Emilio Rabasa Gamboa / El Universal
Aung San Suu Kyi es una de las 12 mujeres que desde 1901 han recibido el premio Nobel de la Paz. La única mujer asiática que ha logrado este reconocimiento, y una de las pocas personas que puede contar su hazaña después de sobrevivir 15 de los últimos 21 años en prisión o arresto domiciliario.
Conocida como “Suu”, es una luchadora a favor de los derechos humanos, la paz, la libertad y la democracia en Birmania (Myanmar), que se suma a la lista de hombres que han sido perseguidos, encarcelados y/o vetados políticamente por un régimen autoritario y contumaz. Nelson Mandela estuvo 27 años en la cárcel, Adolfo Pérez Esquivel fue torturado, o Wangari Maathai, fue a prisión en varias ocasiones durante el régimen de Daniel Arap Moi en Kenia, para citar algunos de los ejemplos de ese destacado grupo de luchadores sociales.
Curiosamente, fue un movimiento estudiantil reprimido en 1988 (como el nuestro veinte años antes) el catalizador de la transición a la democracia en Birmania, que todavía no puede terminar; movimiento que significó la entrada de Suu a la política en defensa de los derechos humanos y la democracia, apenas cinco meses después de que había llegado de Inglaterra para asistir a su madre por un ataque cardíaco.
A pesar de que no es mucho lo que se conoce de Suu en el mundo occidental, es todo un ícono al interior de su país. Hija de Aung San, héroe de la independencia nacional de Birmania, también conocido como Bogyoke, asesinado el 19 de junio de 1947, cuando ella apenas tenía dos años de vida, realizó estudios en Rangoon, Delhi y la Universidad de Oxford, Inglaterra en donde conoció a su esposo, el Dr. Michael Aris.
No obstante el peso de la figura paterna, Suu ha labrado, con una admirable determinación y enormes sacrificios por su causa libertaria, su propia imagen y bien ganada fama pública. La única vez que participó con el régimen militar de su país en una gesta electoral en 1990, Suu obtuvo una victoria contundente: 392 de los 492 escaños, no obstante haber estado en arresto domiciliario un año antes.
La consecuencia política de ese triunfo no sólo consistió en la anulación de las elecciones, sino también en desarticular la estructura del partido, conocido como “Liga Nacional para la Democracia”, y que además fueran detenidos muchos de sus miembros.
Lo anterior trajo consecuencias positivas y negativas tanto a su persona como a sus compañeros de partido. En 1991 le fue otorgado el premio Nobel “por su lucha no violenta por la democracia y los derechos humanos” en su natal Birmania; pero también significó no poder volver a ver a su esposo, Michael, quien murió de cáncer de próstata en marzo de 1999, en Inglaterra, lejos de ella, pues la junta militar nunca le concedió la visa para poder visitarla. Otro de los sacrificios que tuvo que soportar fue no haber podido ver a su hijo, Kim Aris, hasta anteayer después de 10 años de separación.
Suu escribió entre 1995 y 1996, cincuenta y dos cartas en las que describe con elegancia y precisión, algunos aspectos culturales de su país, y también comparte las reformas políticas que, a su juicio, son necesarias en Birmania, no sólo para cambiar de régimen, sino para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
Su libro fue publicado en 1997 y 1998, como una compilación de dichas cartas, y lleva el título de Cartas desde Birmania (Letters from Burma), texto en el que relata su experiencia como prisionera política, y refleja su enorme convicción por una mejor Birmania, con una línea de acción de no violencia, siguiendo los pasos de Mahatma Gandhi, conocida como “Revolución del espíritu” y que consiste, como lo precisó su hijo Alexander Aris al aceptar por ella el premio Nobel en 1991, “en la emancipación del espíritu humano de la tiranía política y el sometimiento psicológico”.
Esta obra tendría eco en un segundo título en 1994 con el nombre de Libres del miedo (Freedom from Fear), editado con la ayuda de su esposo, y en el cual indica: “No es el poder lo que corrompe, sino el miedo. El miedo de perder el poder corrompe a aquellos que lo ejercen, y el miedo del azote del poder corrompe a aquellos que son sujetos del mismo”. Finalmente, el pasado 13 de noviembre, la junta militar birmana dejó transitar libremente a San Suu Kyi.
Mahatma GhandiMientras subsistan todavía tiranos o dictadores, gobiernos autocráticos, siempre habrá una Suu Kyi en Birmania o un Liu Xiaobo en China, que están dispuestos a sacrificar su vida por un futuro mejor para ellos y el resto de la humanidad.
