miércoles, 24 de noviembre de 2010

NUEVO CONSENSO MUNDIAL

Rogelio Ramírez de la O / El Universal
El comunicado del Grupo de los 20 anuncia el Consenso de Desarrollo de Seúl y da a entender que se trata de una visión nueva, más pragmática y plural del desarrollo. Pero lo ocurrido durante y antes y después de la reunión sugiere que este nuevo consenso tomará mucho tiempo y que la transición sea desordenada, con crisis en los mercados.
Por supuesto, el Consenso de Washington ya estaba muerto, pero aun así varios países seguían preservando algunos de sus principios. Hoy, varios de ellos han sido individualmente descalificados.
Esto es lógico con la continuación de una crisis de alto desempleo y parálisis de crédito en Estados Unidos y, aún peor, una crisis de deuda soberana en Europa. Así, los políticos, poco a poco, se han dado cuenta que sostener esos principios es hoy demasiado costoso.
De ahí que, aparte de la reunión del G-20, Alemania proponga que los rescates de países de la eurozona los paguen no sólo los contribuyentes, sino también los bancos y los tenedores de bonos. La era del rescate de inversionistas con dinero público que inauguró México con el pago de Tesobonos por 30 mil millones de dólares en 1995 está llegando a su fin, por lo menos en Europa.
En la misma línea, Brasil anunció impuestos a los flujos de capital de corto plazo, por considerarlos especulativos y causar la apreciación de su moneda, haciéndole perder competitividad.
Corea del Sur anunció lo mismo y está buscando la forma de evitar que sus bonos sean incluidos en el Índice Global de Bonos de Citibank, lo cual únicamente le causaría más entradas especulativas. Tailandia e Indonesia consideran también frenos a la entrada de capital.
El mismo comunicado del Grupo de los 20 consideró aceptable tomar medidas “para contrarrestar movimientos abruptos de flujos de capital”, o sea, controles a dichos flujos. Por cierto, los mismos ya habían sido considerados como aceptables en ciertas circunstancias por el FMI, en donde ahora se observa una mayor apertura hacia medidas no ortodoxas.
La justificación de todo lo anterior está en la profundidad de la crisis que hoy continúa en Irlanda, Portugal y España, y en el desacuerdo profundo entre Estados Unidos y China. Los políticos despertarán de su largo sueño para encarar problemas en sus países, en gran medida causados por los excesos del modelo anterior, cada uno a su manera, con riesgo de cometer errores.
Faltan crisis todavía por manifestarse, así como barreras a la inversión extranjera directa. El nuevo consenso es más restrictivo al libre comercio y libre mercado, como hoy son entendidos.
Lo desordenado de la transición implica medidas y mensajes contradictorios en los países, y gran volatilidad en los mercados y las monedas. Los más vulnerables son las economías pequeñas mayormente abiertas a la globalización, como Irlanda.
Esta ruptura sólo es comparable en su profundidad a las de 1971 y fines de los 70, que sorprendieron al gobierno mexicano sin estar preparado para encarar sus efectos. Por ello, ambas precedieron crisis en México. En la primera, Estados Unidos suspendió temporalmente la convertibilidad del dólar. En la segunda elevó las tasas de interés abruptamente para someter la inflación e inició una era contra del estatismo y los déficits fiscales.
El gobierno mexicano debe entender que las fórmulas del viejo modelo, si se persiguen ciegamente, son un lastre para el crecimiento, incluyendo que los bonos mexicanos estén en el Índice Global de Citigroup y que el peso se aprecie. La única fórmula es procurar alto crecimiento con un mayor uso de recursos internos con eficiencia, eliminar su gasto inútil y evitar un peso sobrevaluado.
Analista económico

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