Alberto Aziz Nassif / El Universal
Si alguna vez se pensó que ya habíamos llegado al límite y que el país estaba en el fondo, hoy sabemos que no es así. Este Día de Muertos no es como otros, hoy la muerte tiene permiso. El asesinato de miles de jóvenes, que en estos años han perdido la vida, es hoy una terrible realidad que golpea al país. La muerte tiene permiso simplemente porque nadie se lo impide. Ser joven, pobre y vivir en el lugar equivocado equivale a una sentencia de muerte. Los que no estudiaron, pero también los que sí estaban en la escuela; los que han podido conseguir un empleo, mal pagado y precario, pero también los que se fueron por la ruta de la delincuencia, todos estos jóvenes han sido los muertos de una “guerra” absurda, que no logra ubicar una estrategia inteligente. México padece un enfrentamiento que ya se salió de rumbo —si es que alguna vez lo tuvo— y hoy sólo queda la muerte desnuda, porque en este país está permitido asesinar sin consecuencias y en la más completa impunidad.
Violencia que engendra violencia, un gobierno que no escucha, que no cambia, que no mueve un centímetro de su estrategia represiva en contra del crimen organizado. Con argumentos llenos de falacias como los que repite Felipe Calderón todos los días: “tenemos que enfrentarlo porque la alternativa de simplemente no hacer nada frente a la criminalidad (…) sólo nos puede llevar a mayor gravedad de nuestros problemas” (EL UNIVERSAL, 28/X/2010). Entre hacer lo que ha hecho este gobierno en cuatro años y no hacer nada, hay muchas posibilidades que simplemente se ignoran. En una reunión reciente, Diálogo sobre Seguridad Pública, se hizo un diagnóstico y un conjunto de propuestas para cambiar la estrategia: el actual enfoque “reactivo-represivo” no resuelve el problema. ¿Cuántas matanzas más se necesitan para ver que esto no lleva a ninguna solución del problema?
En sólo cinco días hubo matanzas de jóvenes en Juárez, Tijuana, Nayarit y el Distrito Federal. La acumulación de muertes nos lleva todos los días a descubrir que la matanza no tiene límites, que estamos ante una espiral de muerte, impunidad, corrupción y una mala estrategia que genera más asesinatos. Si el sistema de procuración y administración de justicia está derruido, si las cárceles son poros abiertos que sólo pervierten más a los delincuentes, si las fuerzas armadas no cuentan con un marco institucional acorde a los estándares democráticos, ¿con qué instrumentos se va a construir una estrategia adecuada? Si no se entiende que la delincuencia organizada y la violencia son, como dice el documento de Diálogo sobre Seguridad Pública, un problema de muchas causas, que se originan en la “marginación social, desigualdad económica, falta de oportunidades (…) déficit de una cultura de la legalidad”, así como en la “debilidad, ineficiencia, corrupción y falta de profesionalismo de las instituciones del sistema de seguridad y justicia penal”, entonces estamos muy lejos de cualquier salida medianamente democrática a esta “guerra”.
Sumado a la violencia, en un solo día, llegaron tres mediciones que colocan mal a México. Transparencia Internacional ubica al país en el lugar 98 de un total de 178, en la región de las Américas estamos en lugar 18 de un total de 28, entre Guatemala y República Dominicana, muy lejos de nuestros socios comerciales Canadá y Estados Unidos. En el Índice de Desarrollo Democrático de América Latina, México ha caído 16% en sólo un año y está muy lejos de los punteros que son Chile, Costa Rica y Uruguay. En la medición sobre bienestar, también retrocedimos. El país tiene años a la baja en prácticamente todos las mediciones internacionales que se hacen, ya sea en materia de calidad educativa, competitividad económica, democracia o gobernabilidad. México es, según estas mediciones, menos democrático, más corrupto, menos competitivo, con una educación básica sin calidad, con un bienestar cada vez más lejano y ya contamos con algunas de las ciudades más peligrosas del mundo. Cuando las inercias negativas se juntan, resulta necesario hacer cambios de fondo.
Ante la sordera gubernamental, la sociedad civil tendrá que hacerse escuchar y organizarse de mejor forma, porque como nos recuerda la antropóloga Elena Azaola, esta “guerra” ha propiciado que el criminalista Irvin Waller, (director del Centro Internacional para la Prevención de la Criminalidad) diga que el gobierno mexicano se comporta como un drogadicto que se pone una inyección y, como no le resulta, entonces se pone otras muchas y espera que funcione. ¿Cuántas muertes más de jóvenes se necesitan para que se revise la estrategia en contra del crimen organizado?