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
Aung San Suu Kyi es una de las 12 mujeres que desde 1901 han recibido el premio Nobel de la Paz. La única mujer asiática que ha logrado este reconocimiento, y una de las pocas personas que puede contar su hazaña después de sobrevivir 15 de los últimos 21 años en prisión o arresto domiciliario.
Conocida como “Suu”, es una luchadora a favor de los derechos humanos, la paz, la libertad y la democracia en Birmania (Myanmar), que se suma a la lista de hombres que han sido perseguidos, encarcelados y/o vetados políticamente por un régimen autoritario y contumaz. Nelson Mandela estuvo 27 años en la cárcel, Adolfo Pérez Esquivel fue torturado, o Wangari Maathai, fue a prisión en varias ocasiones durante el régimen de Daniel Arap Moi en Kenia, para citar algunos de los ejemplos de ese destacado grupo de luchadores sociales.
Curiosamente, fue un movimiento estudiantil reprimido en 1988 (como el nuestro veinte años antes) el catalizador de la transición a la democracia en Birmania, que todavía no puede terminar; movimiento que significó la entrada de Suu a la política en defensa de los derechos humanos y la democracia, apenas cinco meses después de que había llegado de Inglaterra para asistir a su madre por un ataque cardíaco.
A pesar de que no es mucho lo que se conoce de Suu en el mundo occidental, es todo un ícono al interior de su país. Hija de Aung San, héroe de la independencia nacional de Birmania, también conocido como Bogyoke, asesinado el 19 de junio de 1947, cuando ella apenas tenía dos años de vida, realizó estudios en Rangoon, Delhi y la Universidad de Oxford, Inglaterra en donde conoció a su esposo, el Dr. Michael Aris.
No obstante el peso de la figura paterna, Suu ha labrado, con una admirable determinación y enormes sacrificios por su causa libertaria, su propia imagen y bien ganada fama pública. La única vez que participó con el régimen militar de su país en una gesta electoral en 1990, Suu obtuvo una victoria contundente: 392 de los 492 escaños, no obstante haber estado en arresto domiciliario un año antes.
La consecuencia política de ese triunfo no sólo consistió en la anulación de las elecciones, sino también en desarticular la estructura del partido, conocido como “Liga Nacional para la Democracia”, y que además fueran detenidos muchos de sus miembros.
Lo anterior trajo consecuencias positivas y negativas tanto a su persona como a sus compañeros de partido. En 1991 le fue otorgado el premio Nobel “por su lucha no violenta por la democracia y los derechos humanos” en su natal Birmania; pero también significó no poder volver a ver a su esposo, Michael, quien murió de cáncer de próstata en marzo de 1999, en Inglaterra, lejos de ella, pues la junta militar nunca le concedió la visa para poder visitarla. Otro de los sacrificios que tuvo que soportar fue no haber podido ver a su hijo, Kim Aris, hasta anteayer después de 10 años de separación.
Suu escribió entre 1995 y 1996, cincuenta y dos cartas en las que describe con elegancia y precisión, algunos aspectos culturales de su país, y también comparte las reformas políticas que, a su juicio, son necesarias en Birmania, no sólo para cambiar de régimen, sino para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
Su libro fue publicado en 1997 y 1998, como una compilación de dichas cartas, y lleva el título de Cartas desde Birmania (Letters from Burma), texto en el que relata su experiencia como prisionera política, y refleja su enorme convicción por una mejor Birmania, con una línea de acción de no violencia, siguiendo los pasos de Mahatma Gandhi, conocida como “Revolución del espíritu” y que consiste, como lo precisó su hijo Alexander Aris al aceptar por ella el premio Nobel en 1991, “en la emancipación del espíritu humano de la tiranía política y el sometimiento psicológico”.
Esta obra tendría eco en un segundo título en 1994 con el nombre de Libres del miedo (Freedom from Fear), editado con la ayuda de su esposo, y en el cual indica: “No es el poder lo que corrompe, sino el miedo. El miedo de perder el poder corrompe a aquellos que lo ejercen, y el miedo del azote del poder corrompe a aquellos que son sujetos del mismo”. Finalmente, el pasado 13 de noviembre, la junta militar birmana dejó transitar libremente a San Suu Kyi.
Mahatma GhandiMientras subsistan todavía tiranos o dictadores, gobiernos autocráticos, siempre habrá una Suu Kyi en Birmania o un Liu Xiaobo en China, que están dispuestos a sacrificar su vida por un futuro mejor para ellos y el resto de la humanidad.
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
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