martes, 30 de noviembre de 2010

DIEZ AÑOS EN LOS PINOS

Alberto Aziz Nassif / El Universal
Mañana se cumple la primera década de la llegada del panismo a Los Pinos. Dos presidentes, dos formas de ejercicio del poder, pero los mismos esquemas y limitaciones de una derecha política que ha seguido al pie de la letra el modelo que planteó el famoso decálogo del consenso de Washington. Mientras en muchos países de América Latina, como antes lo hicieron de forma exitosa varios países en Asia, le han dado la vuelta a ese modelo y han puesto en marcha nuevas políticas de desarrollo, en México seguimos atorados con el mismo esquema excluyente.
Si el panismo llegó a la presidencia en el 2000 fue gracias a una oferta de cambio, a una promesa de honestidad y a un impulso para llevar la incipiente democracia a una fase de consolidación. La segunda vez el panismo llegó por la puerta de atrás, como producto del conflicto electoral del 2006. Hoy queda poco de esas promesas. En materia de transparencia y combate a la corrupción los avances de fondo son escasos, no sólo para tener una mejor rendición de cuentas, sino para impulsar un verdadero Estado de derecho, del cual estamos muy lejos como país. Hoy podemos preguntarnos cuáles son los cambios que han impulsado los panistas, y sería difícil encontrarlos. En el sexenio pasado la novedad fue la transparencia en la información pública, una innovación que no ha podido despegar con fuerza porque tiene demasiados intereses en contra.
Las instituciones emblemáticas de la democracia mexicana están cada vez más desdibujadas, el IFE, el IFAI, la CNDH (elecciones, transparencia y derechos humanos), y aquí la responsabilidad es de todos los partidos. Podemos discutir qué tanto es responsabilidad directa del gobierno federal cuidar su fortaleza y proteger su autonomía; lo cierto es que estas instituciones cada vez le cuestan más al país y sus resultados están distantes de ser satisfactorios. Resulta penoso ver a los funcionarios de esas instituciones defender sus altísimos salarios y sus privilegios, como lo han hecho el ombudsman y el consejero presidente del IFE en estos días. Estamos cerca de caer en una simulación porque esas instituciones están tocadas por intereses partidistas y gubernamentales, y cada vez están más lejanas de la idea original de tener espacios autónomos que hagan tareas de Estado.
¿Qué define hoy al panismo en el poder? Para responder tenemos que mirar hacia los resultados de estos 10 años y analizar qué se ha hecho para resolver los grandes problemas nacionales: disminución de la pobreza, reducción de la desigualdad, regulación del Estado sobre los intereses dominantes, un país con certidumbre, una mayor inclusión social, respeto a los derechos humanos, un clima de paz, una impartición de justicia que reduzca la impunidad, una educación con más calidad. En ninguno de estos grandes problemas hay un avance significativo en esta década panista. Pero, ¿cómo podría haberlo, si lo que ha hecho el panismo en Los Pinos es acomodarse entre los intereses dominantes y gobernar el país con alianzas retrógradas, con los grandes intereses que monopolizan a la comunicación masiva, con los actores que han tomado a la educación como un espacio de control, con las fuerzas armadas que suplen las tareas que deben hacer las policías? Quizá por todo lo anterior el 48% de la población piensa que el país va por muy mal camino (EL UNIVERSAL, 29/XI/2010).
En 10 años la derecha panista ha mostrado que no tiene posibilidad de cambiar el rumbo del desarrollo para ir hacia políticas más incluyentes, que puedan corregir la expulsión de cientos de miles de mexicanos que cada año entran a la informalidad y la inmigración. La política social que se ha aplicado en estos años es, según algunos economistas, como una propina que no combatirá a fondo la pobreza. En lo económico hay una continuidad de la ortodoxia neoliberal y una incapacidad para crecer. En el espacio laboral se ha agudizado el control empresarial, sumado a una destrucción de fuentes de trabajo. En el espacio político hay una presidencia debilitada que navega entre los grandes intereses sin lograr un perfil propio, salvo en el tema de combate al crimen organizado.
Queda en la memoria la manipulación del foxismo en contra del AMLO en la pasada sucesión presidencial, como una abierta expresión del abuso del poder presidencial para modificar el juego de opciones políticas. Ahora ya se empieza a escuchar el discurso presidencial frente al 2012. En el festejo de los 10 años, Felipe Calderón dijo que México no se merece regresar a lo “antiguo, lo autoritario, a lo irresponsable”. Pero, ¿cuándo el panismo gobernante ha dejado atrás esa situación?
Investigador del CIESAS

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