Investigador del CIESAS
Si alguna vez se pensó que ya habíamos llegado al límite y que el país estaba en el fondo, hoy sabemos que no es así. Este Día de Muertos no es como otros, hoy la muerte tiene permiso. El asesinato de miles de jóvenes, que en estos años han perdido la vida, es hoy una terrible realidad que golpea al país. La muerte tiene permiso simplemente porque nadie se lo impide. Ser joven, pobre y vivir en el lugar equivocado equivale a una sentencia de muerte. Los que no estudiaron, pero también los que sí estaban en la escuela; los que han podido conseguir un empleo, mal pagado y precario, pero también los que se fueron por la ruta de la delincuencia, todos estos jóvenes han sido los muertos de una “guerra” absurda, que no logra ubicar una estrategia inteligente. México padece un enfrentamiento que ya se salió de rumbo —si es que alguna vez lo tuvo— y hoy sólo queda la muerte desnuda, porque en este país está permitido asesinar sin consecuencias y en la más completa impunidad.
Violencia que engendra violencia, un gobierno que no escucha, que no cambia, que no mueve un centímetro de su estrategia represiva en contra del crimen organizado. Con argumentos llenos de falacias como los que repite Felipe Calderón todos los días: “tenemos que enfrentarlo porque la alternativa de simplemente no hacer nada frente a la criminalidad (…) sólo nos puede llevar a mayor gravedad de nuestros problemas” (EL UNIVERSAL, 28/X/2010). Entre hacer lo que ha hecho este gobierno en cuatro años y no hacer nada, hay muchas posibilidades que simplemente se ignoran. En una reunión reciente, Diálogo sobre Seguridad Pública, se hizo un diagnóstico y un conjunto de propuestas para cambiar la estrategia: el actual enfoque “reactivo-represivo” no resuelve el problema. ¿Cuántas matanzas más se necesitan para ver que esto no lleva a ninguna solución del problema?
En sólo cinco días hubo matanzas de jóvenes en Juárez, Tijuana, Nayarit y el Distrito Federal. La acumulación de muertes nos lleva todos los días a descubrir que la matanza no tiene límites, que estamos ante una espiral de muerte, impunidad, corrupción y una mala estrategia que genera más asesinatos. Si el sistema de procuración y administración de justicia está derruido, si las cárceles son poros abiertos que sólo pervierten más a los delincuentes, si las fuerzas armadas no cuentan con un marco institucional acorde a los estándares democráticos, ¿con qué instrumentos se va a construir una estrategia adecuada? Si no se entiende que la delincuencia organizada y la violencia son, como dice el documento de Diálogo sobre Seguridad Pública, un problema de muchas causas, que se originan en la “marginación social, desigualdad económica, falta de oportunidades (…) déficit de una cultura de la legalidad”, así como en la “debilidad, ineficiencia, corrupción y falta de profesionalismo de las instituciones del sistema de seguridad y justicia penal”, entonces estamos muy lejos de cualquier salida medianamente democrática a esta “guerra”.
Sumado a la violencia, en un solo día, llegaron tres mediciones que colocan mal a México. Transparencia Internacional ubica al país en el lugar 98 de un total de 178, en la región de las Américas estamos en lugar 18 de un total de 28, entre Guatemala y República Dominicana, muy lejos de nuestros socios comerciales Canadá y Estados Unidos. En el Índice de Desarrollo Democrático de América Latina, México ha caído 16% en sólo un año y está muy lejos de los punteros que son Chile, Costa Rica y Uruguay. En la medición sobre bienestar, también retrocedimos. El país tiene años a la baja en prácticamente todos las mediciones internacionales que se hacen, ya sea en materia de calidad educativa, competitividad económica, democracia o gobernabilidad. México es, según estas mediciones, menos democrático, más corrupto, menos competitivo, con una educación básica sin calidad, con un bienestar cada vez más lejano y ya contamos con algunas de las ciudades más peligrosas del mundo. Cuando las inercias negativas se juntan, resulta necesario hacer cambios de fondo.
Ante la sordera gubernamental, la sociedad civil tendrá que hacerse escuchar y organizarse de mejor forma, porque como nos recuerda la antropóloga Elena Azaola, esta “guerra” ha propiciado que el criminalista Irvin Waller, (director del Centro Internacional para la Prevención de la Criminalidad) diga que el gobierno mexicano se comporta como un drogadicto que se pone una inyección y, como no le resulta, entonces se pone otras muchas y espera que funcione. ¿Cuántas muertes más de jóvenes se necesitan para que se revise la estrategia en contra del crimen organizado?
Investigador del CIESAS
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