el Partido Democrático (PD) y los sectores moderados del llamado Tercer Polo no participaron en la votación, como “gesto de responsabilidad ante la crisis”.
El nuevo plan de transición impuesto por la Unión Europea incluye la privatización de activos gubernamentales y empresas públicas, la reforma del sistema de jubilaciones y una simplificación de la administración pública. También fijó medidas para estimular el empleo y el crecimiento económico, que han sido casi nulos en los últimos diez años.
Todas esas medidas están diseñadas para resolver el “nudo gordiano” de la economía italiana, que es el inmenso tamaño de su deuda pública, que equivale al 120 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y a la falta de crecimiento económico, con la consecuentemente lenta generación de empleos.
El tecnócrata Monti contó con el apoyo de la mayoría de los sectores políticos, con los que Italia espera reconquistar la confianza de los mercados y evitar el hundimiento que venía ocurriendo con las políticas voluntariosas de Berlusconi, mal definidas y mal aplicadas.
Si todo sale bien, esperan cumplir con sus expectativas, que son lograr una transición ordenada en un plazo récord.
El giro político, que este proceso de transición italiana anuncia, es la pérdida de soberanía y la entrada al gobierno de un importante número de tecnócratas, en sustitución de políticos, ante manifestaciones de inconformidad, como las de los líderes políticos de izquierda, como Antonio Di Pietro, quien pidió aclarar cuánto tiempo durará dicha transición y si se convocará a elecciones en un futuro próximo.
La participación de funcionarios de los países vecinos también ha sido muy significativa en este proceso.
“Italia necesita reformas, no elecciones,” declaró el fin de semana pasado el presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, durante un discurso pronunciado en Florencia, ciudad capital de la Toscana, en el centro de Italia, al comentar la adopción del plan de ajuste en el senado, exigido por la Unión Europea “para reconquistar la confianza de los mercados”.
“Se trata de un paso importante que va en la buena dirección,” comentó Van Rompuy después de sostener una reunión con Berlusconi, poco después de que renunciara.
* Presidente de El Colegio Nacionalde Economistas
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